Cultivar la atención

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Guillermo Jaim Etcheverry

Médico, científico y académico; rector de la Universidad de Buenos Aires entre 2002 y 2006.

En Twitter: @jaim_etcheverry

 

Vivimos hoy acosados por mensajes que se disputan con ferocidad nuestra atención, la presa más apetecible en la sociedad actual, porque en ese prestar atención comienza el camino al omnipresente consumo. La preocupación por esta trascendente batalla hizo que me atrapara una cita que encontré hojeando un libro. Decía: “Lo que los estudios favorecen es el cultivo de la atención”. La autora de esa frase es SimoneWeil (1909-1943), destacada filósofa francesa que enseñó en Europa y en los Estados Unidos desarrollando simultáneamente una intensa actividad política en el convulsionado mundo de la primera mitad del siglo 20. En el texto del que proviene esa cita, Weil sostiene que, en realidad, la importancia de estudiar no reside en aprender ciertos y determinados saberes (que obviamente la sigue teniendo a pesar de que la teoría pedagógica contemporánea intente convencernos de lo contrario). Tampoco en adquirir los métodos que conducen a esos conocimientos, que, aunque resulte esencial desarrollarlos, al igual que los saberes pueden cambiar con el tiempo. Según Weil, lo más importante es que al estudiar algo se ejercita una conducta paciente que obliga a concentrar la atención, de manera persistente, para comprender una situación o resolver un problema. Al hacerlo, la persona se mantiene como en suspenso, se centra en el objeto de su atención con el que intenta familiarizarse y se abstrae de todo lo que la rodea, casi hasta desprenderse de sí misma. Por eso, Weil interpreta que el desarrollo de esta facultad de atención es el objetivo básico del aprender, su principal función. Dice: “Si se busca con verdadera atención la solución de un problema de geometría, aunque en una hora el progreso resulte escaso, durante cada minuto de esa hora se habrá avanzado en una dimensión más misteriosa… Los frutos se recogerán en el futuro”. Por esa razón sostiene que todo genuino esfuerzo de aprendizaje resulta útil.

“El desarrollo de esta facultad de atención es el objetivo básico del aprender, su principal función”.

Como el debate sobre la formación de las personas se centra en qué y en cómo enseñamos –cuestiones de indudable importancia–, es posible que no advirtamos que ese proceso supone algo de igual trascendencia humana: el cultivo de la capacidad de prestar atención, el ejercicio de la concentración reflexiva. Se trata del “ensimismamiento”, al que se refiere Ortega y Gasset, quien contrapone dos estados de espíritu. El de los monos que, pendientes de lo que ocurre a su alrededor, no viven desde sí mismos sino desde lo otro, “alterados”; y el de los seres humanos, quienes poseen “esa rara capacidad de entrar dentro de sí, de pensar”. La concepción de Weil impresiona, porque al sostener que “aprender es, en esencia, aprender a atender”, trae al primer plano el desarrollo de la atención en momentos en los que la cultura de la distracción imperante intenta “alterarnos”, es decir, acercarnos insensiblemente a los monos del zoológico.

Adquirir información a toda velocidad es importante, pero tal vez más trascendente sea lograr interpretar esa información, encontrarle un sentido mediante el ejercicio de la reflexión. En última instancia, la educación debería ayudarnos a tomar conciencia de los valores fundamentales que entran en juego cuando decidimos concentrarnos y focalizar nuestra atención.