Fátima Florez: “Mi misión es traerle alegría a la gente”

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Cumplió diez años desde el momento en el que decidió montar sus propios shows. Ya de pequeña sabía lo que quería, entendió que tenía un camino por seguir, y se hizo cargo de él.

Fotos: Nico Pérez

Estilismo: Brenda Teti.

Era una chica tímida, pero convencida de lo que quería. Sabía, desde muy temprano, que su camino estaba en el arte, a pesar de que su familia trataba de convencerla de que eligiera una profesión más convencional y segura. Cada intento de alejarla solo consiguió reforzar más su vocación. María Eugenia Florez, antes de ser Fátima, ya sabía que era una artista.

Sus abuelas la llevaban al Teatro Colón, y en casa ella no paraba de ver tele y absorber todo. La imitación comenzó como un juego y así se mantuvo por mucho tiempo, mientras su arte se desarrolló por otros canales: estudió canto, actuación y danza. Fue precisamente como bailarina que empezó su recorrido profesional, junto a Pepe Cibrián. El camino continuó como vedette, y más adelante, integró una remake del célebre grupo Las Primas. La experiencia fue breve, pero allí conoció a una figura clave en su vida y en el resto de su carrera: Norberto Marcos Berenstein, su pareja desde hace más de veinte años.

Las imitaciones pasaron de ser un entretenimiento de entrecasa a ocupar más espacio en su vida. Las trabajó, adquirió una disciplina y una técnica que le permiten entrar y salir de múltiples personajes, y ganó terreno como comediante. Hace diez años, dio un paso más: conformó, a pesar de los comentarios de que una mujer no sería capaz de hacerlo, su propia compañía, con la que desde entonces monta shows alrededor suyo. El más reciente es Fátima es camaleónica, con el que hizo temporada de verano en Mar del Plata, una gira nacional que cerró el mes pasado en Buenos Aires y una gira internacional que la llevará por Uruguay y Estados Unidos. “Es un show un poco más despojado de ornamentos, en el que sale más a pelarse la actriz. Aunque también están presentes la cantante y la bailarina. Es de una entrega total. Poder desarrollar arriba del escenario esta gama de cosas que me permite mostrarme como actriz está buenísimo”, afirma.

  • Haber cumplido diez años de esta etapa, ¿te llevó a hacer una especie de balance?

No soy mucho de premeditar ni de hacer balances, soy más de fluir. Nunca me imaginé tanto. Todo esto superó mis expectativas.

  • Hubo mucho arrojo al decidir encabezar tu propia compañía.

Sí, era lanzarse a una pileta sin saber qué podía pasar. Pero siempre me gustaron los desafíos y soy muy intuitiva, me manejo mucho por los instintos. Venía de trabajar en compañías grandes como una figura importante y había una cosa ambivalente: los productores me empezaban a decir que yo cortaba tickets, que mucha gente iba a verme a mí, pero al mismo tiempo había algunos que me decían que las mujeres no hacen reír. Una cosa muy machista, en un ambiente dominado por hombres. A mí no me importó y fui para adelante porque creía en mí.

  • ¿Nunca te afectaron los comentarios?

Sí, tampoco voy a decir que soy impermeable a todo, de teflón. Somos seres humanos y en algún punto nos toca. Pero eran tan grandes mis ganas que podían más que los misiles de afuera o el no acompañamiento de mis padres cuando era chica.

  • ¿Hubo momentos en los que hayas sentido que era difícil llevar adelante tu carrera?

Sí, totalmente. Además, cada año que pasa se vuelve más difícil, porque siento más compromiso. La vara está más alta. Siempre uno está un poco a prueba, te están observando, analizando. Hay que saber dejar que eso siga su curso, porque si vas a estar muy pendiente de las críticas, no podés vivir. Hay que relajarse un poco y ser feliz. Mostrar eso arriba del escenario. Es para lo que me preparé.

  • ¿Por qué elegiste la imitación como eje principal?

Era algo que me brotaba, me nacía. Yo fluyo. La vida y Dios me conducen, y es mi puente de comunicación con el público. Me siento cómoda, a gusto. Y como actriz te abre un abanico de posibilidades muy grande.

  • ¿Componer un personaje es lo mismo que una imitación?

Creo que es más difícil componer una imitación, porque ahí no tenés margen. Cuando interpretás un personaje de ficción, lo podés hacer de la manera que sea, te ponés el traje y salís. Cuando estoy interpretando a alguien famoso o muy conocido, ya hay una comparación, hay un referente muy fuerte, entonces la interpretación tiene que ser lograda al máximo. Es como la exaltación de la actuación.

  • ¿Cómo es la técnica que usás para componer?

No hay una escuela que te lo enseñe, lo aprendí del mismo training y el trabajo. Es realmente sentir que soy esa persona. Yo no “hago de”, yo soy. Pienso y siento como el personaje, no necesito un guion armado. Si le hacés esta entrevista a uno de los personajes, voy a poder contestar como ellos, porque ya los tengo metidos adentro. Dedico todos los días de mi vida a trabajar eso.

  • ¿Qué tan exigente sos con vos misma en ese proceso?

Soy muy exigente conmigo, soy terrible. Lapidaria. Debería tenerme un poquito más de paciencia. Siempre fui así, y a veces otras personas me dicen que afloje. Tienen razón, pero bueno, eso también seguramente me ayudó a perfeccionarme. Disfruto lo que hago, pero a veces me exijo mucho. 

  • ¿En algún momento hiciste algo para controlarlo?

No creo en los controles. Los artistas somos como caballos que van corriendo por el campo. El artista tiene que ver con eso, con equivocarse. El control no es para un artista, un artista no está programado, estructurado. Me manejo con la percepción, no con lo racional.

  • Para incorporar personajes estás atenta a lo que puede interesarle a la gente, ¿cómo identificás eso?

Estoy muy pendiente de qué tiene ganas de ver la gente, cómo cuento este personaje, cómo lo percibo. Me encanta la comunicación que tengo con el público. Uso todo lo que tenga a mi alcance: redes, un viaje en taxi, el hablar cotidiano, escuchar. Me encantan esos sondeos y testeos. De hecho, lo hago en el teatro, les pregunto cosas. Tengo un puente de amor y energía muy lindo con el público. 

  • ¿Te pegó de alguna manera cuando en pandemia se separó lo esencial de lo no esencial, y las actividades artísticas quedaron como no esenciales?

Yo nunca me rotulo ni me pongo etiquetas. Sí es cierto que el teatro es el rubro que primero se vio afectado y el último en volver a incorporarse. Eso complicó a muchas familias. Tengo la suerte de poder estar parada un tiempo, pero hay personas que no pueden estar paradas ni un día, y para ellas fue muy difícil. Nosotros tratamos de seguir en movimiento. Cuando el aforo era del 30 por ciento, hicimos teatro al 30 por ciento para seguir con el movimiento y no frenar una rueda que empezó a moverse hace tiempo. Siento que no paré, sino que seguí desde otro lugar. Abrimos una cuenta en TikTok, seguimos adaptándonos a las nuevas normas y creo que saltó mucha más creatividad. Cuando uno está desesperado, se abren los canales. Siento que crecí mucho más como artista, a pesar de lo difícil de la situación.

En cada función, Fátima despliega decenas de personajes, corre, baila, se cambia y maquilla, canta y actúa. Todo a un ritmo frenético. Por eso, baja alrededor de dos kilos en cada función, y suele tener más de una por día. La suya es la vida de una artista, pero también la de una atleta de alto rendimiento. 

“Pienso y siento como el personaje, no necesito un guion armado”.

Hay un método y disciplina en su cotidianeidad, desde la alimentación hasta el entrenamiento físico, un apartado en el que su modelo a seguir es Mick Jagger (“Un señor grande, operado del corazón, que hace más de cincuenta años sigue corriendo y saltando en el escenario”). Desde hace un tiempo, sumó la meditación al final de la jornada para manejar la adrenalina residual, que solía mantenerla despierta hasta las cuatro de la mañana.

“La gente me pregunta si no termino agotada. Y sí, después de dos horas de estar saltando arriba del escenario, el cansancio es muy grande. Hay mucho desgaste, y no llego a recuperarme del todo, porque, por entrevistas, viajes o lo que fuera, no consigo dormir mucho tampoco. No es fácil”, confiesa.

  • ¿Hay días en los que preferirías quedarte en tu casa?

No tanto. Por supuesto que a veces uno está cansado por todo este traqueteo, pero cuando me subo al escenario la gente me da una energía enorme. A mí me hace muy bien el escenario. Para mí es sanador. Y es energía. Necesito el escenario y el contacto con el público.

El año pasado, Fátima abrió una nueva puerta en su carrera artística al grabar No te voy a perdonar, una bachata compuesta por Norberto. “Apareció la oportunidad y lo hice. En principio, es solo este tema, no hay un proyecto relacionado. Me gusta, si surge algo, hacerlo y disfrutarlo. Me preparé para todo. Pueden surgir más canciones en el futuro, y estaría buenísimo. Como artista, estoy abierta a todo”, cuenta.

  • ¿Hay algo que no estés haciendo ahora y que te den ganas?

Siempre tengo ganas de todo, y estoy preparada para lo que sea. Me encanta lo que hago, nunca lo voy a dejar de hacer, pero me gusta mucho también la conducción, por ejemplo. Cuando fuimos con el show a Estados Unidos, hicimos otros personajes que no hago tanto acá. Hubo que adaptarse a otro humor, otras costumbres, cantar más en inglés. Me encantan los desafíos, creo que salen cosas supercreativas de ahí y está buenísimo. Me siento muy flexible, me adapto muy bien. También tengo pendiente hacer roles dramáticos en la ficción.

  • Hace un tiempo que venís manifestándolo, ¿sigue pendiente porque no encaraste esa búsqueda o porque no hubo propuestas?

Por falta de tiempo, creo, porque no paro. Hace mucho que estoy muy a full con todas las giras. Por supuesto que no lo descarto, es algo que me encantaría poder hacer. Mostrarle al público cosas nuevas, un papel completamente distinto a los que me han visto hacer.

  • Dentro de esta gama amplia de posibilidades, con muchos personajes y disciplinas, ¿cuál creés que es tu propio color?

Muy brillante. Veo como una luz dorada que brilla. Luces de neón que dicen mi nombre. Esa es la paleta desde donde parte todo lo mío.

“Fátima” es más que un nombre artístico. Ya es su identidad. Ni siquiera sus padres le dicen “María”, un nombre que usa alguna amiga de la infancia, pero nadie más. Al principio de su relación, Norberto le sugirió el nombre, casi al mismo tiempo que a ella le regalaron una estampita de la Virgen de Fátima. Ella sintió que, de alguna manera, había un mensaje en esas coincidencias, una especie de designio del que tenía que hacerse cargo. “Creo mucho en Dios, que siempre tiene lo mejor para uno y en el momento adecuado. Siempre dejo todo en sus manos. Milagrosamente llegó esa Virgen a mi vida. Y llegó para quedarse. Los caminos de Dios son milagrosos, y yo creo que no hay que preguntarse por qué llegan las cosas. Llegó y estoy muy agradecida. Tengo pendiente ir a Portugal a agradecerle a la Virgen. Siento que me protege y me acompaña. Que me cobija. El nombre tiene mucho peso y desde que me acompaña estoy más fortalecida”, dice.

Devota de San Expedito y San Benito, Fátima llena de estampitas su camarín y reza mucho, todos los días: antes de salir a escena, a veces también entre escena y escena, mientras deja un personaje y se convierte en el siguiente.

  • ¿Esta filosofía de no creer en el control y dejar que las cosas fluyan tiene que ver con que creés en un plan ya trazado?

Creo que todos venimos con una misión marcada, sí. Pero eso no significa que tenés que quedarte en tu casa, tirado en el sillón, total ya está. No. Venís con una misión y hay que trabajar mucho sobre eso. Uno ya viene con un destino marcado.

  • ¿Sabés cuál es tu misión?

Siento que sí: mi misión es traerle alegría a la gente, entretenerla. Aportar un poquito de paz al mundo. Una vez me dieron un diploma de la Facultad de Medicina que decía que las personas que hacemos reír llevamos felicidad y, de esa manera, también llevamos salud. Es un compromiso que vivo con mucha alegría. Agradezco a Dios por haberme dado este lugarcito para poder aportar mi granito de arena. Esta profesión me ha traído cosas muy lindas. Es como tocar el cielo con las manos. 

FÁTIMA 2023

Mientras gira con Fátima es camaleónica, Florez ya está pensando en la temporada de verano del año que viene. “El armado de un show lleva todo un año, porque son muchos personajes y todo tiene que entrelazarse, tener un sentido. Detrás de este espectáculo hay 25 familias, entre técnicos, bailarines, músicos y otros artistas. Es una movida importante. Mi marido se encarga más de la programación y la parte técnica. Y entre los dos diseñamos el show, lo que quiero mostrar. Para el próximo encaramos desafíos importantes, personajes que por ahí hace unos años no me animaba a mostrar”, cuenta.

Cuando le preguntan qué características tiene que tener un personaje para que no se anime a hacerlo, responde sin dudar. “Ahora me les animo a todos. Pero pasó en su momento, por ejemplo, que me costó bastante hacer a Mirtha, porque sentía que no le gustaban las imitaciones y que se podía enojar. Al final lo hice, ella vino, se puso de pie y le encantó. Hay que ir rompiendo estructuras”.

Agradecemos a Hotel Nuss Buenos Aires Soho su colaboración. 

(www.nusshotel.com)