El crack que juega como vive

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Fotos: AFP

Neymar da Silva Santos Júnior (Mogi das Cruzes, Brasil, 1992) llega a Qatar con los ojos de Brasil sobre su espalda. El país más grande de Sudamérica es futbolero hasta la médula y también se siente orgulloso de su historia ganadora. Brasil espera-pide-quiere que “Ney” concrete lo que amaga su destino de crack desde que debutó en el Santos, a los 17 años: que los lleve hasta el deseado título mundial, algo que la “canarinha” no conquista desde el lejano 2002. 

Sin embargo, Neymar despierta tantas expectativas positivas como negativas. En un fútbol que en el siglo XXI endiosa la preparación física y la riqueza táctica, y se analiza con inteligencia artificial para determinar las “zonas calientes” del juego, el jugador brasileño es contracultural. Su lugar en el planeta de la pelota es producto de sus cualidades técnicas, de su carrera de “pura sangre”, de sus amagues impredecibles, de su espíritu rebelde y también de sus ganas y sus desganos. Neymar marca la diferencia desde lo individual, potencia los equipos en los que se alista, pero no parece encajar en los sistemas rígidos. Quizá porque cree que el sistema es él y que el fútbol es un juego que se reinventa en cada partido. 

Está claro que es un ganador, aunque todavía no haya podido alzar ni la Copa del Mundo ni la Copa América. El crack paulista obtuvo con el Barcelona la Champions (2015) y con el Santos la Libertadores (2011). Tiene en sus vitrinas el campeonato paulista (2010, 2011 y 2012), la Liga Española (2015 y 2016, ambas con el Barça) y la Ligue 1 (2017, 2018, 2019, 2020 y 2021, todas con el PSG). Con la selección, se colgó el oro olímpico (2016) y conquistó la Confederaciones (2013). 

Pero “Ney” parece un adolescente eterno. Solo lo motivan los grandes retos. Su calendario está marcado por los desafíos, que es cuando empiezan las definiciones, los partidos importantes, y no por los torneos ni el diagrama de los preparadores físicos. Su vida también son las fiestas, los viajes, los partidos de póker con amigos y la falta de apego al gimnasio y los entrenamientos. En París dicen que ya no se recupera como cuando tenía 25 años y han cerrado el ciclo en el que consideraban que sus “caprichos” estaban por encima de los rigores del profesionalismo. A tal punto que desde 2017 hasta la derrota con el Madrid en semifinales de la Liga de Campeones, este año, Neymar estuvo presente en apenas el 47 por ciento de los partidos disputados por su equipo, el PSG.

Qatar es un reto mayúsculo para el gran Neymar, un deseo a la altura de su estrella. Quizá sea la última oportunidad que posee de coronar su historia de hermandad con la pelota con el título máximo del fútbol, el que abre las puertas a la gloria. Si lo logra, será una historia que empezó en una favela y pondrá patas para arriba a la “industria” del fútbol.