Tierra de colosos y leyendas

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Al pie de los Andes, en la provincia de Neuquén, Villa Pehuenia Moquehue despliega un paisaje de lagos, volcanes y bosques milenarios, testigos silenciosos de historias y leyendas.

Texto Cristina Di Pietro

Cuenta la leyenda que Nguenechen, el ser supremo para los mapuches, hizo crecer los pehuenes (araucarias) en los bosques donde habitaba su pueblo y que fue su fruto, el piñón, el que los salvó durante una época de gran hambruna. Hervido y tostado, el piñón que alimentó durante siglos al pueblo mapuche hoy es un manjar típico de la gastronomía de Villa Pehuenia Moquehue con el que se elaboran variadas delicias.

Ubicada a 310 kilómetros de la capital neuquina, en esta localidad las araucarias dominan ampliamente el paisaje. Ascienden lentamente hacia el cielo hasta alcanzar los 40 metros de altura y conforman bosques milenarios, con ejemplares que superan los mil años. Trepan laderas, orillan lagos y conviven magníficamente con otros árboles como ñires, lengas y cipreses. 

Cóndores y águilas moras planean silenciosos custodiando el cielo donde yace dormido el Batea Mahuida, un volcán inactivo que se halla a una altura de 1900 metros sobre el nivel del mar y donde en invierno funciona un centro de esquí administrado por la comunidad mapuche pue. 

Playita secreta en la isla Lepen, lago Moquehue. Solo 30 minutos de canoa
para llegar a este sitio increíble de la Patagonia argentina.
En la Región del Pehuén, las araucarias crecen sobre las paredes de rocas basálticas y algunas se aferran a los lugares más escarpados.

Chimangos, caranchos, chingolos y unas curiosas cotorras australes, llamadas cachañas, dibujan su vuelo armonioso en el aire. Abajo, lagartijas, guanacos, zorros, conejos… Y en las aguas azules de los lagos Moquehue y Aluminé, patos, cisnes y cauquenes danzan reflejados en sus espejos mansos y cristalinos.

Kom kiñe meu muten deumaley pu Antu, pu Pullu, Ka pu Wanglen, pu CHE, pu Mapu (“Todo está hecho de lo mismo, el sol, el espíritu, las estrellas, la gente, la tierra”). Este axioma mapuche que afirma que todo lo que existe está conectado entre sí encuentra en esta villa su mejor fundamento. 

Cae el sol, y Yepun, que en lengua mapuche significa “el astro que trae la noche”, concentra a su alrededor las estrellas prominentes como una pandilla de hombres que sigue a su guía. De pie, las araucarias, guardianas también de la noche, resisten estoicas el paso del tiempo. La naturaleza aquí baila en armonía y al compás de los dioses. 

Una lagartija esbelta recorta el paisaje. De fondo, el lago Moquehue.
Paciente, un conejo europeo aguarda agazapado en el bosque. Su objetivo: llegar a la orilla del lago en busca de los pastos más tiernos.
El neneo es un arbusto muy abundante en la zona patagónica. Florece a fines de la primavera y principios del verano. Sus hojas, al ser restregadas, desprenden un aroma intenso y característico.

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Nicolás Pérez

“Con mis fotos intento hacerle justicia a la naturaleza. Inspirar a las personas a tomar acciones para asegurar que los ambientes naturales y la vida salvaje persistan”. Apasionado de la naturaleza desde la infancia, Nicolás Pérez es fotógrafo y artista visual. Nació en Buenos Aires (Argentina) y se recibió en la Escuela de Arte Fotográfico (EDAF) en 1997. Se dedica a la fotografía desde hace más de 20 años, mayormente en el campo editorial y publicitario.