Giro mágico

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Entre el tintineo de campanitas, guirnaldas que simulan nieve y pinitos decorados, ya palpitando el espíritu navideño y los deseos para el año que está llegando, los invito a que nos hagamos un ratito y conversemos sobre un concepto latino: deus ex machina. 

Esta expresión nos transporta al corazón de la narrativa, donde la sorpresa y la resolución inesperada se entrelazan. Literalmente, significa “dios desde la máquina”, y tiene sus raíces en la Antigua Grecia, en los tiempos en que el teatro florecía con historias de dioses y héroes. 

En aquellos escenarios, cuando la trama llegaba a un punto sin solución para los personajes humanos, una deidad aparecía mediante complicados artilugios de poleas y resolvía los dilemas de manera casi milagrosa. Esta práctica teatral, que recibió el nombre latino deus ex machina, reflejaba la creencia griega que se asentaba en un panteón de dioses que influían en los asuntos humanos desde su morada en el monte Olimpo. Así, la técnica no solo servía como recurso narrativo, sino que también estaba arraigada en una cosmovisión mitológica que permeaba la cultura de la época.

Este recurso venía de la mano de una creencia que sostenía la existencia de los griegos. Ellos fundamentaron los orígenes de la humanidad y de los fenómenos naturales por medio de la mitología, que es un conjunto de relatos protagonizados por personajes de carácter divino.

Estos dioses habitaban el monte Olimpo, que es la montaña más alta de Grecia, y estaban bajo la dirección del “rey de los dioses”, Zeus (dios del cielo y del trueno). Las deidades tenían poderes sobrenaturales, principalmente la inmortalidad y la eterna juventud, pero sus cuerpos eran antropomorfos (esto es, con apariencia humana).

“Los invito a que conversemos sobre un concepto latino: Deux ex machina”

Todos estos relatos ejercieron una gran influencia en la cultura, el arte y la literatura griegas. En este contexto, la técnica de hacer aparecer una deidad para que resolviera conflictos tenía sentido.

El recurso deus ex machina se trasladó en el tiempo a otros relatos. Por ejemplo, en el clásico Caperucita Roja, el lobo se come a la abuela, pero, como si fuera un milagro, aparece el cazador –de quien no sabíamos nada en todo el cuento–, mata a la bestia, rescata a la señora y todos viven felices para siempre.

Lo curioso es que, a pesar de todos los años que nos separan de la Antigua Grecia, los hombres, en cierto punto, seguimos sumergiéndonos en historias maravillosas que se resuelven por seres que aparecen mágicamente. Y diciembre, en este sentido, es un mes muy especial para esta encantadora narrativa. En medio de las celebraciones y los relatos tradicionales, nos encontramos con situaciones que, de repente, encuentran su resolución mágica, como regalos sorpresa que aparecen justo a tiempo o reconciliaciones inesperadas en cenas festivas.

Así, quizá sea hora de creer lo que dijo alguna vez Eduardo Galeano: “Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”.