Otoño multicolor

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En esta época del año en que predominan los amarillos y ocres, es posible darle pinceladas de color a nuestro jardín. A continuación, especies que aportan vivacidad y resisten las bajas temperaturas.

El calor ha quedado atrás, y la mayoría de las plantas se preparan para comenzar a hibernar con miras a resguardarse del frío hasta que empiece a despuntar la primavera.
Sin embargo, hay otras especies que prefieren los días más cortos y de bajas temperaturas para desarrollarse, y que aportan el toque primaveral a este otoño avanzado.


Crisantemo

Es una herbácea perenne que puede alcanzar el metro y medio de alto. De tronco leñoso, se distingue por ser frondosa y por sus aromáticas flores, de pétalos simples o dobles, que se abren en el otoño en una amplia gama de tonalidades –las hay bicolor, blancas, naranjas, rojas y rosas– que la llevan a ser muy buscada para colocar en macetas y ornamentar terrazas y balcones.
Requiere un área luminosa, pero sin que le dé el sol de lleno, y su riego debe ser espaciado, ligero (no más de dos o tres veces por semana) y en forma de rocío, evitando que se moje el follaje para que no proliferen microorganismos dañinos.
Es preciso también envolver el tallo con un montículo de tierra para que lo sostenga y le permita equilibrar su temperatura en el invierno.

Conejitos
También conocida como “boca de dragón” o “dragonaria”, es otra planta perenne que florece, dependiendo cuándo haya sido sembrada, desde la primavera hasta el otoño.
De acuerdo a la especie, puede alcanzar alturas de entre 25 cm y hasta 1,20 m. Sus flores –que son comestibles– se aglutinan en racimos y poseen un pétalo inferior semejante a la boca de un conejo, y abarcan colores que van desde el blanco hasta el morado, además de amarillos y anaranjados.
Tolera las bajas temperaturas –no así las heladas– y gusta de un poco de sol –unas cuatro horas diarias–, aunque se habitúa a sitios con un poco de sombra.
Necesita suelos bien drenados y más bien calcáreos y un riego moderado, salvo que esté en macetas, en cuyo caso deberá ser hidratada con más frecuencia.

Bignonia venusta
La trompeta de San Juan, bignonia de invierno o Pyrostegia venusta –nombres con los que también se la conoce– es una hermosa trepadora que puede alcanzar alturas de hasta 20 m, por lo que se la emplea para cubrir pérgolas y paredes.
Su follaje se vuelve tan exuberante que es imprescindible podarla para que no se torne invasiva, ya que crece muy rápido. La poda debe llevarse a cabo pasada la floración.
Sus flores son naranjas y muy llamativas, agrupadas en racimos y con forma de un tubo que se comprime en los extremos.
Esta planta gusta del sol directo –si bien se adapta a la semisombra– y no tiene grandes pretensiones en cuanto a suelo; basta con que cuente con un sustrato levemente ácido y bien drenado.
En cuanto al riego, debe ser regular: unas tres veces por semana en las estaciones calurosas y una en las de frío.

Magnolia liliflora
Aunque algunos la consideran un árbol pequeño y otros un arbusto, todos coinciden en que este híbrido de magnolia de lirio y magnolia de yulan es de una belleza exquisita, por lo que suele usársela para crear puntos focales en el jardín. Es que se destaca por sus flores en copa, grandes y de color crema por dentro y lila de distinta intensidad por fuera, que crecen en las ramas prácticamente desnudas, debido a que florece antes de que comiencen a brotar las hojas, lo que ocurre en primavera.
Conocida también como Soulangeana o magnolia tulipán, es una planta rústica que puede sobrevivir tanto en climas fríos como en cálidos, y se desarrolla mejor si se la sitúa en lugares luminosos sin sol directo sobre un suelo algo ácido y fértil, y se la riega entre dos y tres veces semanales.