El cierre del año escolar

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Noviembre viene cargado de exámenes y de la finalización de proyectos en el aula. Se ponen a prueba la ansiedad, la exigencia y el cansancio. Claves para que los chicos transiten del mejor modo la última instancia del ciclo lectivo.

El calor inunda los recreos y vuelve la ropa liviana. Todo el grado está más alto que al comienzo del año. Y también más cansado. La sensación es que ya casi, pero todavía no: las vacaciones se ven en el horizonte, aunque faltan los últimos cien metros de la maratón que empezó en marzo. 

¿Cómo hacer para que las semanas que quedan por delante sean la oportunidad para afianzar aprendizajes y llegar al acto de cierre escolar con una sonrisa? 

EN EL AULA

Los docentes saben que a fin de año las capacidades de aprendizaje de sus alumnos suelen estar más limitadas debido al cansancio. Si bien el primer ciclo (de 1° a 3° grado) no es una etapa tan compleja en cuanto a contenidos pedagógicos, es altamente demandante en lo que respecta a la incorporación de habilidades nuevas. En el segundo ciclo (de 4° a 7°), se asume que el niño ya tiene algunas habilidades cognitivas y se avanza sobre contenidos un poco más abstractos. ¿Qué estrategias podrían llevarse adelante en el colegio para que el último tramo no se convierta en una carrera de obstáculos? Mirta Meligrana, psicopedagoga y psicóloga de CEPAP (Centro de Estudio, Prevención y Asistencia Psicológica), asegura que es importante prever en la planificación inicial del año una distribución inteligente y estratégica: “Esto significa, por ejemplo, dejar para fin de año los contenidos menos complejos y más atractivos para los chicos. De esta manera, se potencia la eficiencia del aprendizaje en el aula”. Además sugiere trabajar con evaluaciones más cortas, que se centren en los temas nodales de cada unidad. “Así se asegura un aprendizaje más consistente en los contenidos esenciales, a los que el niño deberá apelar durante los años siguientes. A su vez, se pueden instrumentar estrategias más participativas en el aula y organizar las clases con bloques de trabajo matizados con espacios de recreación que apunten a sostener la atención”, afirma Meligrana.

DESDE CASA

Claro que los adultos de la familia también suelen estar agotados de llevar y traer, las tareas, los trabajos prácticos, los boletines, las muestras de fin de año y el largo etcétera que se acumula en la mochila escolar de sus hijos. Pero no es un momento de aflojar. “Es un tiempo para estar un poco más atentos a sus necesidades, porque el cansancio los vuelve más olvidadizos”, dice Fabiana Gallelli, psicóloga de CEPAP. Para sostener las rutinas de estudio y las tareas, es fundamental la organización: “Conviene armar un lugar propicio en la casa para el estudio y fijar horarios. También ayudarlos a ordenar sus carpetas y verificar que estén en condiciones los elementos de trabajo. Pero, sobre todo, sentarse con ellos para ver juntos cómo es su situación en cada materia, los trabajos que adeudan y lo que tienen que revisar”, dice Mabel Schajris, directora de Saberes Taller de Estudio. Para Gallelli, puede ser una gran decisión el acercarse al colegio a conversar con los docentes: “Ellos nos darán una mirada objetiva de cómo viene trabajando nuestro hijo y si hay contenidos que debería reforzar. No esperemos a que nos llamen, porque, en general, cuando esto sucede es porque las dificultades ya son mayores”. “Estar al tanto de cuáles son las materias o los temas en los que se presentan mayores dificultades hace que se pueda colaborar con los docentes y apuntalar a los chicos en sus tareas”, coincide Schajris.

“Es un tiempo para estar más atentos a las necesidades de los chicos, porque el cansancio los vuelve más olvidadizos”.
Fabiana Gallelli

Hay que recordar que la capacidad de aprender depende, en gran parte, de los hábitos saludables de descanso, alimentación y recreación (porque mejora el humor de los niños y su actitud al momento de estudiar). “Mientras dormimos, la memoria a corto plazo se consolida como memoria a largo plazo; eso significa que lo que el niño aprendió en la escuela ese día, por ejemplo, pasa a ser conocimiento que puede ser recuperado más adelante”, asegura Fabiana Gallelli, y explica que si los chicos no duermen lo suficiente, los aprendizajes no se consolidan y ellos van a estar somnolientos en el aula y sin poder prestar la suficiente atención, pero además verán perjudicada la totalidad de sus aptitudes de aprendizaje, bajando el rendimiento y la capacidad. En este punto, es vital que, al menos una hora antes de ir a la cama, no estén en contacto con pantallas, porque “hacen que el cerebro entre en una modalidad de funcionamiento totalmente opuesta a la que se requiere al irse a dormir”, explica Meligrana.

CÓMO AYUDARLOS A ESTUDIAR

Las especialistas sugieren armar junto con los niños un cronograma en el que se detallen tareas, trabajos y pruebas. Además, está muy bien proponerles prácticas específicas en las áreas que más les cuestan, “pero debemos ser equilibrados para no abrumarlos con horas interminables de prácticas en temas que no les gustan o les resultan arduos”, dice Meligrana. Por supuesto que si las dificultades son mayores, habrá que evaluar un apoyo extraescolar. “Muchas veces, el enfoque didáctico de otro docente o un aprendizaje más personalizado destraban procesos cognitivos y le ahorran disgustos e inquietudes a toda la familia”, concluye Meligrana. 


LO QUE HAY DE FONDO

La psicóloga Analía Mitar, especialista en crianza y directora de Family Hold, describe este momento del año escolar como un combo con componentes complejos: la acumulación de cansancio, la sobrecarga de actividades que causa que los niños (y sus padres) entren en un circuito de estrés y de aceleración por hacer todo en tiempo y forma, y una exigencia muy alta. No alcanzar el nivel deseado puede conllevar tristeza o depresión. “No hay que olvidar que los niños necesitan distención, recreación y ocio para jugar y conectarse con su mundo interno. Es necesario bajar la exigencia que muchas veces los padres les imprimen a sus hijos”, afirma.