Fútbol

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Empezamos el mes del fútbol, empezamos el Mundial. Banderas y camisetas de Argentina por aquí y por acullá. Somos argentinos y se lo gritamos al mundo. El chauvinismo —ese sentimiento o actitud exacerbada, mediante la cual se exalta a la nación propia por encima del resto— es la clave de nuestros días. Y si pudiéramos revisar en lo más profundo del sentir de este pueblo, encontraríamos la convicción de que el fútbol nació en Argentina y siempre hemos sido los mejores en este deporte.

Ahora bien, ¿cuál es el origen del fútbol? Según la revista National Geographic, “los chinos fueron los primeros en divertirse dando patadas a pelotas y metiéndolas en redes como deporte en el siglo III a.C., y el deporte conocido mundialmente como fútbol se formalizó en Inglaterra en el siglo XIX. Pero el predecesor de este deporte con balón más moderno tal y como lo jugamos hoy en día se encuentra en las Américas”.

Las civilizaciones precolombinas jugaban un deporte con una pelota pesada hecha de una sustancia derivada de la resina de los árboles. No está claro dónde se inventó exactamente, pero hay diferentes registros que indican que este juego era popular en muchas de estas culturas.

Lo cierto es que de uno o del otro lado del Atlántico, hace ya mucho tiempo empezaron a establecerse las reglas de este deporte que consiste en hacer goles.

“Gol”, este término mágico, resuena como una válvula catártica que libera y a su vez llena de alegría. Hay goles tan célebres que tienen nombres:

Gol olímpico. La selección uruguaya había salido campeona de los Juegos Olímpicos de París en 1924, y el seleccionado argentino le quiso hacer honores con un partido amistoso en Buenos Aires. 

“’Gol’, este término mágico, resuena como una válvula catártica”.

En este encuentro, el porteño Cesáreo Onzari pateó un tiro de esquina y, casi como si algún hechizo hubiera obrado, la pelota se metió en el arco sin mediar toque alguno de otro jugador. Fue la primera vez que se registraba un tanto de este tipo, entonces se lo llamó “el gol a los olímpicos”. El tiempo hizo lo suyo y, ahora, cuando vuelve a ocurrir este milagro, se lo conoce como gol olímpico.

Gol de chilena. Ramón Unzaga era un español que se nacionalizó chileno. Pasó a la historia como el creador de la “chilena”. Describe Galeano, en El fútbol a sol y sombra: “Con el cuerpo en el aire, de espaldas al suelo, las piernas disparaban la pelota hacia atrás, en un repentino vaivén de hojas de tijera”. En el Primer Campeonato Sudamericano, disputado en 1916, en Buenos Aires, los periodistas argentinos vieron esta destreza y la bautizaron “chilena”. 

Gol de rabona. En el partido Estudiantes-Rosario Central, en 1948, el pincha Roberto “Beto” Infante recibió un remate. Se encontró ante una situación que debía resolver rápidamente. Cruzó la pierna derecha por detrás de la izquierda y le pegó. Gol. El Gráfico tituló: “El Infante que se hizo la rabona”. Este juego de palabras desembocó en el nombre que hoy recibe la jugada. Si lo hubiese publicado un diario cordobés, se llamaría “la chupina”; si lo hubiese publicado uno del norte, se llamaría “la yuta”; si lo hubiese publicado uno de alguna provincia cuyana, se llamaría “la rata”.