El regreso de la ilusión

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En tierra arrasada, floreció un nuevo grupo, con la conducción que nadie imaginaba. Cómo fue la reconstrucción argentina. 

Fotos: AFP.

Es al mismo tiempo el hombre que nadie esperaba y el líder que siempre estuvo allí, una especie de elefante en la habitación, el conductor inevitable que ninguno percibió hasta que el desastre lo ungió como tal. Lionel Scaloni quedó al frente de la selección argentina de un modo circunstancial y, se creía, momentáneo, pero llega al Mundial con una imagen positiva y un consenso que cualquier político envidiaría.

Silencioso y moderado, construyó poder puertas adentro, gestionando la difícil transición generacional de un seleccionado que acarició la gloria máxima y terminó siendo resistido por el público. Amalgamó un grupo que combinó caras nuevas, y en algunos casos desconocidas para buena parte del pueblo futbolero, con líderes de la camada anterior.

Al inicio del ciclo, sin embargo, todo tambaleó y Scaloni se encaminaba a ser un eslabón más de la cadena de desatinos en la que la selección entró desde 2016. Una cuesta abajo que no invitaba, precisamente, a la ilusión.

En la Copa América de 2019, la Argentina deambulaba por la cancha sin dar señales de a qué jugaba. El debut fue derrota 2 a 0 contra Colombia. En el segundo encuentro, contra Paraguay, el partido estaba empatado a uno cuando a los 17 minutos del segundo tiempo Nicolás Otamendi derribó a Derlis Soto en el área. Otra derrota hubiera significado la eliminación en fase de grupos en un campeonato en el que cruzan esa barrera ocho de los doce equipos participantes. El cargo de Scaloni no resistiría un fracaso así. Pero Franco Armani desvió el penal, el resultado se mantuvo, y con la victoria en el tercer partido, ante Qatar, la selección se salvó del papelón y el entrenador conservó su puesto.

DEL CIELO A LA LONA 

Entre 1978 y 1990, de cuatro mundiales disputados, la Argentina llegó a la final en tres y ganó dos. La vara quedó altísima para quienes vistieron luego la celeste y blanca, y los resultados no acompañaron: Recién en 2014 la selección pudo ir más allá de los cuartos de final de un Mundial y cayó en el partido decisivo ante Alemania. En el medio, hubo dos campeonatos (doblete en la Copa América en 1991 y 1993) y algunas finales perdidas. 

Aquella generación que fue segunda en Brasil parecía destinada a romper el maleficio, pero en 2015 y 2016, ya con Gerardo Martino al frente, perdió dos finales por penales contra Chile. Con el corazón roto, la gente pasó del amor al odio y le dio la espalda al equipo. Messi sintió el golpe y decidió retirarse del seleccionado. 

Al mismo tiempo, en la Asociación del Fútbol Argentino la rosca política y las intrigas palaciegas lo devoraban todo. La muerte de Julio Grondona en 2014 cerró su ciclo de 35 años ininterrumpidos al frente de la institución. El poder, que se acumulaba en su figura de héroe y villano a la vez, quedó desparramado por el suelo. 

La pulseada dirigencial se cargó a Martino. El entrenador se cansó de que los clubes no cedieran a los jugadores convocados para participar de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y renunció.

Mientras tanto, las Eliminatorias para clasificar al Mundial de Rusia seguían su curso. “Sueño con salir campeón”, declaró un sonriente Edgardo Bauza al asumir como nuevo conductor de la selección en agosto de 2016, con Argentina tercera en la tabla de posiciones. Messi dio marcha atrás con su renuncia y volvió al equipo. El ciclo de Bauza, a pesar de comenzar con una victoria, duró solamente ocho partidos. Fue despedido con Argentina en zona de repechaje, en la quinta posición.

La renovación de nombres fue de la mano de un rearmado táctico: Scaloni se apoyó en un mediocampo y una defensa sólidos.

El tercer entrenador del camino turbulento hacia Rusia fue Jorge Sampaoli. Con contrato vigente en Sevilla al momento de ser convocado por Argentina, su llegada al seleccionado no fue sencilla de resolver. La dinámica negativa que arrastraba el conjunto nacional no solo no se revirtió, sino que se profundizó, a pesar de la clasificación agónica conseguida en Ecuador: tres goles de Messi dieron vuelta un partido que pudo haber significado la primera ausencia mundialista de la Argentina desde México 1970.

Ya en el Mundial, la única opción parecía ser el sufrimiento: rumores de conflictos internos, de maltratos hacia empleados, de falta de conducción, de intervención de referentes del plantel en el armado del equipo, de discusiones entre colaboradores del cuerpo técnico y jugadores, entre otras dificultades, explican en parte lo que se vio en la cancha: la Argentina no pasó del empate contra Islandia, fue goleada por Croacia y le ganó sobre la hora a Nigeria para, al menos, pasar de ronda. Contra Francia, en cuartos de final, las diferencias enormes entre un equipo y otro se maquillaron en un marcador ajustado. La derrota 4 a 3 concluyó un ciclo calamitoso.

EL MENOS PENSADO 

Los grandes candidatos para suceder a Sampaoli eran Diego Simeone, Marcelo Gallardo, Mauricio Pochettino, Marcelo Bielsa y Ricardo Gareca, entre otros. La complicada situación institucional, la pobre actualidad deportiva y una perspectiva incierta hicieron caer una por una las opciones.

A fines de julio de 2018 debía jugarse el tradicional torneo de L’Alcudia, en España, para seleccionados sub-20. Lionel Scaloni, que ingresó al cuerpo técnico de Sampaoli en Rusia por una amistad entre su padre y el ex DT de Chile, fue el único sobreviviente de aquel grupo de trabajo, el único que no renunció a su cargo.

Asumió, entonces, como entrenador interino mientras la AFA se tomaba un tiempo para buscar a otro de más renombre. 

Desde sus primeras convocatorias, Scaloni apostó a la renovación: buena parte de la camada que jugó los tres mundiales previos quedó relegada y aparecieron caras nuevas en el predio de Ezeiza. Desde el 7 de septiembre de 2018, en la goleada 3 a 0 contra Guatemala en el Memorial Coliseum de Los Ángeles, en este ciclo debutaron 38 jugadores en la selección argentina.

En octubre de ese año, hizo su primera aparición una de las piezas clave del equipo: Rodrigo De Paul, jefe de gabinete de un grupo presidido por Messi, líder futbolístico y espiritual, soldado siempre listo para batallar en el mediocampo y figura en la final de la Copa América obtenida en Brasil.

Ya en 2019 se sumaron al seleccionado jugadores como Alexis Mac Allister y Nicolás González. También debutaron con Scaloni Juan Foyth y Lucas Ocampos.

En 2021, ingresaron tres que rápidamente se ganaron un puesto como titulares: Emiliano “Dibu” Martínez, Cristian “Cuti” Romero y Nahuel Molina Lucero. Los primeros dos, baluartes en la defensa, fueron hallazgos del entrenador, jugadores prácticamente desconocidos para el gran público y que nadie reclamaba. 

Al mismo tiempo, Scaloni le dio sus primeros minutos al chico estrella del fútbol local: Julián Álvarez, entonces en River y ahora en el Manchester City, fue convocado con la intención primaria de foguearlo y llevarlo de a poco.

La renovación de nombres fue de la mano con un contrapeso en el armado del equipo: luego de años de un desbalance apoyado en la cantidad y calidad de jugadores de ataque, Scaloni rearmó tácticamente a la selección apoyándose en un mediocampo y una defensa sólidos, que se fueron consolidando con el correr del ciclo y la incorporación de los debutantes.

Le dio la 5 a un volante como Leandro Paredes, con pasado más creativo que de contención, para construir juego a partir de su figura. Rodeó de socios a Messi, comprendiendo su actualidad y el paso del tiempo, relevándolo de funciones defensivas para que explote lo que mejor sabe hacer desde tres cuartos de cancha en adelante. Le dio el centro del ataque a Lautaro Martínez, que al igual que Paredes venía de quedarse afuera del Mundial de Rusia en el tramo final, y el exjugador de Racing le respondió convirtiéndose en el goleador del ciclo. Le brindó, además, una nueva oportunidad a Ángel Di María, quien devolvió la confianza desde el banco de suplentes o como titular, según la ocasión, y metiendo goles en las finales contra Brasil e Italia.

La columna vertebral del equipo (1, 2, 5, 10 y 9) quedó conformada, así, por aciertos de su ciclo y el gran ídolo: Dibu Martínez, Cuti Romero, Paredes, Messi y Lautaro Martínez.

EL GRUPO 

Desde que asumió el cargo y hasta el 10 de julio de 2021, cuando la Argentina le ganó 1 a 0 a Brasil en el Maracaná para cortar una sequía de 28 años sin títulos, buena parte del periodismo y el público cuestionó a Scaloni. En todo ese tiempo, sin embargo, solo hubo elogios para su figura de parte de los jugadores, que encontraron en cada convocatoria un espacio en armonía, una segunda casa a la que extrañan cuando les toca volver a sus clubes.

Ese compañerismo que derivó en amistades es explícito en redes sociales, y se observa también en el campo de juego, donde prima la solidaridad. El espíritu suplió, en muchos momentos del ciclo, las inconsistencias en el juego. Aquello del “fútbol champán” surgió como ironía y terminó como exhibición de orgullo ante un equipo que alcanzó la identificación plena con la gente.

El campeonato en Brasil terminó por relajar las últimas tensiones y la Finalissima contra Italia confirmó las buenas sensaciones. Pero un Mundial es otra cosa, su entrenador lo sabe, y lejos de subirse a un carro triunfador, apela a la prudencia. Como en los inicios de un interinato que terminó por confirmarlo, cocina de a poco un proceso que, de mínima, ya puede colgarse la medalla de haber devuelto la ilusión y levantar una vez más a la selección de las cenizas.