La increíble historia de Papá Noel

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Felipe Pigna
Historiador, profesor de Historia, escritor; director de la revista Caras y Caretas y de elhistoriador.com.ar.

El original, San Nicolás, nació muy lejos de Noruega, los trineos y la nieve, en Patara, actual Turquía, en el año 305. Nicolás era un muchacho rico hasta que murieron sus padres y optó por repartir toda su riqueza entre los pobres. Se hizo monje e ingresó en el monasterio de Sión. Debió abandonar la vida monacal cuando heredó de su tío el obispado de Myra.
Cuentan que una noche, mientras dormía en una posada, despertó envuelto en una pesadilla: tres jóvenes eran brutalmente asesinados. Pero cuando se levantó, descubrió que su sueño era más que una premonición: los cuerpos estaban siendo preparados para ser salados y servidos como fiambre. Logró detener al asesino, lo entregó a las autoridades y resucitó a los muchachos.
Otra leyenda narra la historia de tres hermanas casaderas que por vivir en la miseria y no disponer de la obligada dote, estaban a punto de ser vendidas por su padre a un mercader que las iba a prostituir. El asunto llegó a oídos de Nicolás, quien merodeó la casa y notó que las chicas tenían la costumbre de dejar sus medias secándose en la chimenea. Todas las noches fue dejando en cada par el dinero suficiente para escapar de la esclavitud. Cuando estaba colocando la última moneda, fue sorprendido por el padre de las muchachas, quien difundió el episodio acrecentando la fama de caritativo del obispo. Las medias en la chimenea tendrán después imprevistas derivaciones navideñas.
Los relatos sobre sus milagros comenzaron a multiplicarse. En 1087, marinos italianos exhumaron los restos de San Nicolás para salvarlos de los piratas sarracenos y los llevaron al puerto italiano de Bari, donde descansan desde entonces en el templo de San Esteban.
Desde el siglo XIII se difunde la tradición de San Nicolás repartiendo regalos a los niños en cada aniversario de su fallecimiento. Durante la reforma protestante, cobró fuerza la tradición del Christkind, nada menos que el propio Niño Jesús obsequiando juguetes el mismo día de Navidad. En Holanda, ya en el siglo XVII, San Nicolás aparece en las tradiciones vestido de obispo, con barba blanca, montando en un burrito blanco y acompañado de su ayudante el “Negro Pedro”, que portaba una bolsa llena de golosinas para los niños que se habían “portado bien” durante el año. Cuando los holandeses colonizan América del Norte y fundan Nueva Ámsterdam –actual Nueva York–, llevan consigo la tradición de San Nicolás. En lo que serían los Estados Unidos, se celebra un San Nicolás al que llaman Sinter Klass, y por deformación terminan nombrando Santa Claus. En Inglaterra, Santa comenzó siendo Father Christmas, es decir Padre Navidad, y en Francia, Père Noël, y de allí pasará a España conservando el vocablo francés Noel para llamarse Papá Noel.

“Desde el siglo XIII se difunde la tradición de San Nicolás repartiendo regalos a los niños”.

De aquí en adelante su transformación se acelera. En 1809 Washington Irving publicó su libro Historias de Nueva York. Allí describe a San Nicolás llegando en un caballo volador con su bolsa de regalos dispuesto a repartirlos por las chimeneas de las casas de los niños buenos. Clement Morre agregó en 1823 el trineo y los renos; Thomas Nast, el dibujante oficial de las famosas tiendas Harper’s, le dio su gordura, su cara bonachona y la bolsa de juguetes; un dibujante de Chicago de origen sueco, quien trabajaba para Coca-Cola, le dio en 1931 el toque final. Quedó un Santa gordito, simpático, bonachón, con un traje brillante con los colores de la gaseosa, rojo y blanco.
Aquel Nicolás del siglo IV, obispo de una región de la actual Turquía, más conocido como San Nicolás de Bari, nunca se imaginó que terminaría siendo la imagen más popular de la Coca-Cola.