Clubes de libros: Literatura y mucho más

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Los tradicionales grupos literarios se reinventaron y son un formato en plena expansión. La recomendación en medio de una oferta  desmesurada, la puesta en circulación de títulos poco conocidos y el debate sobre las obras son algunas de las bases de su éxito.  

Durante 2019 se publicaron en todo el país, de acuerdo con la Cámara Argentina del Libro, 27.371 títulos nuevos (las reimpresiones, cuyo registro no es obligatorio, no se contabilizan). Son casi 75 libros por día. Tres por hora. Todos ellos se suman a los que se acumulan año tras año: la cantidad de libros que se imprime en el país se mantiene estable por lo menos desde hace siete años, y a todo eso hay que agregarle la cantidad de títulos que se importan. Aunque una de las consecuencias de la pandemia de COVID-19 fue una caída abrupta en la publicación de libros, cuando alguien tiene ganas de leer uno y aún no definió cuál, se enfrenta a la tarea de bucear en esa oferta inconmensurable.

Ahí es donde emerge, heroica, la figura del recomendador: puede tratarse de un amigo o familiar en cuyo criterio confiemos, celebridades, gente vinculada al ambiente literario cuyo bagaje implique un sello de calidad o un librero. Ese rol es, en buena medida, la razón de ser y la principal fortaleza de los clubes de libros, un formato en expansión que consiste en miembros que se unen por suscripción o de manera gratuita, y mes a mes leen un libro en particular, seleccionado por quien lleve adelante el club.

Los pioneros en la Argentina fueron Sur de Babel y Escape a Plutón. El primero ya no existe, pero el segundo se mantiene vigente desde 2012. Su creador, Martín Jali, propone un recorrido ecléctico, fundamentalmente basado en libros de editoriales independientes que cada mes llegan a los lectores acompañados de una “hoja de ruta lectora”: “Es una pequeña carta que sirve como presentación del libro, con algunas consignas para abordarlo, para que los lectores sepan por dónde entrarle o por dónde pasó la propuesta de cada mes, que queremos que siempre sea diferente a la del mes anterior. La idea del club es bucear un poquito, con un autor novel, con un lado B de un autor conocido, con un libro que pasó medio desapercibido cuando salió o con una novedad editorial. Me entusiasma mucho que cada mes la selección vaya cambiando: puede ser un libro de cuentos, una novela, una crónica, un cómic, un ensayo o lo que sea. El mismo nombre del club está inspirado en que cada propuesta sea como un viaje a lo desconocido”, explica.

En Pez Banana –el club motorizado por Florencia Ure y Santiago Llach, y cuyo nombre proviene de un relato de J. D. Salinger– se proponen enviar siempre libros que sean novedades del mes. Realizan una preselección de cuatro o cinco, siempre ficciones, que suelen comentar en un newsletter gratuito, y luego eligen el que más les haya gustado de ese grupo para enviar a los suscriptores. Al igual que Escape a Plutón, el libro viene acompañado de una guía minuciosamente elaborada: “Nosotros tratamos de aferrarnos a un palo literario, no solamente en la elección del libro, sino que la guía de lectura está escrita posta, en serio, situando al libro, ubicando al autor en un contexto. No está abordada con simpatía como el newsletter, donde me hago la graciosa. Hablamos del libro en serio, es una guía de cuatro páginas donde tratamos de explicar el contexto del libro, decimos qué nos pareció a nosotros”, detalla Ure.

UNA EXPERIENCIA TOTAL 

En Bukku (“Una de las formas de decir ‘libro’ en japonés”), no hay guía de lectura, sino una especie de maridaje: al autor del libro del mes se le pide que elabore una playlist que guarde alguna relación con su creación; además, en las redes sociales del club, cuenta cómo fue el proceso creativo y el detrás de escena de la escritura. “La selección la hago yo desde el inicio. No hay ningún libro que haya mandado y que no me haya gustado mucho. En Instagram tratamos de generar intercambios, presentamos el libro, a la editorial, conocemos un poco más al autor o a la autora. Es una experiencia completa”, asegura Ana Brandstadter, la creadora del club.

Mujeres que Leen, por su parte, es un club que surgió de una encuesta realizada por la organización Entre Editores, a la que respondieron más de 5000 lectoras. Antes que un club fue un sitio de reseñas que derivó en su formato actual. Ofrece dos géneros diferentes, thriller y fantasy. Así como el club derivó del sitio, a su vez engendró otro punto de contacto entre sus miembros: los encuentros Coffee & Books. “Somos muy rigurosas al elegir el libro del mes. Somos cinco profesionales de la edición, leemos y seleccionamos como si lo fuéramos a publicar nosotras. Realmente tiene que ser un buen libro. Si es un thriller, debe obligarte a que lo leas de principio a fin, por ejemplo”, advierte Trini Vergara, cofundadora de Entre Editores.

Con una especie de guía lectora en forma de newsletter semanal, una comunidad activa en redes (sobre todo el grupo cerrado de Facebook) y encuentros esporádicos, presenciales o virtuales, Carbono presenta algunas particularidades: no vende ni envía libros, solo los elige y recomienda (siempre dentro del catálogo de las editoriales Leteo, Godot, Sigilo y Gourmet Musical), y cada suscriptor puede o no sumarse a la lectura del mes: “Escribo los mails de una forma que no es una cosa didáctica. No me gusta para nada lo erudito ni que la literatura se asocie a la erudición. Son mails que tratan de conectar con otros textos, en los que hablo de otros libros y temas. Puedo hablar una semana de física cuántica y otra de Karate Kid”, cuenta Sebastián Lidijover, el hacedor de Carbono.

“La gente agradece muchísimo esa red que te arma en la cabeza el libro con otros autores, con otros libros, con comparaciones”.
Florencia Ure

Cada uno a su manera, entonces, propicia no solo la lectura, sino la charla sobre los libros, ya sea con guías de lectura, con instancias posteriores de discusión (físicas o virtuales) o con intercambios en redes sociales. Trini Vergara analiza lo que sucede con los Coffe & Books de Mujeres que Leen: “Uno de los subproductos de cada encuentro que hacemos es una lista de recomendaciones, porque, además de conversar, cada una recomienda un libro a todas las demás. Es realmente algo valioso, porque el meollo del problema del lector es, además del precio de los libros, el desconcierto ante la enorme cantidad que hay”.

Sobre cuánto se enriquece la lectura con las guías que envían mes a mes, responde Florencia Ure: “Creo que mucho. Hay mucha gente que no tiene un historial de lectura atrás y no puede hacer el link. O leíste, pero lo hiciste muy desprolijamente, entonces no unís, por ejemplo, autores americanos del siglo XX. Eso lo aprendés en la facultad o teniendo un método de lectura que no tenés si no vas a un taller de lectura. La gente agradece muchísimo esa red que te arma en la cabeza el libro con otros autores, con otros libros, con comparaciones. Nosotros, para hacer la guía, lo estudiamos. Lo que ofrecemos es literatura, que es lo que sabemos compartir”.

LECTURA COLECTIVA

Martín Jali pone el foco en la lectura colectiva que se genera a partir de los clubes: “No es un lector solo leyendo un libro. Esto me parece que está superbueno para generar distintas lecturas, para que se potencie esa idea de la lectura comunitaria. Se habilita una cuestión vincular que permite conectarte con otras miradas, con gente que está leyendo el mismo libro y que de pronto tiene una opinión distinta. Es una experiencia distinta, para mí enriquecida. No en menosprecio de la lectura individual, pero tiene unos condimentos particulares que la hacen sumamente interesante”.

La lectura, acompañada por instancias de debate, brinda recursos y posibilidades, de acuerdo con lo que se propone Sebastián Lidijover con Carbono: “Me gusta cuando algo me invita hacia otra cosa y veo algo que no había visto, y reflexionar sobre eso. Trato de incentivar a que la lectura sea una experiencia, no solo pasar los ojos por las letras y leer, sino pensar por qué funciona lo que se está leyendo, qué hay detrás. Incluso, si no te gusta algo, que tengas las herramientas para decir ‘No me gusta por tal cosa’, porque entonces en tu próxima lectura seguramente vas a poder afinar mucho más la puntería para leer algo que te guste”.

Además de su servicio de recomendación de libros, y de la discusión que ponen en marcha con diversos mecanismos, los clubes suelen ser la vía que encuentran editoriales independientes y libros por fuera del escenario main-stream para llegar a manos de los lectores. Esa fue la intención inicial de Ana Brandstadter con Bukku: “Mi idea era unir las dos puntas: el consumidor que entra a una librería grande y no sabe qué leer con el producto que publican las editoriales independientes. Ser el puente”.

“El meollo del problema del lector es, además del precio, el desconcierto ante la enorme cantidad que hay”.
Trini Vergara

En esa función de nexo entre libros y lectores, Jali se propone algo más: cortar con la lógica algorítmica de la que se sirven las plataformas actuales. “Es algo muy común en Netflix, Spotify y otras que te recomienden determinada película, serie o música de acuerdo con lo que ya sabés que te gusta. El club responde ante este escenario recomendando títulos que, de pronto, los lectores no conocen, no saben si les gustan o no, no tienen que ver con su target previo, sino que hay una propuesta arriesgada en este sentido que te permite abrir el abanico, conocer nuevas cosas”.

Florencia Ure va en la misma línea: “Cuando uno descubre un autor, le encanta y empieza a leer más de ese mismo autor o a unirlo con autores parecidos o de su estilo, se abre todo un camino de la literatura. Es un efecto dominó a partir del autor descubierto. Hace más de treinta años que trabajo en el mundo editorial y sigo descubriendo todo el tiempo autores y editoriales. La literatura sirve para muchísimas cosas: para entretenerte, para acomodarte la cabeza, como desafío, para pensar. Para millones de cosas”. Por carácter transitivo, para millones de cosas sirven los clubes de lectura. 

LOS CHICOS TAMBIÉN LEEN

En septiembre de 2018, Celina Alonso puso en marcha Lecturita, un club de libros para chicos de entre 0 y 10 años. Motivada por la búsqueda de lecturas para sus propios hijos, y siguiendo modelos que encontró mientras vivió en Brasil y Francia, le dio vida a este proyecto. Con asesoría de referentes de la literatura infantil armó un catálogo inicial, que luego se fue retocando con el feedback de las familias que se suscribieron.

“Ponemos el foco en la calidad narrativa, el diseño, las ilustraciones, en que haya un mensaje positivo y que el libro ayude a tratar determinados temas, como el enojo. Nos interesa fomentar que la llegada del libro sea un momento de alegría. Es una experiencia: que el cartero traiga algo con el nombre del chico -algo que no les pasa normalmente- y que, encima, adentro haya sorpresitas. Que vinculen esa emoción y ese entusiasmo a la llegada de los libros. Ese es un puntapié inicial importantísimo para Desarrollar ese amor por los libros”, sostiene Alonso.

LIBROS Y PANDEMIA

Como en todos los demás órdenes de la vida, la pandemia y la cuarentena dejaron su marca en los clubes de libros. Al principio, con complicaciones: la imposibilidad de imprimir derivó en que casi no hubiera libros nuevos en la Argentina durante abril y mayo, y las restricciones de circulación hicieron que la logística se demorara o se frenara. Algunos clubes suspendieron su actividad, como Bukku y Mujeres que Leen, y retomaron una vez que lograron acomodarse al nuevo panorama; otros modificaron el libro elegido por otro ya impreso y que tuviera los ejemplares suficientes para repartir entre los miembros, y, en el caso de Carbono, durante el mes de abril la propuesta fue que la lectura fuera en formato digital.

Más allá de esos obstáculos, la cuarentena impulsó la sed de lectura de muchas personas y la cantidad de suscripciones creció a un ritmo inusual en todos los clubes.