Papelito

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Muchas veces estuve desorientado, sentía que me faltaba conexión con el mundo. Con el mundo real. Como si algo o alguien me hubiese cubierto el rostro para que no leyese, no viese, no escuchase. Por eso me acostumbré a guardar un papelito en el bolsillo de atrás del pantalón. Ese donde solemos poner un pañuelo o donde acomodan su celular las chicas sin cartera. Escribo sobre él y lo doblo una vez. A veces dos. En ese papelito escribo lo que quiero, lo que me gusta. Y lo voy cambiando. No tiro el anterior, lo guardo ahí, donde suelo acomodar mis esperanzas. A un costado. Un poquito más acá, un poquito más allá. El papelito es mi espejo. Si alguien quiere ver mi rostro, solo debe encontrar el escondite y podrá escribir mi biografía. 

Hoy, por ejemplo, escribí sobre los niños del mundo. Y puse que no sufren. Es una mentira, lo sé, pero me gusta creerla. No se olviden de que es mi papelito y escribo lo que me gusta. Escribí que en Siria la guerra no mata niños, que en Haití no padecen hambre, que en los Estados Unidos no los separan de sus padres en la frontera, que en Alemania no los discriminan por el color, que en Australia no los aíslan como refugiados, que en África no les cortan las manos para evitar que voten. Eso no existe en mi papelito. Allí los niños son felices, devuelven sonrisa con sonrisa, solo quieren jugar un ratito más y agradecen una caricia con una mirada que derrite. 

“Y así hago con todos los temas. Tengo una montaña de papelitos guardados, con buenas y lindas noticias”.

En otro puse que no existe el odio. Que todos somos iguales, que tenemos los mismos derechos y defendemos ideales parecidos. También puse que el dinero hace falta, pero en mi papelito lo distribuyo de forma pareja, para que la mitad del mundo no pase hambre. ¿Qué sentido tiene que Jeff Bezos tenga plata que jamás podrá gastar, mientras que a Claudio, el muchacho que cuida la cuadra, no le alcanza para llevar a su hija al médico? Es solo un papelito, otro más, lo doblo y lo guardo.

Un día, me puse sentimental y garabateé algo que vi en una película sobre amor, tiempo y muerte. Deseamos sentir amor, ansiamos tener más tiempo y le tememos a la muerte. Una cadena de conexiones que define para qué estamos. Me gustó y lo escribí.

También redacté uno diciendo que mis hijos iban a recibir un mundo maravilloso. Otra mentira. Igual que el oro, el agua empezó a cotizar en el mercado de Wall Street y en 30 años los países van a ir a la guerra por ella. Tendrán que pelear por un vaso de agua… 

Después en otro anoté sobre la buena gente y los buenos amigos, hice uno más sobre la honestidad, otro sobre la importancia de las pequeñas cosas que te hacen sentir feliz. Por supuesto, uno sobre el mundo en paz. Me gusta mentirme.

Y así hago con todos los temas. Tengo una montaña de papelitos guardados. Con buenas y lindas noticias. Pienso que el mundo tendría que ser así, pero por ahora es solo el mundo de uno. De mí. Soy el papelito, soy una noticia que descansa tranquila. Y ese espacio feliz donde están todos es el lugar que elegí para esconderme. Y asomarme de vez en cuando a escribir otro papelito.