Aprender en orden

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Guillermo Jaim Ercheverry

Médico, científico y académico; rector de la Universidad de Buenos Aires entre 2002 y 2006. En Twitter: @jaim_etcheverry

 

Además de determinar la calidad de los aprendizajes, las evaluaciones educativas aportan valiosa información sobre las condiciones en las que estos se producen. Es bien conocido el hecho de que en las evaluaciones de comprensión lectora, matemática y ciencias, los estudiantes cuyas familias tienen mayor nivel socioeconómico obtienen mejores rendimientos que los que provienen de las más pobres.

En el estudio PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el que participan jóvenes de 15 años, se comprobó que en muchos países los alumnos en desventaja socioeconómica mejoraron sus resultados en la década comprendida entre 2006 y 2015. Así, por ejemplo, en España, la proporción de este grupo de estudiantes que, desafiando su destino, han logrado alcanzar el nivel 3, el intermedio, pasó del 17 por ciento en 2006 al 25 por ciento en 2015. En otros países también se observó una mejora significativa, pero, si bien este tipo de alumnos –con la capacidad de sobreponerse, es decir, resilientes– abundan en las sociedades asiáticas, en otras son muy escasos. En la ciudad de Buenos Aires, los alumnos resilientes representan el 7,6 por ciento de los desfavorecidos.

Para ayudar a estos jóvenes a mejorar sus aprendizajes, los investigadores de PISA se propusieron determinar los factores involucrados en ese proceso de recuperación. Analizando las condiciones que podrían explicar ese hallazgo, se encontró que el 30 por ciento de la mejora de los resultados se explica por la existencia de un buen clima disciplinario en la escuela. Aquellas a las que asisten esos alumnos se caracterizan por un ambiente positivo que genera un entorno ordenado, observándose además que ni alumnos ni docentes llegan tarde o faltan a clase. En España, por ejemplo, se ha comprobado que el número de alumnos que han perdido días de clase o que llegan tarde disminuyó significativamente entre 2006 y 2015. Los estudiantes más desfavorecidos no logran compensar el tiempo que se pierde por las ausencias y por las clases desordenadas, y es en ellos en quienes los efectos de estos factores son más notables. Los recursos materiales solo explican el 10 por ciento de la variación y también es menor la influencia del tamaño de la clase, la cantidad de computadoras y las materias extracurriculares. Otro factor importante es que los profesores no cambien durante el año y que los directores tengan capacidad de liderazgo.

“La mejora de los resultados se explica por la existencia de un buen clima disciplinario”.

Un estudio realizado por Aletta Grisay en Bélgica, reproducido luego en Francia, llegó a conclusiones similares: los alumnos en desventaja social obtenían buenas notas en las escuelas que contaban con profesores exigentes en sus expectativas, que sostenían que “quien quiere, puede”. Asimismo, en las escuelas se actuaba con “mano de hierro en guante de seda”.

Estos resultados nos ayudan a reflexionar acerca del futuro de la educación en la Argentina, que, lamentablemente, ocupa los primeros lugares entre los países participantes en PISA con relación a las ausencias de los alumnos y al desorden en las aulas, cuyo control insume por parte del docente una gran cantidad de tiempo. Como demuestran los estudios comentados, esas son las condiciones que perjudican a quienes, para organizar sus vidas, más necesitan de la escuela, que no puede ni debe abandonarlos a su suerte.

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