Agustín Destribats: El luchador

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Comenzó desde muy chico, atraído principalmente por las mieles del triunfo y los viajes. En el camino, descubrió que la lucha le daba algo más: disfrute y un espacio de despeje.

Foto: Gentileza United World Wrestling

En su casa no había tradición deportiva. Ni a la hora de practicar alguna actividad ni tampoco como espectadores. Fue un vecino el que, por algún motivo, consideró oportuno recomendarle a Agustín Destribats, todavía un niño de nueve años, que se anotara en el club del barrio, donde habían comenzado a dar clases de boxeo francés, capoeira y lucha libre.

A partir de ahí, todo fue rápido para el cordobés: en uno o dos años, ya competía en el alto rendimiento, encadenando participaciones y medallas en campeonatos nacionales, sudamericanos y Juegos Panamericanos, hasta llegar a los Juegos Olímpicos de la Juventud en su adolescencia. De más grande, fue parte de los Juegos Olímpicos en Tokio y finalizó 2022 en el octavo lugar del ranking mundial. Un talento muy por encima de la media lo posicionó de inmediato como el mejor (casi único) competidor argentino de fuste, pero el entrenamiento diario es lo que lo posicionó a nivel internacional. 

Entrenaba todos los días después del colegio, y también los fines de semana. “Pará un poco, te va a hacer mal entrenar tanto, te podés lastimar”, le decían en su casa. “Pero yo quería ir a todas las competencias, viajar por el mundo y ganar”, justifica Agustín su decisión de vida, que implica pasar la mayor parte del tiempo alejado de su casa y su familia.

  • Estás casi todo el año fuera del país, porque la competencia local no está a tu nivel, ¿cómo se siente estar así de despegado respecto del resto?

Trato de tomarlo como algo normal, para no frustrarme ni tampoco frustrar a mis compañeros cuando me toca entrenar en la Argentina. Trato de tomarlo tranquilo.

  • Si bien lo que necesitás deportivamente es estar afuera, ¿llega un momento en el que cuesta?

Obviamente, porque dejás a la familia y a tus amigos. Me cuesta alejarme de mi casa, mi hijo de cinco años, mi novia, pero es algo que hago desde muy chico, así que estoy acostumbrado. Estuve como cuatro años en Rusia, en una ciudad musulmana, prácticamente viviendo ahí. Al principio me costó muchísimo adaptarme, es superdiferente a lo que vivimos en Córdoba. Después ya me gustaba ir, me sentía bienvenido cada vez que iba y estaba más cómodo. Ahora, con la guerra, no puedo ir más a Rusia, así que estamos buscando otro sitio. El año pasado fuimos a Rumania, y este año volvemos a ese lugar.

  • Alguna vez dijiste que sos vago para entrenar, y también que no sos muy bueno técnicamente, ¿cómo se explican entonces tus logros internacionales?

Sí, me cuesta el entrenamiento físico, no es lo que más me gusta. Y, a comparación de los de afuera, no soy bueno técnicamente. Estamos en un país donde la lucha no es tan buena, no hay tanto nivel. Pero siempre le pongo garra, ganas. Una cosa que odio es perder. En todo lo que hago, hasta jugar al fútbol con mis amigos, siempre quiero ganar. Soy muy competitivo y eso me hace entrenar, perfeccionar mis técnicas. Aunque compita con alguien de Rusia o Estados Unidos, países potencias, voy a querer ganar, siempre. No dejo ganar ni a mi hijo cuando jugamos juntos.

  • ¿En algún momento te divirtió la lucha? ¿O siempre se trató solamente de ganar?

Hubo un momento de mi vida donde dejé la lucha un tiempo, porque pensé que no era lo que me gustaba. Fue después de clasificar a los Juegos Olímpicos de la Juventud. Gané ese Panamericano y sentía que no me satisfacía esto de ganar solamente, que no me llenaba. Mi mamá me dijo que si quería renunciar, primero fuera a hablar con mi entrenador, se lo dijera de frente, porque él me había acompañado toda mi carrera. Entonces, junté coraje, se lo dije, y me respondió: “Bueno, es tu decisión. Solo te pido que hagas la última clase con los chicos”. Estaban entrenando, hice esa clase y me di cuenta de que sí me gustaba la lucha y me divertía haciéndolo, porque salí supercontento de ahí, disfruté todo el entrenamiento. Me di cuenta de que disfruto entrenar, hacer lucha. Ganar me motiva y me gusta, pero lo más importante es disfrutar el entrenamiento.

  • ¿Qué hubo ese día?

Fue igual a todos los días, solo que yo no me daba cuenta. En mi cabeza pensaba que ganar era lo que más me gustaba, pero la realidad era que si bien me gusta ganar, me divierto luchando. Hasta ese momento, no sabía que la lucha me divertía y me ponía bien.

  • ¿No volvieron a darte ganas de dejar?

No, nunca más me planteé dejar. Quiero seguir luchando y cumpliendo objetivos. Cada vez que voy a entrenar, esas dos horitas me olvido de todos los problemas que pueda tener fuera del colchón. 

DESPEGUE INTERNACIONAL

Luego de haberse asentado en las grandes ligas y de establecerse en un grupo de competidores de elite a nivel mundial, Agustín espera dar el salto a los grandes títulos: “Recién ahora estoy empezando a caer un poco que puedo competir con esa gente que uno ve tan lejos. Me cuesta a veces caer en que yo también soy bueno, aunque un montón de gente me lo dice. Ahora estoy notando cómo lucho cuando me enfrento a los mejores. Sé que estoy a ese nivel y estoy mejorando. Quiero ir a los Juegos Olímpicos de París el año que viene y meterme entre los primeros cuatro del ranking mundial”, afirma.