Primera infancia:
Los temidos berrinches

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Rabietas, gritos y ataques de llanto son algunos de los comportamientos con que los niños suelen manifestar su frustración, para desesperación de sus padres. Qué los origina y cómo pueden desactivarse.

A

los tres años Ailín comenzó a cuestionar las decisiones de Mara Adorno, su madre, de manera contundente: haciendo berrinches. Al principio, eran breves y fácilmente “sofocados”, hasta que una tarde, mientras esperaba a que salieran sus hermanos del
colegio, se escaparon de control: “Se encaprichó con que quería un alfajor y ella sabía que cuando le decía que no, era no –recuerda Mara-, pero ese día comenzó a llorar, a gritar y a patalear; todo el mundo nos miraba. Volvimos caminando las diez cuadras hasta casa con ella llorando y gritando”.

Durante la primera infancia es natural que los chicos empiecen a exteriorizar su disconformidad o su frustración mediante arrebatos emocionales cuando no se cumplen sus deseos. Según la licenciada en Psicología Elizabeth Gómez Montaner, directora del Centro Psicoeducar, los límites son fundamentales para que surjan o no los berrinches: “Los berrinches son comportamientos inapropiados esperables que en general tienen que ver con el estilo de crianza –precisa–. A partir de los dos años, un niño puede construir un
modelo comportamental de berrinche para conseguir lo que va deseando, que en algunos casos se interrelaciona contrastornos de su ánimo o de su comportamiento, pero en general es más que nada una actitud. Lo que más determina que tenga berrinches es que se fomenten o no”.

”El principal modo de aprendizaje del niño es a través del modelado, es decir que si los papás conservan la calma, él aprenderá a calmarse”.
Elizabeth González Montaner

En muchas ocasiones los chicos montan una rabieta por ejemplo en la casa, pero no en la escuela; con uno de sus padres o con un familiar en concreto, pero no con todos; esto fue lo que ocurrió con Aldana. Desde los dos años aproximadamente, si no se satisfacían sus requerimientos, explotaba con tanta intensidad que se llegó al punto en el que los abuelos y los tíos, abrumados por sus reacciones desmesuradas, dejaron de invitarla a pasar tiempo a solas con ella. Cuando Graciela, la mamá, debió internarse
para dar a luz a su tercera hija, nadie de la familia se atrevió a quedarse con la nena durante su ausencia. La tarea recayó en su amiga Isabel Heredia, quien para distraerla un poco, la llevó a la plaza: “Era la primera vez que cuidaba a Aldy y resultaba todo un desafío, porque no aceptaba un ‘no’ de respuesta e inmediatamente estallaba –rememora–. Fuimos a la plaza y apenas llegamos al arenero se quiso sacar las zapatillas. Como hacía un poco de frío, le dije que no. Me miró con furia y me di cuenta de que estaba por arrancar con una de sus pataletas, así que con tranquilidad le pedí que se fijara si alguno de los otros chicos estaba descalzo. Los observó y luego de confirmar que le decía la verdad, se puso a jugar como si nada y la pasó genial. Los padres no lo podían creer”.

La intensidad y la frecuencia con que los chicos tienen rabietas en determinados ámbitos y con determinadas personas son factores que también guardan una estrecha relación con el modelo familiar, sostiene la psicóloga, a la vez que aclara que “cuando los berrinches se replican en todos los aspectos y modos vinculares del niño, puede que exista un estado
de ánimo más impulsivo y propio de su biología; en esos casos, los papás deberían hacer una consulta profesional lo más tempranamente posible para aprender a no sostener esas conductas que implican sufrimiento para toda la familia”. 

CÓMO ACTUAR
• Cuando se desencadena una rabieta los padres deben actuar con paciencia, firmeza y calma. La especialista indica que “cuando son muy chiquititos –año y medio o dos años–, aprenden a través del modelado, de lo que observan de sus padres; si los papás conservan la calma, aprenderán a calmarse”.
• El enojo no es una opción, la ironía y el castigo tampoco; lo mejor es hablarle en un tono moderado y más bajo para que el chico “pueda expresar sus necesidades de una manera más saludable”, propone González Montaner.
• No se debe reforzar el comportamiento inadecuado. Si tras hacer una escena se le dice “no” y luego se le da lo que pide, el niño aprenderá que tirándose al piso, gritando o llorando podrá conseguir lo que quiere. Por el contrario, si la negativa de sus papás se mantiene pese a sus desbordes, desechará esa estrategia porque no le será útil para lograr sus objetivos.
• Si el episodio acontece en un lugar público, no se debe dejar al pequeño expuesto a la vista de los demás, por lo que una buena idea es llevarlo al auto o al baño para que se lave la cara. “Hay pequeñas oportunidades que a veces los papás desaprovechan, por ejemplo cuando el chico baja el nivel de llanto. Ese es un buen momento para ayudarlo –sugiere la experta– y quizá decirle: ‘En este estado lo mejor es volver a casa’. De eso se trata acompañarlo; la disciplina habrá que dejarla para después”.
• Es esencial aguardar a que el niño recupere la calma emocional, no mediante una tablet, un celular o un chocolate, sino por sí mismo o con ayuda familiar.

MEJOR PREVENIR

Hay muchas maneras de impedir que se origine un berrinche. Felicitar al niño cuando se
comporta correctamente, desistir de llevarlo a hacer los mandados si está cansado, tiene hambre o sueño, o explicarle que, por ejemplo, van a ir al kiosco a comprar únicamente galletitas y que puede elegir las que le gusten son medidas beneficiosas para evitar
que se desate un pandemónium, al igual que ofrecerle opciones para satisfacer su necesidad de independencia, como que decida entre dos conjuntos de ropa cuál desea usar o, si debe hacer un viaje corto, que elija los juguetes o libritos que le gustaría llevar.