Punta del Este: La península que fascina al mundo

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Sofisticada, elegante, espectacularmente bella, Punta del Este compite con las playas más prestigiosas y populares del mundo, pero con un extra muy especial: se zambulle con su península en las primeras aguas integradas por el océano Atlántico y el Río de la Plata.

Desde aquel furioso verano del 82, La Mano, con sus cinco dedos, parece querer detener el viento, las olas, el tiempo, la vida misma, desde su privilegiada ubicación en la parada 1 de la Brava. Pero solo es uno de los íconos modernos de una ciudad balnearia cuya impactante belleza natural llevó a que sea comparada con las más hermosas del planeta.

Todo el charme para ese balneario que se zambulle en el océano con una península sumamente estrecha, pedregosa y prolongada que es atravesada por otro de sus símbolos: la tan tradicional calle Gorlero. Aunque para otros la figura más representativa sea el puente de La Barra, con sus ondulaciones que son lamidas con furia, en su base, por el arroyo Maldonado, antes de su desembocadura. O tal vez sean las otras penínsulas, hermanas menores, que apuntan hacia el sur, como la Punta Colorada o la tan reconocida Punta Ballena. O en igual medida, la impactante isla Gorriti, visible desde el comienzo de la playa Mansa, de solo 1,7 kilómetros de largo, avistada por Juan Díaz de Solís en 1516, antiguo refugio de piratas y navegantes en el siglo XVI, reserva natural declarada Patrimonio Histórico Nacional, sin ningún tipo de edificación y solo visitable de día.

O acaso será tan famosa, simplemente, porque desde hace décadas, más allá de su crecimiento extraordinario a través de los años, sigue siendo un estridente epicentro del turismo intenso durante todo el año, elegido por las más diversas clases sociales de la región. Pero, además, se trata de uno de los centros internacionales veraniegos que explota cada temporada y que más seduce a los sectores más acomodados y al jet set internacional.

Ya a mediados del siglo pasado, cuando aún no se habían erigido muchos de los centenares de edificios de su particular costa, comenzó a llamársela “la Mónaco del sur” o la “St. Tropez de América”, entre otros apelativos que la comparan y que conllevan la soberbia europea y la admiración de todo el planeta. Claro que también pugna por ser considerada la “Perla del Atlántico”, aunque esa situación haya sido anticipada por su archirrival regional, Mar del Plata. También se la conoce como la “ciudad del amor”, porque el dibujo de su costa asemeja una achatada forma de corazón, con la base en esa inigualable península que apunta sin disimulo al océano Atlántico. 

Por todo eso, sumado a su elegancia salvaje, su variedad de ofertas de lujo, su generosa hospitalidad y su ubicación privilegiada en este sur del mundo, Punta del Este es un sitio icónico, especial, espectacular. Ubicada a solo 130 kilómetros de Montevideo, representa un especial orgullo para los uruguayos, una de sus históricas fuentes de divisas y de turismo internacional.

Su costa se parece a un corazón achatado, con la base en esa inigualable península que apunta sin disimulo al océano Atlántico.

LA MANSA Y LA BRAVA

Desde los particulares años 60, con mucho glamour la llamaban simplemente “Punta”. La ciudad esteña es una maravilla, una larga península de arenas blancas, aguas claras, frondoso bosque y piedras milenarias. Además, cuenta con aeropuertos, puerto de yates y los más diversos y modernos modos de comunicación.

Deslumbra con sus 25 kilómetros de costa con variedad de playas, una más hermosa que otra, amplias, de tibias arenas claras, como Playa Hermosa, Playa Verde, Punta Colorada y Punta Negra, entre otras. La península está rodeada de un muy particular puerto, hacia donde llegan embarcaciones de los más diversos portes y categorías. Recibe a lo largo del año un centenar de cruceros, los más prestigiosos que surcan los mares del planeta: para darles mejor comodidad se construyó el muelle La Pastora, frente a uno de los hoteles más afamados del balneario, el Conrad Casino & Resort.

Desde esa península, como suele ocurrir con la mayoría de los balnearios del este uruguayo, empiezan dos senderos de costa, la Mansa hacia el suroeste y la Brava, de cara al océano, hacia el este. Son claramente diferentes en muchos sentidos. La primera recibe aguas más calmas, ya que, por enfrentar al Río de la Plata, está protegida de los vientos volcánicos que, en la segunda gran región, provocan olas rebeldes y muy revueltas que son la fantasía hecha realidad para los surfistas. 

Hacia el norte de la Brava, frente a la playa, se encuentra la isla de los Lobos, en la que se destaca el faro de Punta del Este, construido en 1860, de 25 metros de altura, habitualmente muy bien pintado, radiante, aunque en su cúpula se destacan franjas radiales blancas y rojas. Muy cerca de allí, los visitantes pueden admirar la colonia más grande de lobos marinos de América del Sur. Un sitio de una belleza natural que impacta y que es orgullo de Punta, como también pueden ser otros rincones como Portezuelo, Solanas o Punta Negra.

La Mano, la escultura que sobresale sobre la arena de la playa Brava.

SOFISTICADO Y NATURAL

Suele retratarse a Punta como el balneario atlántico más sofisticado y natural del sur del continente. Un reflejo de ello es su avenida principal, la renombrada Gorlero, el cénit del glamour tanto de día como de noche. Decenas de miles de turistas la visitan para ver las marcas más reconocidas y los mejores restaurantes. Aunque con el correr de los años también se generó un sinfín de centros comerciales a lo largo de toda la ciudad, en el centro, en los barrios, en la zona de la Barra, hacia el este y también en localidades vecinas como la exquisita San Ignacio o Pueblo Garzón, o ya más allá de la laguna de Rocha, en los balnearios más oceánicos como La Paloma, La Pedrera, Cabo Polonio, Valizas, Aguas Dulces y Punta del Diablo, entre tantos otros. Hacia Montevideo, en cambio, Punta es la vecina mayor de la tradicional Piriápolis.

También se la conoce como la “ciudad del amor”, porque el dibujo de su costa asemeja una achatada forma de corazón.

Claro que ninguna de ellas tiene la potencia turística de Punta del Este, con la rambla o las edificaciones suntuosas que van desde las casas hasta los chalés más elegantes y confortables, así como los edificios modernos, muchos de ellos de cara a la costa, lo que les da una vista impresionante que se complementa con las puestas de sol que, a lo largo de toda la Mansa, generan los aplausos emocionados de todos los que lo pueden vislumbrar, otro modismo muy uruguayo que se contagia naturalmente. Como la costumbre que implica esos encuentros al atardecer con sus correspondientes mateadas en la plaza Artigas, en derredor de los stands de artesanos, verdaderamente numerosos, habitualmente desbordantes de productos realizados en diversos materiales como, por caso, vidrio o madera. Además allí se generan numerosas exposiciones de pinturas, cerámicas y esculturas.

A esas elegantes edificaciones se suman las de los hoteles más diversos, que arman un abanico de posibilidades que contemplan todas las categorías, desde las más accesibles hasta las de múltiples estrellas. La oferta de boliches también es muy amplia, y suelen convertirse en la pasarela de estrellas internacionales que llegan al sur para el regocijo de sus fanáticos. 

El puerto de Punta del Este y sus atardeceres inolvidables.

SIEMPRE ESTRIDENTE

Si de diversión se trata, Punta del Este ofrece una larga lista de posibilidades. Por ejemplo, en el mar, actividades y deportes como surf, windsurf, jet-sky, motonáutica, vela, pesca y yachting. En tierra firme, los visitantes pueden disfrutar de los privilegiados escenarios para la práctica de polo, golf, tenis o rugby. E incluso fútbol, ya que es muy atractivo el moderno estadio de la cercana ciudad de Maldonado, íntimamente integrada al balneario.

Incluso en su costa, tan atractiva, se generó en diversas oportunidades más de un circuito callejero de automovilismo. Allí transcurrieron competencias regionales como las de Fórmula 2 Latinoamericana, la F-Renault, el Superturismo y hasta hubo incursiones de TC-2000, así como la GT3. Pero también la sofisticada, compleja e hipermoderna Fórmula E (la F-1, pero con motores eléctricos e híbridos), que en tres oportunidades –los Grandes Premios de 2014, 2015 y 2018– participó en un muy atractivo circuito de 22 curvas, con una extensión de 2808 kilómetros sobre la zona de la Brava, antes del puente que conduce a La Barra. Uno de sus extremos, así como el podio de los vencedores, se encuentra muy cercano a La Mano, lo cual completa una serie de imágenes que resaltan como espectaculares y que en algunos casos alimentó la comparación con otros muy atractivos circuitos urbanos, entre los que se destaca, claro, el de Mónaco… Sin duda pueden competir en encanto y belleza.

La ciudad es también elegida para promoción y realización de impresionantes fiestas, las más lujosas: entre ellas se destacan los desfiles de moda de las marcas más prestigiosas con los presentadores más importantes. Del mismo modo, se ofrece habitualmente una amplia gama de ofertas culturales, algunas de ellas de ribetes multinacionales de gran reconocimiento, como pueden ser el Festival Internacional de Jazz o el Festival Internacional de Cine, al mismo tiempo que exposiciones de artistas contemporáneos de gran renombre.

La Barra, por su lado, ubicada en su extremo este, es un antiguo puerto de pescadores que se convirtió en sitio de veraneo para los habitantes de la región, pero que con el tiempo se transformó en un apéndice relevante de Punta, con sus construcciones originales relativamente modestas, mixturadas con las más modernas, la mayoría, espectaculares. 

Esto completa un balneario como Punta del Este, que es la síntesis del confort, del divertimento, de la naturaleza y de la sofisticación. 

LA MANO

La Mano de Punta del Este fue realizada por el artista chileno Mario Irarrázabal durante el verano de 1982, en el marco de la Iª Reunión Internacional de Escultura Moderna al Aire Libre. Era el más joven de los nueve escultores, tardó apenas una semana en realizar su obra de plástico, hierro y barnices especiales para darle color, textura y durabilidad.