Ricky Pashkus: “El musical es un género imprevisible y vertiginoso”

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El reconocido coreógrafo, director y maestro de comedia musical arrancó la temporada con dos obras en cartel. Con una extensa trayectoria, sigue eligiendo hacer, por encima del éxito o del fracaso.

Ricky Pashkus no pretende ser sinónimo de éxito. Si su nombre está en la marquesina de los teatros, desea que cualquiera reconozca que allí hay una comedia musical en serio, con todo lo que debe tener, sobre todo, ritmo, que el engranaje que entrelaza actuaciones, canciones y bailes funcione a la perfección. 

Así, tiene dos obras en cartel en las plazas más importantes del verano: Kinky Boots, con elenco renovado, en Mar del Plata; y Mamma Mia, un estreno con Florencia Peña, en Villa Carlos Paz.

Entre las dos, según su director, solo hay un punto en común: el pop. Por un lado, están las composiciones de Cindy Looper; y, por otro, las del grupo sueco ABBA. “Me encanta esa característica y no me sucedió tantas veces en la vida. Aunque son muy distintas, se parecen en que la gente conoce los temas, entonces entra en una especie de éxtasis por el solo hecho de escuchar la música”, cuenta. Lo demás es mérito propio.

Al comienzo de su carrera intentó ser actor, pero tenía mejor suerte como bailarín, y su debut fue en ese rol junto a Nacha Guevara en Las mil y una Nachas, en 1975, con un atentado de la Triple A de por medio.

Con el tiempo, le dio paso al coreógrafo y luego al director, y en casi cuarenta años ha trabajado en más de cien espectáculos que incluyen piezas internacionales, como Hairspray, El joven Frankenstein, A Chorus Line y La jaula de las locas; y también creaciones locales, como Y un día Nico se fue, Yiya, el musical y La Cassano en el Maipo, entre otras.

Además, es docente. “Un poco en chiste, un poco en serio, para ser maestro hay que haber jugado de chico a serlo”, dice, y confiesa que él lo hizo. Luce el título de director emérito de la Fundación Julio Bocca; y creó junto a Fernando Dente el Instituto Argentino de Musicales (IAM), del cual está al frente. Hoy, a punto de cumplir 69 años, se reconoce como un gestor cultural: “Quiero ser útil”, expresa.  

Todo este recorrido profesional lo plasmó en un libro autobiográfico, Conservate bueno (2022), donde también relata parte de su intimidad, situaciones de abuso durante su infancia, su identidad sexual y la relación con sus padres y su hermano, el representante artístico Tommy Pashkus.

  • ¿Qué te entusiasma de Kinky Boots y Mamma Mia?

Kinky es una obra hermosamente escrita, me entusiasma desde lo conceptual. Me enseñó y me hizo reflexionar sobre la identidad de género, las trans, la diversidad. No cambia la historia por una obra, pero sí las miradas. En Mamma Mia me entusiasma que es lo opuesto. A pesar de que es una hija que no sabe cuál de los tres es el padre y eso no es algo naif, la historia tiene algo muy sencillo, muy de cuentito, hasta medio infantil y al mismo tiempo lleno de afecto profundo. Se la puede ver en familia.

  • ¿Son más intensos los ensayos o las funciones?

El ensayo es el más intenso, el que más me gusta, el que más me angustia, un sinfín de cosas lindas y feas. Si bien cuando se estrenan me gusta ver los espectáculos, el disfrute para mí son los ensayos.

  • ¿Por qué?

Tiene que ver con mi personalidad. Soy una persona inquieta, ansiosa, me gusta la creación, accionar sobre la mirada. Le doy mucha fe a ese momento de los ensayos, después puede pasar que vaya bien o mal. Tengo una tendencia a lo “rollero”, cuestionarme si fue bueno, malo, pensar por qué funcionó o no; excepto cuando ensayo, ahí no me enrollo, acciono. Después sí me encanta ir al espectáculo, pero no soy de los que se sienta a mirar la obra trecientas veces ni voy a todas las funciones. Disfruto de mirarla, pero ya estoy pensando en lo próximo. No digo que sea una virtud, sino un defecto, pero mi cabeza ya está en lo que viene.

  • ¿Sentís que sos sinónimo de éxito?

No lo siento. Es una percepción que agradezco y me enorgullece. No he tenido tantos, tantos éxitos, como no los tiene nadie. Sí me gustaría ser sinónimo de seriedad y buen trabajo, y en teatro musical que se dijera “Ah, está Ricky Pashkus, va a ser un musical”. No alcanza con que digas que es un musical, tiene que serlo, y para serlo debe tener el ritmo, la gracia, la cadencia, la dinámica de un musical, no alcanza con que haya canciones, las canciones son parte de un engranaje. Uno de mis mayores méritos es haber dedicado la vida a que ese engranaje funcione, a pesar de ser complicado, porque tiene de todo. Me gustaría que, si es mío, se sepa que no va a ser cutre, no va a ser una comedia musical que se parezca a una, sino que va a tener la energía brillante del género. 

  • ¿Por qué el teatro musical?

Con esto de bailar, cantar, actuar, cuando la comedia musical está bien hecha, todos los sentidos del espectador están en funcionamiento: mirar, escuchar, oler, sentir. Es un espectáculo que tiene riesgo. La diferencia entre la ópera y la comedia musical es que en la ópera podés relajarte, incluso hasta cerrar los ojos para hacer un viaje musical; en el musical eso es imposible, es un viaje vertiginoso, lleno de anécdotas sensoriales, que te lleva por un lugar en que todo es intenso. Invitaría a quien no conoce a que se entregue a la intensidad de un género siempre imprevisible y vertiginoso.

  • Cada año estás en cartel con dos o tres obras, ¿preferís hacer aunque salga mal?

Sin lugar a dudas, elijo hacer por encima del éxito o del fracaso. Mi forma de funcionar es haciendo, aprendo haciendo. Cada día me siento más un gestor, un facilitador, incluso de cosas que no son mías, como crear los premios Hugo para el musical y ahora los Chúcaro para el folklore. Esa mezcla entre la persona ansiosa, que siempre va hacia la acción, es un modelo que sirve para pensar que no es tan dramático fracasar. Sé que he tenido muchos errores y éxitos. Yo hago, porque en el hacer me reconozco, conozco, aprendo. Si me invitan a dar una charla, es probable que acepte, aunque no me paguen, porque con la gente pienso cosas que sin ella no pensaría. 

“Cuando el musical está bien hecho, todos los sentidos del espectador están en funcionamiento”.

  • De niño, tu sueño era ser famoso, ¿lo lograste? 

No lo logré. Hoy lo que más me importa es trascender. Que mi nombre sea lo suficientemente importante para que abra puertas. Trascender siendo útil, dando trabajo a actores y actrices, que el productor gane plata, que yo también gane, que me den más trabajo por lo que hice. Famoso no soy, prestigioso no lo sé. Yo hago porque me importa trascender a través de la acción.

  • Después de Hombre viajando en taxi, ¿qué historia no faltaría en una próxima comedia musical sobre tu vida?

La historia básica que trato de transmitir es que son hermosas y triunfadoras las historias de los perdedores. Solo la persona que reconoce los fracasos y las bajezas y aprende a convivir con ellos encuentra la fortaleza. Transformar el arte en venganza, no agresiva, sino al contrario, el arte como una manera de devolver con amor lo sufrido.

  • ¿Qué características hay que tener para ser un maestro?

Hay que tener curiosidad, mantenerse joven y desconfiar de todo lo que uno sabe para poder enseñar no lo que uno sabe, sino transmitir el deseo de aprender. Lo primero que les digo a mis alumnos es: “No estoy seguro de que sirva estudiar conmigo, más bien diría que no”. Pero hay una experiencia que vivo en cada clase que no es la acumulación del saber, sino el deseo abismal de arriesgar. Trato de descolocar al alumno, de sacarlo de su zona de confort, de generarle un nivel de exigencia que lo desestructure y que entienda que lo que quiero transmitirle, además de ciertos recursos, es la verdad de lo que veo para que la conozcan. Y lo otro que pretendo que conozcan a través de mí es que si son artistas nunca va a alcanzar. Si eligió esta profesión, tendrá que aceptar que nunca es suficiente. Alcanza con el esfuerzo, pero al día siguiente habrá que hacer un nuevo esfuerzo.

  • ¿No te vas a jubilar nunca?

Por la edad, estoy jubilado. Pero no quiero morir en un escenario. Quiero decidir yo el momento de jubilarme y no dejar de ser interesante para los demás. A la mayoría nos cuesta darnos cuenta de cuándo llegó el momento, espero tener la sabiduría para reconocerlo. Mientras algo me indique que aún intereso, voy a seguir. Si no, como viajar me encanta, espero tener plata para seguir subiendo a los aviones.

  • ¿Hoy sos el rey de la comedia musical?

No. Pero soy mi rey. La época de recibir órdenes de otro terminó. Yo soy mi rey, que cada uno elija el suyo. 

EL PERRO

En su primera reunión con los directivos de Planeta, la editorial que publicó su autobiografía, una ejecutiva le confesó que su hijo había bautizado “Pashkus” al perro de la casa. “El chico escuchó la palabra en la tele y se le ocurrió, no por mi apellido. Me pareció tan genial como coincidencia que no creo que haya otro que se llame así”, cuenta divertido. Ricky ama las mascotas. Convive con dos gatos y dos perros, y extraña a otros dos, Toribio y Ramona, que ya se fueron. 

Jugando con los significados de la palabra, reconoce: “En todo lo que no sea el trabajo, soy un perro. Por ejemplo, no sé manejar. Soy de las personas que se tira el café con leche en la camisa recién lavada. En la vida cotidiana soy un perro, no veo la evidencia”.