Fernando Belasteguín: El mejor de todos

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Es el rey del pádel, pero entrena como si recién estuviera empezando. A los 42 años, se mantiene vigente y con ilusiones de volver a ser el número uno del mundo.

Foto Pato Pérez

Desde que Fernando Belasteguín alcanzó la cima mundial y hasta que se bajó de ella pasaron cinco presidentes argentinos, se jugaron cinco mundiales de fútbol, hubo cuatro Juegos Olímpicos y él disputó más de doscientas finales. La contundencia de los números y la vigencia que sigue demostrando cada vez que entra a la cancha confirman permanentemente que es el mejor jugador de pádel de la historia.

Competidor tenaz e insaciable, actualmente se ubica tercero en el ranking del World Padel Tour y mira con ganas lo más alto, el lugar que le perteneció durante tanto tiempo y al que, a sus 42 años, aspira a volver. Entre los diez mejores jugadores del mundo es, con buena diferencia, el mayor. Solo se acercan su compañero Sanyo Gutiérrez (37) y su excompañero Pablo Lima (35). Los demás tienen 26 años o menos.

La dureza de las temporadas y el paso de los años castigaron su cuerpo, que últimamente sufrió una serie de lesiones que le restaron continuidad. Este año se perdió un torneo por un desgarro en el gemelo, pero volvió a la competencia antes de lo que los pronósticos indicaban. 

  • Te recomendaron descansar más tiempo, pero preferiste adelantar tu vuelta a las canchas. Con tu trayectoria, podrías tomarte algunas cosas con más calma, pero no es así…

El día que me saquen las ganas de curarme y mejorar, de volver a jugar, no juego más. Me fui dos semanas a la casa de un amigo en Italia que tiene lo mejor de lo mejor para recuperarte de lesiones y de roturas. Estuve trabajando desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche cada día. 

  • Más de una vez dijiste que el pádel es solo tu trabajo, pero por esa intensidad tiene que haber algo más que una tarea cumplida.

Es un trabajo que hago con pasión, porque yo interpreto la vida misma con pasión. Quiero mejorar en mi profesión y también en mis facetas de padre, hermano, hijo o esposo. Yo entiendo la vida así, es lo que me mueve y lo que me motiva cada día. Supongo que será por eso que con 42 años sigo siendo competitivo y continúo peleando torneos, y en mi vida siento que soy muy feliz. Porque hago todo con pasión. Me salga bien o me salga mal, trato de hacer todo de la mejor forma posible.

  • Llevás casi 30 años como profesional, ¿sentís que todavía quedan cosas por mejorar?

Sí. A mí lo que me va a retirar no será la falta de ganas de mejorar, porque creo que en todas las facetas de la vida y en el día a día tenemos que hacerlo. Tengo muy claro que el físico es lo que me va a retirar. Contra la naturaleza no se puede pelear, en algún momento el cuerpo me va a decir que no puedo jugar más. Mientras tanto, mi corazón y mi cabeza me siguen pidiendo mejorar cada día. Tengo una lista de cosas por mejorar para seguir siendo competitivo y aspirar al número uno. Los que hemos peleado por estar en la cima del ranking sabemos que esa sensación de seguir ganando torneos es algo espectacular.

  • Cuando estás tan acostumbrado a ganar, ¿duelen mucho las derrotas?

Duelen mucho y duelen siempre. Lo que a mí me ha dolido más fue que cuando dejé de ser número uno, en agosto de 2018, fue porque se me rompió el tendón del codo y tuve que parar cuatro meses. Cuando pierdo siempre duele mucho, pero no tanto como esa vez, porque no tuve la posibilidad de pelear por el número uno, sino que fue una lesión la que me sacó.

  • Lo vivís como una injusticia…

Sí, porque cuando perdés jugando, perdés. Más de lo que hago en el día a día, es imposible. Entonces, cuando pierdo, felicito al que me ganó, porque hizo las cosas mejor que yo, y me voy para mi casa. Pero cuando te lesionás, la impotencia es muy grande.

  • ¿Hay una personalidad que te predispone para la práctica deportiva profesional? ¿O el deporte te forja la personalidad?

Creo que la personalidad te la forja la vida. He tenido que hacer muchas cosas para ser un jugador profesional de pádel, muchísimo esfuerzo. Tuve que dejar a mi familia en la Argentina. Creo que la vida es la que te da la personalidad para luego competir.

  • Alguna vez dijiste que pensabas pedirle perdón a tu familia cuando te retiraras por el tiempo que no pudiste darle, ¿es algo que te pesa?

Sí. No hay triunfo ni años de número uno, ni nada, que sea un bálsamo para el dolor que siento cuando dejo a mi familia. Yo me he ido de Pehuajó a los 21 años. Les daba un beso en enero a mis abuelos y no los volvía a ver hasta diciembre. Me iba y me quedaba pensando si cuando volvía les daría un beso o les llevaría una flor, como me pasó en los últimos años. Los que hemos experimentado ese dolor del corazón sabemos que el dolor físico y el sabor de la dulzura del triunfo no lo compensan. Por más número uno que seas, el dolor de dejar a tu familia no se cura con nada. 

PADRE

En su casa no hay ni uno de los más de doscientos trofeos que ganó como profesional. En Pehuajó, en la casa paterna, sobreviven los once premios Olimpia que recibió y algún que otro recuerdo guardado en un ropero. El resto lo regaló todo.

“Nunca quise que mis hijos se criaran viendo todo eso, porque yo voy a ser deportista profesional durante una etapa corta de su vida, pero padre de ellos seré toda la vida. Mi mujer es odontóloga y su trabajo tampoco está exhibido en casa”.