Saber buscar información

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Los adolescentes encaran las búsquedas de información en Internet sin un espíritu crítico y reflexivo que les permita detectar, por ejemplo, contenidos falsos. El diagnóstico de los especialistas arroja cifras preocupantes. Los adultos tienen tarea para revertir esta situación.

Por Dai García Cueto
Foto AFP

El buscador de Google ya es una imagen familiar, tanto como la palabra “googlear”, a la que se recurre no solo cuando se ignora algo, sino apenas se presenta la duda. Poco ejercicio de la memoria.
Como en todos los tiempos, la calidad de la información es un elemento clave a la hora de ejercer el derecho a expresarse y transmitir ideas, y parte fundamental de la construcción de ciudadanía. Entonces, si al utilizar la web para informarse los adolescentes no ponen en juego un espíritu crítico y tampoco toman los recaudos necesarios, las consecuencias pueden ser graves.
“Los estudios internacionales muestran que se quedan con el primer link, no comparan, no chequean, no identifican la fuente y confunden contenido publicitario con contenido informativo”, explica Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación y especialista en cultura juvenil, tecnologías y educación. Esto les pasa a los adolescentes de la Argentina y de todo el planeta. Tampoco los adultos le escapan a la problemática.
Un informe realizado por el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) en el marco de la campaña “Los chicos y las pantallas” –encabezado por Morduchowicz– indica que solo el dos por ciento de los alumnos secundarios saben diferenciar la información relevante y confiable de la que no lo es. Para ellos, un sitio es confiable por su popularidad o porque sus artículos están escritos sin errores de ortografía, pero no se preocupan por reconocer la institución a la que pertenecen, por ejemplo, una universidad o un municipio. Hasta vale más la información recibida de un amigo o un familiar que aquella donde se puede identificar al autor. De esta manera, es frecuente observar que cuando realizan una tarea escolar la mayoría copia y pega tal cual lo encontró publicado, sin citar la fuente ni hacer un esfuerzo por reescribir con sus propias palabras.

“Estudios internacionales muestran que se quedan con el primer link, no comparan y confunden contenido publicitario con informativo”.
Roxana Morduchowicz

Facebook, Instagram o YouTube se han convertido en el principal medio informativo de las nuevas generaciones. De acuerdo con las cifras que arrojó ENACOM, nueve de cada diez adolescentes utilizan las redes sociales como fuente. En general, no se trata de una elección deliberada, sino que se da por el contacto entre amigos, lo que acrecienta las posibilidades de que obtengan –como mínimo– información parcial sobre lo que pasa en el mundo. En este sentido, Morduchowicz, quien escribió el libro Ruidos en la web. Cómo se informan los adolescentes en la era digital, aclara: “Lo que llega a su perfil está determinado por sus intereses e inquietudes, es aquello que se relaciona solamente con lo que me interesa a mí, lo cual puede no estar vinculado con lo que pasa en otros ámbitos. Al mismo tiempo, reafirma las propias opiniones”.
Aunque en la coyuntura actual los dispositivos estén fuertemente asociados a lo digital y las nuevas tecnologías, atender al modo de informarse y la calidad de los datos que se reciben es importante siempre, más allá del soporte. “Es la única actividad que los va a acompañar toda la vida. Capaz más adelante ya no usen redes sociales, sin embargo, seguirán informándose por otros medios”, agrega la investigadora consultada por Convivimos.
Haciendo hincapié en esta problemática, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) propuso el concepto de “alfabetización mediática e informacional”, con el que hace referencia a la necesidad de contar con competencias específicas para poder distinguir la relevancia y confiabilidad de la información que circula tanto en Internet como en los diferentes medios de comunicación en el siglo XXI.

EL IMPACTO
Esa falta de espíritu crítico al abordar las búsquedas abre un mapa de riesgos que afecta a los adolescentes a nivel personal y tiene implicancias a nivel global. Principalmente, sobre la toma de decisiones y la formulación de opiniones propias. Como explica Morduchowicz: “Para que una decisión esté fundamentada, se requiere un caudal de información, sobre todo, confiable. Pero si los chicos no identifican el autor, no chequean el origen, no comparan, las decisiones que tomen estarán basadas en información sin fundamentos y sin reflexión”.
Por otra parte, la confianza ciega en aquellos contenidos que les envían sus contactos de redes sociales convierte a los adolescentes en presa fácil para la viralización de noticias falsas. Esto profundiza el fenómeno de las fakenews en todo el mundo, con las consecuencias ya conocidas, como la manipulación de la información en campañas electorales.
Los adultos –tanto padres como docentes– tienen una responsabilidad mayúscula sobre la “alfabetización informacional”. La impulsora del programa “El diario y la revista en la escuela”, de los años 90, asegura que hay que desterrar la noción de “nativos digitales” y también la idea de que los adolescentes saben más de tecnología que sus padres o docentes por haber nacido en el siglo XXI. “Los papás piensan ‘¿Qué le puedo enseñar si entiende más que yo?’, y con ese argumento no se ocupan y los dejan hacer solos. Pero los chicos –advierte Morduchowicz– tienen un saber que es instrumental, conocen el soporte, la herramienta, por ejemplo, cómo bajar una aplicación o qué hacer si se apaga la PC. Sin embargo, esto no tiene que ver con el saber reflexivo y crítico que queremos que posean”.

RECOMENDACIONES

Para acceder a información de calidad en la web, el Ente Nacional de Comunicaciones recomienda lo siguiente:
• Seleccionar las palabras que originará la búsqueda para que esta sea más precisa.
• No quedarse con el primer link, usar siempre más de un sitio cuando hacemos una consulta, tanto para la escuela como para intereses personales, y comparar lo que dice cada uno sobre el tema.
• Analizar si las páginas pertenecen a instituciones o autores que existen, y verificar su confiabilidad.
• Atender a los titulares y corroborar su relación con el cuerpo del texto.
• Indagar en las imágenes y los videos, determinar si han sido manipulados o sacados de contexto.
• Compartir contenidos si se sabe con seguridad que son ciertos.