Rodolfo Palacios: Emerger de la oscuridad

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Se convirtió en referente del periodismo policial (o, más bien, delincuencial) y entrevistó a fondo a los criminales más famosos de la historia argentina. Espera la oportunidad para, después de tanto, saltar a algo diferente.

Foto: Nora Lezano

De chico, cuando podía, compraba dos veces la misma edición de El Gráfico: una, para mantenerla impoluta y regodearse con el olor de la tinta; otra, para gastarla leyendo y releyendo cada nota. En el barrio, a pesar de que era introvertido, todos lo conocían: pasaba tanto tiempo en el kiosco de diarios que el dueño, eventualmente, lo dejaba a cargo. Él aprovechaba para leer todo lo que podía. En la verdulería, una vecina vaticinó: “Vos vas a ser periodista”. Y así fue.

En 1995, en el diario El Atlántico, de Mar del Plata, Rodolfo Palacios escribió sus primeras crónicas deportivas. Futbolistas y boxeadores fueron, al mismo tiempo, ídolos y entrevistados: Diego Maradona, Uby Sacco, Mano de Piedra Durán, Látigo Coggi, entre otros.

Una tarde en la que mataron a una mujer que había salido a hacer los mandados del día, todos los periodistas de policiales del medio habían faltado. “Pibe, vas a cubrir un crimen”, fue la segunda sentencia que le marcó el camino. Aunque no sería lo único que haría, de allí en adelante su carrera quedaría marcada por lo policial y, sobre todo, por lo delincuencial.

“La tarde en que la iban a matar, doña Eulalia salió a comprar pan” fue, más o menos, el inicio de aquella historia, en un plagio a Crónica de una muerte anunciada que Palacios recuerda con humor: “Fue descarado. En el diario se escribía horrible y yo quería romper eso, pero quedaba muy en offside, porque también escribía mal”. No solo la calidad de sus notas cambió notablemente con el tiempo, sino que sus fuentes poco a poco pasaron de ser las comisarías a los propios ladrones y asesinos.

“Fui aprendiendo mucho de la vida con el periodismo. El asesino mata mucho más que a la víctima: mata a la familia, a los antepasados. Se mata a sí mismo. Es como que te paren y te digan ‘Acá está el alma humana’”, explica.

En su colección de entrevistados están los nombres más resonantes del crimen nacional. Arquímedes Puccio, Ricardo Barreda, el Gordo Valor, los responsables del mítico robo al Banco Río (incluyendo a uno de los cerebros, de quien nunca se supo la verdadera identidad), Yiya Murano y Carlos Robledo Puch se destacan entre las historias que contó. “Solo me faltó el Petiso Orejudo”, se lamenta. De toda la oscuridad que atravesó para acercarse a esas vidas, una porción se le fue pegando, hasta convertirse en un problema para su propia cotidianeidad.

Tuvo ataques de pánico, se sintió en peligro y perseguido en más de una oportunidad, y recibió múltiples amenazas de muerte. Sus entrevistados no siempre quedaron contentos con lo que contó de ellos. Robledo Puch, por ejemplo, aseguró que una de las primeras cosas que haría cuando quedara en libertad sería pegarle tres tiros.

“Con Robledo me pasó de todo. Y tengo que decir que, gracias a él, conocí a Enrique Symns y a Luis Ortega”, confiesa. Haber entrevistado a quien señala como el asesino civil más famoso de la historia criminal argentina le abrió algunas puertas. En un cumpleaños de Symns, Julieta Ortega le comentó que sus hermanos Sebastián y Luis estaban fascinados con esa historia, y también con la de Puccio. Palacios le contó que había hablado recientemente con Robledo y el contacto se estableció de inmediato. Hoy, junto a Luis Ortega y Esteban Perroud, son socios de la productora El Despacho.

Con Ortega incursionó en el cine para contar, primero, el caso de la familia Puccio; luego, para abordar de una forma diferente a Robledo Puch. Sobre ambos escribió libros (El clan Puccio y El Ángel Negro). También es autor de Pasiones que matan (recopilación de trece crímenes), Sin armas ni rencores (sobre el robo al Banco Río) y El segundo robo del siglo (en coautoría con Jorge Larrosa y José Luis Estévez).

Mientras escribe una novela de ficción y espera lo que suceda con el piloto de una serie sobre Carlos Gardel, Palacios reconoce haberse cansado de la atmósfera en la que se movió durante tantos años. No lee noticias ni ve series ni películas vinculadas a crímenes, ya no quiere visitar cárceles ni entrevistar asesinos. Su propia hija le pidió que dejara de hacerlo. Continúa porque, ante todo, se asume como un laburante. Escribe actualmente en Infobae y desea, como dice Fabián Casas, transformar el dolor en aventura y usar la realidad a su favor.