Me llamo león

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Agustina Boldrini

Desde que la historia de la humanidad tiene conciencia de sí misma, las formas de expresión siempre han sido el bien más preciado por todos. La palabra, el dibujo, la música, las señas, todas fueron y son herramientas de las que los seres humanos echamos mano para comunicarnos.

En aquellos momentos históricos en los que rigió la censura, un sinnúmero de artistas, periodistas, escritores buscaron la manera de decir por medio de metáforas, de figuras o de relatos que en apariencia manifestaban una cosa, pero que en el fondo escondían otro mensaje.

Hoy me gustaría traerles una historia que ocurrió en el siglo I, cuando Fedro vivía en un Imperio romano en el que no se podía expresar con libertad lo que se pensaba.

¿Quién era Fedro? Era un simple esclavo al que, por su elevada cultura, se le concedió la posibilidad de ser maestro de escuela. Allí les enseñaba a los niños las fábulas de Esopo (también esclavo y cuyo nombre se relaciona con la fábula griega).

Más tarde, siguiendo la inspiración del escritor griego, también dio rienda suelta a la creatividad y desarrolló su producción literaria. En sus fábulas, les daba voz a diferentes animales que se convertían en los portadores de la opinión que él no podía expresar. En contraposición con la literatura de la época (la epopeya), los personajes no son dioses ni héroes, sino simples animales que comparten características con los seres humanos.

“Las fábulas son relatos breves, y una de sus características es que siempre aportan una moraleja”.

Las fábulas son relatos breves, y una de sus características es que siempre aportan una moraleja, es decir, una lección o enseñanza. Las más antiguas la tienen escrita al final; en las más modernas, corren por cuenta del lector.

En esta oportunidad, vamos a revisar una fábula de Fedro –El león, la cabra, la vaca y la oveja– que da origen a una expresión latina que usamos en nuestros días: quia nominor leo. 

Andaban, al parecer, en perfecta armonía por las sierras un león, una cabra, una vaca y una oveja. Cazaron un ciervo, y habiéndolo dividido en cuatro partes, pensaba cada cual tomar la suya cuando dijo el león con tono severo:

—La primera parte es mía porque me llamo león [“quia nominor leo”]; la segunda me pertenece porque soy más fuerte que vosotros; me adjudico la tercera porque he trabajado más que vosotros; y si alguien me disputase la cuarta tendrá que habérselas conmigo.

De este modo, se quedó con todo el ciervo.

Moraleja: no conviene asociarse con los poderosos, porque se quedan el provecho y solo dejan el trabajo a los débiles.

Aquí podemos ver que quia nominor leo significa “porque me llamo león”. Esta frase se emplea en aquellos casos en los que alguien se sale con la suya simplemente porque es el más fuerte. La podemos encontrar con relación a un Estado, a un gobierno, a un político y, por qué no, a algún jefecillo tirano. 

Fedro sostenía que sus relatos buscaban representar la vida y las costumbres de los seres humanos de su tiempo en general (“Ipsam vitam et mores hominium ostendere”, decía). Lo cierto es que algunos personajes de su época se sintieron tocados. Este fue el caso de Sejano (prefecto del pretorio de Tiberio), quien lo condenó por haber aludido a él maliciosamente en sus fábulas… Quia nominor leo y cola de paja (les debo su explicación para la próxima).