Corazón de bombero

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Naranja en la oscuridad. Las llamas iluminan la noche cerca de la localidad de La Cumbre (2019).

Son hombres y mujeres que dejan todo para enfrentar las llamas cada vez que los convocan. Aquí, un viaje al interior del infierno.

Fotos: Daniel Cáceres

Texto: Fabián García

Hay fuego para que haya bomberos. Al lado de las enormes lenguas amarillas, uno ve las figuras de hombres y mujeres vestidos con sus trajes fluorescentes y muchas veces con 20 kilos en forma de mochila sobre sus espaldas, moviéndose, sin pausa, para frenar esas moles ardientes. No es una película. Las llamas –con sus seiscientos y pico grados de temperatura– consumen, como un pacman insaciable, todo a su paso, y solo parecen mirar con algún respeto a esta gente que tiene la cara tiznada y una manguerita en la mano.

Cierto que no hay fuego que empiece solo. Cierto que la mayoría de los incendios se inician porque otros hombres o mujeres los prenden. Por el motivo que sea. Porque a alguien se le ocurre hacer un asado en medio de la montaña o porque algún otro quiere quemar pastizales. Cierto es que el calentamiento global, con sus sequías y temperaturas más elevadas, potencia estas tragedias. Siempre el comienzo es una llamita. Después, como una bola de nieve, puede convertirse en un monstruo. La magnitud de un incendio depende de un cóctel: el combustible que haya para quemar (pastos, árboles, etc.), el oxígeno disponible y el calor. En la mayor parte del país los incendios se registran en la primavera, porque hay más de los tres.

Pararse frente al fuego es una experiencia que conmociona. Las llamas sueltan un potente bramido. El humo, a veces, no deja ver el cielo, ni tampoco adelante ni a los costados, y se mete adentro de los pulmones con cada respiración. Sin embargo, lo que más inquieta de un incendio es el sinuoso crepitar de las llamas mientras queman.   

Ser bombero está repleto de contrasentidos. Hay que poder abandonar para siempre la normalidad de la vida y salir corriendo sin demora al llamado de la sirena o el WhatsApp del cuartel. Hay que contar con un corazón enorme para no darse por vencido. Y hay que tener la cabeza fría para salir vivo de ahí. 

En viaje. Dos bomberos marchan rumbo al frente de fuego (Traslasierra, 2019).
Las sombras del fuego. Una cuadrilla se prepara para hacer su tarea (Traslasierra, 2019).
Hasta la última gota. El regreso a la base luego de horas de trabajo (Traslasierra, 2019).
Frente a frente. El cuerpo de los bomberos refleja la tensión del instante, segundos antes de ir contra las enormes llamas (Traslasierra, 2019).
Perseguidores. El fuego ya pasó, y los hombres se disponen a arrojar agua a las llamas que queman a pocos metros (Traslasierra, 2019)

DANIEL CÁCERES

Reportero gráfico. Publica en Cadena 3, Noticias Argentinas y agencias y medios internacionales. Publicó en Clarín, Olé y revista Viva. Miembro de ARGRA y socio fundador de AFC (Asociación de Fotógrafos y Camarógrafos de Córdoba).