El arte en la escuela

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El arte es una potente herramienta pedagógica, y las escuelas, un sitio privilegiado para desarrollarla. Experiencias protagonizadas por chicos de todo el país hablan de sus innumerables beneficios.

Fotos: Gentileza Carlos Szulkin

En espacios desestructurados y periféricos a las asignaturas y a la currícula escolar, el arte en sus diversas formas se viene posicionado en los últimos años como una potente herramienta pedagógica en las escuelas del país. 

Cada vez más maestros adoptan el teatro, la música o el dibujo como lenguajes democratizadores, que permiten liberar emociones y abrir una puerta a la comprensión del mundo desde el placer y el juego. 

“¿Para qué sirve el arte en la primera infancia? Para despertar el ser interior de los niños, para motivar sus ideas, su curiosidad, para escucharlos, para fortalecer su autoestima, para hacer visibles las posibilidades creativas por medio del disfrute. Porque les permite ampliar su lenguaje, porque son protagonistas de su historia creada. Porque no hay mayor desafío que poder hacer visible y tangible lo que imaginamos”, asegura Claudia Martínez, directora del Núcleo Educativo de Nivel Inicial (Neni) número 12, de Capioví, una localidad misionera ubicada a 120 kilómetros de Posadas.

Este jardín estatal incorporó actividades artísticas con niños de dos a cinco años con la idea de apuntalar el desarrollo del lenguaje desde una perspectiva diferente. Para ello, las maestras se capacitaron con la Fundación Arcor sobre cómo sumar el arte a la experiencia del aula. De allí nació el proyecto “cosoteca”, un repositorio de “cosas” creadas por los chicos con material reciclable.

“Hay que dar el espacio donde los niños puedan comunicar sus ideas. Son muy introvertidos y apuntamos a que tengan voz dentro del nivel inicial, a que sean los creativos y nos orienten sobre lo que les gusta disfrutar”, dice Martínez. 

En esta experiencia, los chicos transformaron cartones, botellas y envases en laberintos, personajes de historias y robots, y, además, narraron cómo lo imaginado se puede convertir en realidad. Con un plus: aprendían lengua y matemáticas sin darse cuenta. “Los niños pudieron ser constructores de sus ideas, de su conocimiento. Pusieron en palabras lo que crearon y apareció la alfabetización sin la necesidad de la escritura”, cuenta Martínez.

ARTE Y JUEGO

Lucho Milocco, docente, artista y autor –junto con Cassio Carvalho y Eva Harvez– del libro Arte y educación en las infancias, explica que en los primeros años de vida se accede al conocimiento a través del “enseñaje”, un término acuñado por el psiquiatra Enrique Pichon-Rivière que refiere a la mixtura entre enseñanza y aprendizaje que se da mediante los vínculos. 

En este sentido, el arte es uno de los lenguajes a través de los cuales se conoce el mundo, y las escuelas son un sitio privilegiado para desarrollarlo. 

Los artistas Milocco, Carvalho y Harvez llevan adelante el proyecto Pim Pau, que recorre las experiencias artísticas en las aulas y en los escenarios de Buenos Aires, y donde el juego aparece como centro de las actividades. 

El núcleo que atraviesa la idea es, precisamente, el encuentro donde el acto creativo es un modo de relacionarse con el entorno y los demás. “El juego es el principal generador de vínculos; y el cuerpo, el principal generador de lenguaje. Sin juego no hay vínculo, sin vínculo no hay enseñaje, y para que todo eso se dé es importante que estén habilitados los distintos lenguajes humanos y artísticos”, apunta Milocco.

“No hay duda de que es fundamental que el arte esté presente en cualquier instancia educativa, y la pregunta es en todo caso por qué el arte no está si el cuerpo es generador de lenguajes y es a través de los lenguajes que accedemos al conocimiento, al enseñaje y al vínculo con las demás personas. Planteamos habilitar estos lenguajes para, de una u otra manera, democratizar la palabra”, remarca. 

En este punto, Milocco alude a que en el sistema educativo la palabra tiene una jerarquía sobre los demás lenguajes y hegemoniza los lazos.

TEATRO DE TÍTERES

Escuelas y centros vecinales que brindan apoyo escolar en sectores vulnerables de la ciudad de Córdoba utilizan los títeres como una herramienta de creación y de expresión. La propuesta de capacitación a maestras y de interrelación con la infancia está impulsada por el Área de Acompañamiento e Intervenciones Territoriales de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba.

Carlos Szulkin, psicólogo social, titiritero y trabajador en la Facultad de Filosofía, explica que la idea es abordar el teatro de títeres desde la perspectiva educativa y psicosocial. Aunque lamenta que aún el arte tenga un lugar secundario en las instituciones, cree que las escuelas que lo adoptan como una manera de conocer el mundo buscan correrse del modelo de enseñanza basado en el pensamiento vertical o racional para avanzar en el pensamiento lateral. 

“Lo artístico ofrece símbolos para que los niños puedan producir sus propios conceptos, símbolos que no necesariamente están planteados desde la lengua y la escritura. Es un pensamiento que estimula el hacer por placer, privilegia la particularidad subjetiva del niño, la importancia de las vivencias, de las experiencias emocionales”, remarca.

“LO ARTÍSTICO OFRECE SÍMBOLOS PARA QUE LOS NIÑOS PUEDAN PRODUCIR SUS PROPIOS CONCEPTOS”.
CARLOS SZULKIN

Desde la perspectiva psicosocial –subraya Szulkin–, el teatro de títeres permite jugar con la realidad, poner afuera sin ningún tipo de amenaza los vínculos y preguntarse cómo viven y sobre todo cómo les gustaría vivir. 

“Es un vehículo formidable para dar expresión a los deseos. La dimensión psicosocial es lo que ha motivado a muchas organizaciones a utilizar el arte para poner a disposición de los niños herramientas de expresión, que permitan poner en palabras los contenidos que generan angustia, ansiedad o que simplemente son negados”, agrega.

El teatro de títeres, afirma, posibilita un acercamiento crítico con la realidad, entender para qué sirve la escritura o narrar, abre las puertas a la alfabetización visual e incorpora nociones de formas, colores, texturas. Sirve también para fortalecer los contenidos formales de la escuela. Juego y arte son indisociables. “Ayuda a derribar esa relación un tanto alienada que tenemos con la realidad, con la vida cotidiana”, remarca Szulkin.

MÚSICA EN TODAS PARTES

Las orquestas sociales se han multiplicado en escuelas y en otras organizaciones como una manera de acercar el arte a sectores con escaso acceso a bienes culturales.

A fines de 2021, el Ministerio de Educación de la Nación relanzó el Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles que financió hasta 2015 y que luego sostuvieron las provincias por pedido de los docentes y las familias. Hay 237 orquestas y casi 20 coros en todo el país. 

“Los chicos tienen derecho a contar con educación artística”, plantea Claudio Espector, coordinador del programa que provee instrumentos y capacitación para la creación de orquestas y coros. Los resultados, asegura, “han sido muy buenos”, porque no solo han posibilitado conocimientos específicos vinculados a la música sino también la mejora en los aprendizajes en la escuela y en habilidades psicosociales.

“Creemos que el arte tiene condimentos propios y que ningún otro campo del conocimiento puede apelar desde la subjetividad”, apunta Espector. Agrega, en este sentido, que con la sensibilidad, el trabajo en conjunto, la asociación entre compañeros y la búsqueda de la belleza se logra la mejora colectiva. 

“Estamos seguros de que en la pospandemia el arte va a cumplir un rol en dos sentidos: uno para el alma de los chicos, sus familias y sus poblaciones; y otro como un llamador para que los que se han ido de la escuela vuelvan”, concluye.