Filosofar con niños

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Dar lugar a la filosofía en las escuelas significa dar espacio a las preguntas filosóficas, que no son privativas de los adultos. Una manera de descubrir el mundo que permite a los chicos ver todo con una pregunta en la mano.

Portarse bien” es hacer cosas buenas o es obedecer a los adultos? ¿Los adultos siempre hacen cosas buenas? Y si un adulto te pide que hagas algo malo, ¿portarse bien sería no hacerle caso? Y ¿qué quiere decir “cosas buenas”? 

Esta reflexión filosófica del profesor Gustavo Santiago (Universidad de Buenos Aires), que recrea el diálogo de una maestra con sus alumnos, es un fragmento inspirador que suele utilizarse en talleres de filosofía con niños para desatar el diálogo y la indagación crítica en escuelas y espacios sociocomunitarios.

¿Para qué filosofar con niños? “Para no perder el ‘no sé’, para no perder el ‘¿Por qué es así?’ o el ‘No entiendo’. Dar lugar a la filosofía en las escuelas significa no dejar que se adormezca esa visión inaugural del mundo que permite a los niños y las niñas ver todo una y otra vez con una pregunta en la mano, y no permitir que se mecanicen ni automaticen los procesos de pensamiento. Pocas cosas hay más deshumanizantes, creo, que no tener la posibilidad de pensar y equivocarse y volver a pensar e inventar ideas nuevas”, plantea Carmina Shapiro, profesora de filosofía (Universidad Nacional de Rosario), quien durante años participó de Ronda de Palabras, un programa de filosofía con niños y de formación docente de escuelas primarias públicas de Rosario, coordinado por el Ministerio de Educación de Santa Fe.

De esta manera, la pregunta filosófica (que no es privativa de los adultos) pone en cuestión las estructuras preestablecidas, estimula el espíritu crítico y sostiene la curiosidad, la capacidad de cuestionar. 

DESCUBRIR EL MUNDO

Hace dos décadas que el colegio San José de barrio Alberdi, en la ciudad de Córdoba, implementa talleres semanales de filosofía con niños de 5 a 11 años a través del programa Filosofar con Ninxs, que promueve desde 1995 la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) en escuelas, bibliotecas populares y otros espacios.

“La filosofía es una forma de descubrir el mundo, de vincularnos con él, de pensarnos y de inquietarnos. Esto es lo que nos permite darles espacio a las preguntas que buscan las raíces de las cosas, el sentido. Lxs niñxs crean todo el tiempo esas preguntas, porque su mirada no está cargada de respuestas, como la de lxs adultxs. Y esa capacidad de asombro es un tesoro, algo hermoso que es importante alimentar para que cada unx pueda animarse a crear nuevas formas de ver y habitar el mundo”, explica Silvia Picca, directora de la escuela.

Para que las preguntas emerjan, opinan Picca y las profesoras de Filosofía Constanza San Pedro y Magalí Herranz, es necesario generar condiciones, respetar la palabra y las emociones de los otros, saber que no siempre hay una única respuesta y que hay temas que solo dejan más preguntas. 

La tarea es seguir preguntando hasta encontrar los porqué de lo que se piensa y se hace. Lo importante, insisten las docentes, es que los chicos se animen a cuestionarse, a ponerse en juego, porque esa actitud reflexiva y curiosa puede ser una herramienta para la resolución creativa de situaciones en la vida cotidiana.

Chicos de una escuela cordobesa durante uno de los talleres.

CUESTIONAR Y CUESTIONARSE

Aunque no siempre es fácil medir el impacto de las experiencias filosóficas, Ronda de Palabras en Rosario tuvo gran repercusión en el interior de las escuelas.

“Los docentes nos decían que, con el paso del tiempo y las prácticas sostenidas, niños y niñas se sentían más habilitados para preguntar. Hasta nos llegó el comentario de que algunos docentes se quejaban de que los chicos ‘cuestionaban mucho’ y no podían dar sus clases”, recuerda Shapiro, entre risas.

En muchos casos los maestros, incluso, reportaron que mejoraba el humor en el aula. “No ocurría porque la filosofía fuera milagrosa, sino porque chicos y chicas se empezaban a conocer más (también con los profes y las profes), y eso generaba ambientes de mayor comodidad y menor hostilidad”, plantea Shapiro. 

“El desarrollo de la escucha activa, paciente (dando el tiempo para encontrar las palabras) y atenta a la otredad que se expresa son efectos muy importantes y notorios después de que la ‘filosofía con niños’ te atraviesa”, agrega. 

En esta dinámica, es posible salir del reposo complaciente hacia la generación de nuevos sentidos. Los chicos, aseguran los docentes, disfrutan al jugar con las ideas y las reflexiones. 

CÓMO FILOSOFAR

Hay diversas maneras de filosofar con niños. Los pasos más tradicionales (aunque por supuesto no son los únicos) los plantea el filósofo estadounidense Matthew Lipman, que creó programas que incluían novelas filosóficas y manuales de ejercicios de pensamiento. 

Según esta línea teórica, los chicos y el docente se sientan en sillas en círculo, sin mesas. El maestro señala el momento de inicio de lo que llama la “comunidad de investigación y cuestionamiento” (CI); luego, un niño lee el fragmento de una novela que da inicio a un momento de comentarios. A partir de lo leído, se plantean inquietudes e ideas en forma de conceptos, preguntas u oraciones. 

La intención es que el intercambio conduzca al diálogo. “El rol del docente en ese momento no es dar su opinión ni evaluar si lo que dicen está bien o mal, sino acompañar con preguntas para que los estudiantes y las estudiantes se expresen y organicen sus ideas lo mejor posible”, indica Shapiro.

“La filosofía es una forma de descubrir el mundo, de vincularnos con él, de pensarnos y de inquietarnos”.
Silvia Picca.

La conversación dura entre 40 y 60 minutos, o menos si los niños son pequeños, para luego reflexionar de manera colectiva sobre cómo transcurrió la charla. 

“Ese tipo de cierre, que no llega a una conclusión predeterminada ni unívoca, es uno de los distintivos de filosofar con niños y uno de los elementos más potentes”, apunta Carmina.

Otras técnicas menos estructuradas, que también se utilizan, no van atadas a la lectura de novelas, sino a otros estímulos artísticos que abren el diálogo.

TODAS LAS VOCES

El profesor de Filosofía en la Escuela de Ciencias de la Educación de la UNC, Sergio Andrade, es el coordinador del proyecto “Filosofar con niñxs en territorio”, de la Secretaría de Extensión de Filosofía, que articula experiencias pedagógicas e investigativas en escuelas y otros espacios sociocomunitarios desde hace 26 años. 

Andrade explica que en sus comienzos se abordaban las preocupaciones sobre la enseñanza de la filosofía, pero con el tiempo comenzaron a realizar estudios exploratorios sobre las infancias, sus voces no escuchadas, la política y la sexualidad.

“Nos propusimos descentrar ese lugar de conocimiento, tanto respecto a lxs niñxs –que en principio se encuentran ‘desubicadxs’, se los desconoce como portadores de algún saber– como a lxs educadores –a quienes, asimismo, se los considera como instrumento de comunicación de conocimientos producidos por otrxs–”, sostiene Andrade.

A partir de allí, la acción se sostiene desde la no prescripción de una determinada niñez, sino que se sale al encuentro de la diversidad de infancias en territorio.

Por su parte, consideran que en toda experiencia con niños es necesario indagar acerca de los modos de manifestación de sus pensamientos y no de supuestos acerca de lo que “unx niñx ‘debe pensar’ y ser a una determinada edad”, explica Andrade. 

En este proyecto se coordinan actividades desde distintas disciplinas (para actuar en situaciones no previstas, emergentes) y se desarrollan a través de la lectura de textos, dramatizaciones, juegos y dibujos. Es decir que las producciones parten de las inquietudes infantiles para, de esta manera –remarca Andrade–, habilitar un espacio de intercambio genuino.