Virginia Busnelli: Poner el cuerpo para sanar almas

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Médica referente en nutrición y obesidad, se animó a contar cómo lidió ella misma con la problemática en su infancia y adolescencia. A partir de esa empatía, tiende puentes para ayudar.

Fotos: Alejandra López

Una larga trayectoria como profesional de la medicina, una tarea como docente universitaria también extensa y sólida, la fundación y dirección de un centro médico y un centro de docencia, la intensa actividad como divulgadora en redes sociales y un libro (¿Es tu estrés o tu tiroides?) en el que contó cómo influyó en sus elecciones y modo de trabajar la enfermedad que transitó su propia madre. Todo eso y más fue necesario para que, a esta altura del camino, Virginia Busnelli, en su segundo libro, ¿Cuánto te pesa tu peso?, recientemente publicado, decidiera contar su propia historia respecto al sobrepeso y la obesidad. “Hasta ahora no me había animado del todo a exponerme. Recién ahora cuento cómo fue mi historia de chiquita con mi cuerpo y con mi peso, la vida de dietas rotas, y cómo llegué a convertirme en médica especialista en obesidad”, relata.

  • ¿Cómo se instaló la problemática en tu vida?

Yo no tenía tema con eso, pero mi familia sí. Mi papá y mi mamá vivían a dieta, y mi cuerpo no era el que ellos querían ver en mí. Miro mis fotos ahora y era una nena totalmente normal, pero en ese momento era como que siempre había que estar más flaco. Cuando sentís que tu cuerpo no es del todo aceptado y tenés que cambiarlo, y hacés dietas para modificarlo, empezás a tener un vínculo complejo con la comida. Pero la comida no es solamente nutrición, también es placer. Y las emociones a veces van de la mano de ella. Para una nena tan chiquita se empieza a complejizar ese vínculo. Tuve la suerte de darme cuenta, de empezar a percibir esto que pasaba, que el problema no era mío.

  • ¿Cómo te diste cuenta?

Me costó mucho llegar a eso. Creo que me salvó haber estudiado Medicina. Tenía una libretita donde anotaba lo que pesaba, y el momento clave fue cuando logré tirarla. No sé si efectivamente me di cuenta o si simplemente decidí desligarme de tanta presión, de esa mochila en la que tenía guardadas tantas cosas que fui haciendo. Coincidió con que me fui de la casa de mis padres, en Luján, para estudiar en Buenos Aires. Vivía con ellos en un ambiente muy amoroso. Lo que explico en el libro es que no culpabilizo a mis papás, ellos no sabían.

  • ¿Era su forma de ayudarte?

Una forma de protegerme, creo. Dos personas muy formadas, profesionales, no creo que hayan tenido, como les pasó a otros, la finalidad de dañarme. Sí hubo un montón de otras personas que recurrían al agravio, al bullying. Eso lo sufrí mucho en el colegio y también en el ámbito intrafamiliar, aunque no de parte de mis padres. Simplemente no tenía un cuerpo hegemónico perfecto. Hoy miro las fotos de mis 18 años y me veo como una bomba, pero en ese momento yo me veía gorda.

  • No conseguías aceptarte…

No, ya me habían dicho tanto de chiquita que estaba gorda, mientras estaba creciendo y en la pubertad, que verme de otra manera era difícil. Sentí, además, un cambio grande cuando dejaron de ejercer control sobre mi alimentación. Me vine a vivir a Buenos Aires para estudiar Medicina y dejé de estar en la misma casa que mis papás. En esa casa, por épocas dietábamos, por épocas no. Pasábamos de una dieta a la otra, hicimos miles. La primera vez que me pusieron a dieta fue para hacer la comunión… Empecé con la sopa de verdura, el caramelo. Pasé muchas cosas en ese sentido.

  • ¿La llegada de los veranos era un tema?

Sí, y el libro tiene un capítulo que habla específicamente del verano. Siempre fue un tema. Llegó un punto en el que decidí hacer la especialidad en nutrición para poder ayudar a otras personas como yo. Me di cuenta de que el tema en la Argentina estaba tratado muy mal, porque cualquier persona habla, hay mucha comercialización de productos para bajar de peso, hay mucha hegemonía del cuerpo mostrado. En otros lugares del mundo, sobre todo en Latinoamérica, no es tan así, los cuerpos no son tan ultradelgados. Una mujer pulposa por ahí está mejor vista. Acá, el cuerpo que hay que tener, supuestamente, para gustar, es complicado de conseguir. Eso hace que muchas personas, no solo mujeres, se frustren. El exceso de peso, que es algo que crece en el mundo entero y es la verdadera pandemia de nuestro siglo, aleja a muchas personas de ese paradigma de belleza. En la Argentina, seis de cada diez personas viven con exceso de peso, y esas son cifras de 2018…

“Recién ahora cuento cómo fue mi historia de chiquita con mi cuerpo y con mi peso”.

  • Algo de esa construcción de la imagen que se hizo a través de la mirada y los comentarios externos, ¿sobrevive en vos?

Algo siempre queda. Es una lucha de todos los días que hay que sanar y tratar. Me costó mucho lanzar este libro, porque pensaba “¿Cómo yo, que soy experta en el tema, voy a contar que tuve mambo con esto o que todavía esto me puede costar?”. Sin embargo, después de recapacitar mucho, y con ayuda profesional de nutricionistas y psicólogos, pensé que lo tenía que contar para que entiendan que, si me cuesta a mí, cómo no les va a costar a ellos. Ya no me preocupa tanto estar más delgada, pero cuido mi imagen para que sea acorde a la edad que tengo. Lo otro lo sané, aunque es un desafío permanente: en casi todos mis posteos, a pesar de que siempre digo que no se opina de los cuerpos de los demás, la gente comenta, no necesariamente con mala intención, si estoy más flaca o más gorda, si observan algo distinto en mi cara o cosas así.

  • ¿Te costó exponerte?

Sobre todo, redactar mi historia sin exponer a mi familia. Tengo una fuerte comprensión sobre mi mamá y mi papá. Considero que a ellos les pasó lo mismo que a mí. Esto viene de muchas otras personas. Haber recibido tanto maltrato cuando era chiquita me pesó mucho. Tuve que perdonar todo eso. Me costó arrancar y expresar las cosas para que la gente las percibiera de manera más empática. El objetivo es generar esa empatía con el otro, que sepa que todo se lo está diciendo alguien que lo pasó, que está en la misma lucha. Ese modelo paternalista del médico que te dice que tenés que comer un tomate con dos cebollas está obsoleto. Sigue existiendo el médico que te reta, que te pesa y te pone fea cara. El cambio a esa médica más acompañadora es lo que me interesa.

  • Actualmente hay muchísima información, de todo tipo, y los pacientes no llegan sin saber nada. El tema es qué es lo que saben, ¿no?

Claro. La información que circula hoy no es científica, es opinión. Muchas veces está generada intencionalmente, hoy hay mucha tendencia de querer promocionar un producto, les pagan a veinte personas que tienen mucha llegada a la población para que den un mensaje y se reproduce. Eso se instala como verdadero en la gente, que está realmente confundida. Nosotros hablamos de “infoxicación”. La gente está intoxicada de información falsa. Pero eso es porque existe el permiso para que hablen personas sin formación y no reciban consecuencias del daño que provocan. La evidencia científica no se puede discutir con una persona que no la estudia ni comprende.

  • ¿Qué nivel de optimismo tenés con poder revertir esa tendencia o mitigarla?

La verdad es que no mucho. Para poder solucionar esto tiene que existir mucho compromiso, desde la educación pública para educar a los chicos desde temprano, la industria alimentaria, las políticas públicas sanitarias, el acceso a la alimentación, el acceso a la posibilidad de hacer ejercicio físico y a los espacios verdes, las posibilidades de reducir el estrés y mejorar las horas de sueño. Antes de que la enfermedad aparezca, tratar de educar. Una vez que apareció, hay que brindar tratamiento. La gente en la Argentina tiene muy poco acceso a profesionales preparados y, una vez que lo tiene, las prepagas no quieren cubrir los tratamientos. Es una lucha constante. No solo es difícil evitar para que aparezcan nuevos casos, sino que es difícil tratar a los pacientes que ya tienen desarrollada la enfermedad.

  • ¿Qué expectativas tenés con el libro?

Creo que puede sanar muchas almas. 

UNA ENFERMEDAD

Frente a la corriente que reivindica la decisión de las personas a vivir con sobrepeso, Virginia Busnelli es clara: «Trato de ser muy amorosa cuando hablo sobre este tema para que no lo sientan un ataque. Entiendo el dolor, porque yo también lo pasé. Entiendo la culpabilización, la estigmatización, y las respeto y valoro su lucha. En lo que no nos podemos poner de acuerdo es en que consideren que esto no es una enfermedad. A partir de una determinada cantidad de tejido adiposo, este se pone disfuncional. Hasta un punto, este solo ocupa lugar, genera un efecto térmico, mecánico; si se pasa de ahí, ese tejido empieza a funcionar mal: secreta hormonas, se convierte en un órgano endócrino, se inflama y genera inflamación en el resto del cuerpo. Eso es un mecanismo fisiopatológico de la enfermedad. Una persona que no es médica, científica, no puede considerar que cuando el paciente pasó esa raya y tiene esa disfunción no está enfermo. Me parece una picardía que esas personas no nos acompañen; si aceptasen que es una enfermedad, lograríamos el tratamiento para muchas otras más”.