Patricia Gallardo: “Mi misión es fortalecer a mi gente”

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Dejó su puesto en Buenos Aires y volvió a Jujuy, su provincia natal, para darle vida a la Fundación Sayani. Desde allí acompaña de manera integral a enfermos hepáticos y a sus familias. Del tabú al diagnóstico precoz.

Por: Valeria García Testa 

Foto: Patricio Pérez

 

 

Los caminos de la vida suelen ser tan misteriosos como fascinantes. Patricia Gallardo nació en El Carmen, a 25 km de San Salvador de Jujuy, estudió Medicina en Tucumán e hizo la especialidad en Gastroenterología en Buenos Aires. Pronto se dio cuenta de que había algo que especialmente la conmovía y movilizaba en los pacientes que sufrían enfermedades hepáticas. Por eso se transformó en una de las primeras hepatólogas certificadas en la Argentina. Sin que ella lo supiera, a partir de esa elección profesional, su propia historia familiar se estaba manifestando y reordenando: su decisión dio lugar a que su madre le confesara que su abuela materna, Rufina Torres, había sido alcohólica y que su muerte había sido producto de una cirrosis hepática. Era tan vergonzante la situación que había sido mantenida en secreto durante décadas. Patricia entendió el abdomen inflamado de su abuela, los años que la había visto postrada, la relación por momentos distante que había tenido con ella y la angustia y fortaleza de su propia madre acompañando a Rufina en silencio al pie de la cama.

 

DE PIE

En 2013, el Gobierno jujeño la contrató para ir una vez al mes a atender a San Salvador, ya que esa provincia tiene altos índices de enfermedad y mortalidad por patologías hepáticas. Cada viaje la fue acercando a la decisión: en 2015 organizó el primer encuentro de pacientes hepáticos en San Salvador de Jujuy y en 2016 decidió renunciar al hospital Udaondo y la Unidad de Trasplante del Argerich para radicarse allí y constituir junto a ellos la Fundación Sayani, que en quechua significa “Yo me mantengo en pie”. Desde esa mancomunión, llevan adelante la atención especializada al paciente con enfermedad hepática, trasplantados hepáticos y su familia, capacitan a equipos de salud y a la población, y trabajan en la prevención y el diagnóstico precoz, algo fundamental, puesto que estas patologías suelen desarrollarse durante diez a quince años antes de presentarse los síntomas. “Existe una gran variedad de enfermedades que pueden afectar el hígado y por diferentes causas. Pueden ser agudas, como las hepatitis virales, o crónicas. Es fundamental educar y llegar antes al diagnóstico que a las complicaciones”, explica.

 

EN ACCIÓN

Cuando comenzó su tarea, su madre le ofreció convertir la vieja casona de su abuela en la sede del proyecto. A partir de un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación se hizo la remodelación que puso en valor el edificio, se fortalecieron los cimientos, se los proveyó de una estructura antisísmica, se cambió la fachada y se adaptó funcionalmente a las nuevas necesidades. Lo que hoy es la sala de capacitación antes había sido la habitación de Rufina. “Siento que la relación con mi abuela es mucho más fuerte ahora que cuando ella estaba viva. Recuerdo cuando venía a visitarnos y nos traía regalos, o cuando, como en toda la zona norteña y de acuerdo a la cultura andina, el 1° de noviembre festejábamos el Día de los Muertos y poníamos alimentos y fotos de nuestros familiares, y al día siguiente se levantaba la mesa. Cada 2 de noviembre acostumbrábamos ir a la casa de mi abuela a levantar la mesa y luego repartíamos esa comida. Ahora, allí donde estaba la mesa, funciona la sala de espera”, festeja. Gallardo aclara que nunca pensaron en ser una clínica, sino que eligieron ser una casa con consultorios. Por eso, en la sala de espera, “que no desespera”, hay mesas y sillas ubicadas en círculo, café, mate y gente dispuesta a compartir experiencias. “Nosotros nacimos como fundación a partir de la comunidad y la vinculación que se dio entre los pacientes. Y a eso apuntamos, a que se relacionen entre ellos y puedan empoderarse”. Quien puede, paga un bono contribución de 100 pesos. También trabajan con PAMI y con la obra social provincial. Otra fuente de financiación es a través de los cursos de capacitación para profesionales para la salud. Pero el resto es a partir de recursos propios, incluso sacados del propio bolsillo. “Mi misión es fortalecer a mi gente y trabajar en un equipo transdisciplinario en el que el paciente tiene voz y voto. Es un aprendizaje mutuo”, dice.

Para ser parte del esfuerzo, se puede colaborar en la cuenta corriente N° 18617/1, Banco Santander Río, sucursal 150, CBU 0720150520000001861718, CUIT 30-71510088-2.