Entre la autoestima y el individualismo

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Educar a la denominada “generación de discutidores” es uno de los principales desafíos de la escuela. En crisis entre lo que ella intenta enseñar y lo que los jóvenes aprenden en su vida cotidiana, se impone la necesidad de repensar conceptos y encontrar puntos de diálogo.

Por: Antonela de Alba

El modelo de educación que prima en la actualidad está basado en la suposición de que es el maestro quien sabe más que el alumno, y por supuesto debe, además, tener expertisse en transmitirlo. Sin embargo hoy pareciera que en algunas áreas los alumnos superan en conocimiento a los docentes. “Es la primera vez en la historia de la humanidad que los jóvenes saben sobre algo mucho más que los mayores. El uso de la tecnología, la velocidad para aprender a utilizar nuevas aplicaciones, la capacidad de encontrar información, la habilidad para desenvolverse en las redes… En esto son maestros”, explica Paula Molinari, autora del bestseller Turbulencia generacional y presidenta de Whalecom. Y continúa: “Por eso, en algunas empresas se dan casos de mentoreo de jóvenes a adultos, lo que se llama reverse mentoring”.
El problema (o no) es que en la actualidad los jóvenes tienen la información que deseen al alcance de la mano. Desde cómo resolver un cálculo complejo hasta los pasos a seguir para arreglar un velador, desmitificar o poner en duda lo que se les explica y chequear cuánto de verdad hay en lo impuesto. Esto lo pueden hacer en cualquier momento y lugar, las 24 horas del día. Si algo no les parece correcto, preguntarán por qué es así. “Estas nuevas generaciones son el producto de viejas batallas ganadas y de nuevas batallas perdidas. Toda la carga puramente autoritaria que solía representar al docente desapareció en gran medida”, apunta Pablo Vázquez, docente de Lengua y Literatura en primaria y secundaria, formado en Letras en la Universidad de Buenos Aires.
Las nuevas tecnologías cambiaron la forma de acercarse al conocimiento y de aprender. Manuel Castells, en su libro La Galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, empresa y sociedad, explica cómo lo que está sucediendo con las nuevas TICS es similar a lo que pasó con la aparición del libro. Cuando surgió la imprenta y el libro pudo llegar a muchas personas se produjo un cambio de paradigma: el saber estaba al alcance de muchos. Estos choques culturales modifican la visión del mundo y ponen en jaque las estructuras dominantes, los modos de hacer. Los jóvenes nacidos a fin de la década del 80 y durante los 90 vinieron al mundo cuando el celular y la computadora empezaban a ser masivos. Esta autonomía en la que se manejan desde pequeños se traslada hoy a la forma en la que adquieren conocimiento y en la que piensan. Saben qué quieren y cómo lo quieren.
“Los millennials son una generación eminentemente gregaria, colaborativa. Es que son la generación del 11 de septiembre, viven catástrofes climáticas, terrorismo… En un mundo que parece que está por explotar, y en una situación de contexto que genera mucha incertidumbre, lo que les da contención son los afectos, la red de amigos, los contactos. Está comprobado que las redes sociales son uno de los elementos que componen la resiliencia”, señala Molinari. Muchas de las cosas que se enseñan no funcionaron para construir una mejor sociedad ni para desarrollar metas personales y, ellos lo saben. Ponen en discusión el modelo que formó y que siguen sus padres pero, muchas veces, desde una forma pasiva en la que no se comprueba cuánto es pensamiento propio. “Lo que observo es un deseo cada vez más mediatizado. He tenido charlas con estudiantes sobre su propia percepción del tiempo y del espacio en la actualidad, y muchos de ellos manifiestan una sensación de tiempo líquido, que se les escurre de las manos. Sienten que no tienen tiempo ni hay tiempo. Esto posee implicancias filosóficas, pero también muy prácticas, y me muestra, al menos a mí, que esta no es una generación hedonista, sino más bien apática, o que al menos tiene el deseo capturado, ya sea por los medios, por la industria cultural o por la propia imposición de los adultos de sus deseos sobre ellos”, contrapone Vázquez.
Estos jóvenes que alzan sus voces en redes sociales para demandar nuevas formas de hacer son distantes a la hora de poner en práctica lo pedido. Los llaman la generación de los discutidores por cuestionar antes de hacer, por demandar una educación horizontal. Hay un deseo de que el conocimiento sea colaborativo y tendencias al crecimiento en grupo en las que también prevalecen sus deseos individuales.
“Existe una manifestación del deseo propio y una aspiración de lograrlo. Pero también, a la vez, hay una fuerte adhesión a deseos colectivos, de tribu, de comunidad o más trascendentes. El bienestar como tendencia macro hace que todos nos planteemos cómo podemos hacer para vivir mejor, qué queremos, a qué aspiramos. El planteo es de una situación win-win, en la que todos ganamos”, agrega Molinari.
Este modo es también muy funcional al sistema económico actual que busca descentralizar los procesos de producción y hacerlos cada vez más específicos.
“No me queda claro que la economía colaborativa sea un ideal que le interesa a las nuevas generaciones, sino más bien una imposición de los modelos de educación hegemónicos a nivel global, que a su vez están enraizados en los modelos de producción. Lo que muchos colegios implementan como ‘habilidades del siglo XXI’ son las habilidades que el mundo necesita que estos estudiantes tengan cuando sean adultos, para que el sistema político y económico pueda continuar funcionando”, argumenta Vázquez.

“El bienestar como tendencia macro hace que todos nos planteemos cómo podemos hacer para vivir mejor”.
Paula Molinari

Discernir qué es propio de ellos es una tarea fundamental para crear nuevos modos de enseñar y de aprender, tratando de minimizar la deserción y la apatía. Hay un quiebre en las formas de hacer que viene de la mano de la tecnología. Y estos discutidores lo están poniendo en el centro de la escena para que decidamos qué sociedad queremos construir.
En estos jóvenes hay una tendencia a gozar del instante y a devorarse el mundo viajando, discutiendo el modelo de éxito que indica que primero hay que formarse, luego trabajar muchos años en el mismo lugar, tener una familia. “Surge del convencimiento de que los problemas que manifiestan los estudiantes provienen de nosotros, los adultos, desde nuestro rol de padres y docentes”, explica Vázquez.
El mayor problema que enfrenta esta generación que pone todo en tela de juicio deriva en que hay poca concreción de las metas impuestas, deserción de los proyectos y una sensación de “no puedo terminar nada” que genera mucha frustración. La urgencia por la autonomía, sin saber ser autónomos. Paula Alcalá, directora de Learning de Acamica, explica en un artículo en el sitio de este centro educativo de Buenos Aires: “Un programa educativo que pone en foco a la autonomía enseña la forma de hacer y de aprender en un área en particular. Solo así, después, cada persona puede avanzar por su cuenta, siguiendo sus intereses particulares”, desarrolla y Vázquez agrega: “Me parece importante que cada docente, desde su área de enseñanza, encuentre aquellos contenidos que resulten fundamentales para la construcción de ciudadanos cada vez más cerca del compromiso político, pero también más cerca del deseo y del placer”, entendiendo que la alineación con el deseo también puede formar parte de un plan que hay que aprender a trazar.