Compost casero

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Los residuos de la cocina son el mejor abono para el cultivo de las plantas, incluso para las que están en macetas. Además, hacerlos compost es una excelente manera de reciclar los residuos orgánicos. 

Para quienes tengan un jardín o una pequeña huerta, el compost casero es una alternativa económica y natural para contar con un suelo fértil y rico en nutrientes sin recurrir a productos químicos. Además, es muy fácil de hacer en forma manual a partir de los desechos hogareños. Solo hay que separar los residuos orgánicos que se originan al cocinar e introducirlos en un recipiente adecuado, al que se llamará “compostera”. 

Con eso alcanza para que, al cabo de tres meses, se obtenga un compost orgánico, gracias a una tarea que solo lleva unos cinco minutos por día de trabajo, o día por medio. Esta operación ayuda a crear un sustrato más fértil y rico en nutrientes para que las plantas puedan absorberlos y crecer mejor y más fuertes. En el caso de cultivar frutas, verduras u hortalizas, este método garantiza que resulten mucho más sabrosas que las compradas en el circuito comercial.  

Para la elaboración del compost, lo primero que se necesita es contar con una compostera, que se puede armar con una maceta de buen tamaño, un canasto, un cajón de fruta u otro recipiente que tenga buena resistencia y capacidad de hasta 150 litros.

Luego hay que llenarlo con una capa de tierra de hasta diez centímetros, y encima de esta, colocarle la capa “húmeda” con los desechos orgánicos: cáscaras de frutas, verduras, papas o huevos, restos de pan, yerba, té o café. Encima de todo esto se coloca la capa “seca”, compuesta por ramitas, paja, pasto y hojas caídas y papeles. Es importante tener en cuenta que jamás deben incluirse restos de carnes, lácteos, metales, envases, cenizas de carbón, pañales descartables, papeles satinados o impresos con tinta de color, colillas de cigarrillos, excrementos de perros o gatos, tejidos sintéticos, aceite o basura recogida del suelo. 

Además, una vez por semana es necesario regar la mezcla –solo hasta humedecerla– y revolverla con una palita para airearla, sin preocuparse si así se mezclan un poco las capas secas y húmedas ya colocadas. Otra precaución es que si se usa un recipiente de plástico, hará falta hacerle unos orificios en la base.  

Una vez en la compostera, los desechos son sometidos espontáneamente a un proceso biológico de oxidación denominado “compostaje”, y en unos tres meses el compost estará listo para usar. Para comprobarlo, la mejor guía es el olfato: tiene que oler a tierra húmeda. Si no, habrá que esperar y seguir revolviendo periódicamente con la pala. Cuando esté en condiciones, se lo podrá agregar a la tierra, ya sea superficialmente o mezclado con ella; o bien llenar una maceta solo con él, sin agregarle tierra. Un compost puro. 

COMPOST CON LOMBRICES 

Una forma muy eficaz de crear un compost orgánico de altísima calidad es agregar a la mezcla lombrices coloradas o “californianas”, cosa que debe hacerse una semana después de haber empezado a llenar la compostera con residuos. Una vez adentro, las lombrices se reproducen y se alimentan de desechos, los digieren y luego lo restituyen en forma de excrementos. El abono resultante, al combinar materias primas orgánicas con el producto de procesos digestivos, es especialmente nutritivo para las plantas. Eso sí: se recomienda no usar restos de cítricos en el compost porque daña el organismo de las lombrices.