Energía a dos manos

0
81

La energía que consumimos parece tener solo defectos: es cara, se interrumpe con frecuencia y daña el medioambiente.¿Qué pasaría si los hogares pudieran generar su propia electricidad y, además, venderles el excedente a las distribuidoras? No es una utopía, es un nuevo paradigma que ya se está implementando.

Por: Adolfo Ruiz

Ilustraciones: Pini Arpino

 

Permitámonos imaginar un escenario distinto. Algo parecido a una utopía. Consumimos energía eléctrica en nuestros hogares. Pero buena parte de esa energía la producimos nosotros mismos con paneles solares o con sistemas eólicos instalados en los techos. No hará falta acumular lo que nos sobra: se lo inyectamos a la red de nuestro vecindario. No hará falta pagar lo que nos falta: vendrá de la propia red y se compensará automáticamente con lo que antes aportamos. No será una red gigante, del tamaño de la ciudad. Abarcará nuestro barrio. Una microrred con una central virtual inteligente. A ella estarán conectados todos los hogares y también las industrias de la zona. Todas generando; todas consumiendo.

Cuando haya un pico de consumo, esas centrales virtuales sabrán perfectamente cómo ir “recortando” el servicio para evitar que colapse. Comenzarán interrumpiendo la energía en el sector de nuestra casa donde está conectado el lavarropas, o la iluminación ornamental, y preservarán el circuito donde se encuentra enchufada la heladera, más las luces de emergencia. Lo mismo sucederá en todos los establecimientos y las casas, y se preservará por ejemplo la energía para los hospitales, siempre con el mismo criterio: lo superfluo se corta; lo indispensable se mantiene.

[expand title=»Seguir leyendo..»]

Las microrredes de la ciudad estarán conectadas entre sí. Cuando le falta a una, otra le aporta ese faltante. Y todo este conjunto de redes se conectan con los sistemas macro, que cubren los faltantes en momentos de pico de demanda y absorben lo que sobra cuando hay exceso de generación. La energía fluye. Es un sistema inteligente.

Parece una utopía, pero quizás no estemos tan lejos de este escenario.

“Empecé como un hobbista y me decidí a hacer la instalación en mi casa porque estaba convencido de que los resultados iban a ser excelentes”. Marcelo Lenzi

EN GESTACIÓN

Es probable que este año se apruebe la ley de generación distribuida de energías renovables, iniciativa que cuenta con el apoyo de varios bloques en Diputados. Lo central de la normativa será permitir que, en cualquier lugar del país, un usuario “pueda autoconsumir e inyectar a la red energía renovable”, según explica Cali Villalonga, expresidente de Greenpeace Argentina y hoy diputado por el oficialismo, para quien la normativa “marcará el nacimiento del usuario generador”.

Hasta no hace mucho, la generación de energía por vías alternativas (solar y eólica) se enfrentaba con un problema radical: el almacenamiento. Instalar paneles fotovoltaicos en el techo era algo relativamente fácil y económico. El problema era qué hacer con la energía que no se consumía en ese mismo momento. La única solución visible era acumularla en baterías, pero su alto precio, su corta vida útil y la enorme superficie que ocupan las volvía una alternativa desechable.

La solución apareció con el cambio de paradigma: mejor que acumular la energía que no uso es vendérsela a alguien. Y eso fue lo que alimentó la nueva era de la generación distribuida. Consumidores que producen su propia electricidad y que venden lo que les sobra a las empresas distribuidoras.

En lo concreto, esto permite generar energía solar en nuestro hogar durante el día, inyectando a la red lo que no consumimos. Y de esa misma red tomar energía por la noche, cuando ya no podemos generar.

Este mecanismo está funcionando en varias provincias, y Santa Fe es la pionera. A inicios de 2014, un usuario particular logró firmar un convenio con la Empresa Provincial de Energía para instalar un mecanismo de este tipo en su vivienda de la localidad de El Trébol. De ese modo, el ingeniero Marcelo Lenzi se convirtió en el primer “prosumidor” del país.

“La experiencia ha sido muy buena, y creo que todavía tenemos mucho por avanzar en este tema –le cuenta a Convivimos el hombre que desde hace cuatro años ‘le vende᾽ energía a su provincia–. Empecé como un hobbista y me decidí a hacer la instalación en mi casa porque estaba convencido de que los resultados iban a ser excelentes”.

Lo que más le entusiasma a Marcelo es el hecho de que “los costos de las instalaciones no han parado de bajar en los últimos años”. “Hoy estamos perforando pisos que antes parecían imposibles”, agrega.

Aunque Santa Fe ha sido tomada como pionera en esto, para él todavía quedan muchas cosas por mejorar. “Hay buena voluntad, pero todavía las distribuidoras no tienen un sistema informático que controle todo. Es bastante rudimentario, y ese es un tema en el que hay que avanzar”, comenta, describiendo lo que él califica como “un proceso bastante rudimentario, hecho a partir de un cálculo a mano que genera demasiados errores”

Por esta razón es que en varias provincias se trata de avanzar en leyes y reglamentaciones que permitan no solo fomentar este tipo de instalaciones hogareñas, sino normativizar toda la faz comercial y asegurar las condiciones técnicas.

Un caso concreto es el de Córdoba, donde se está avanzando en la normativización técnica. El ingeniero Mario Bartolomeo, director del Grupo de Estudio sobre Energía (GESE) de la Universidad Tecnológica Nacional Regional Córdoba, trabaja en ese proyecto. “Estamos estudiando toda la parte técnica que tendrán que cumplir las instalaciones que se encargan de invertir la corriente continua y convertirla en alterna para ser utilizada en los domicilios”, explica. La intención es garantizar que en los hogares “se genere y se inyecte una energía similar a la que se está distribuyendo y que no haya distorsiones”, señala el técnico.

Similares iniciativas se están trabajando o ya se han implementado en Mendoza, Neuquén, San Luis, Tucumán y Salta.

“No te puede sobrar ni faltar energía, porque si por ejemplo tenemos demasiados días de sol y se genera un exceso, el sistema se te vuelve ingobernable”.

Mario Bartolomeo

INCENTIVAR

Más allá de que existen muchas personas que poseen conciencia ecológica, las autoridades tienen en claro que lo fundamental para que este mecanismo se difunda es que garantice una atractiva ecuación económica para el usuario. Esto se puede lograr mediante dos vías: a través del ofrecimiento de créditos blandos o subsidiados para que el usuario pueda solventar la inversión de los 4000 dólares necesarios para tener la instalación funcionando; o bien ofreciendo cifras altas de compensación por cada kW inyectado a la red. Dicho de otro modo: “Te presto plata para que instales tu sistema, pero luego te compro esa energía al mismo precio que te la vendo”; o bien: “No te presto plata, pero luego, cuando generes energía, te la compro al doble del precio”

Lo cierto es que, por una vía o por otra, el resultado parece ser el mismo y apunta a que en cuatro o cinco años la inversión se amortice y el “prosumidor” comience a generar beneficios netos que se traducen en un costo cero o mínimo de la energía que consume, durante los 25 años de vida útil que tienen los paneles fotovoltaicos.

“Con las últimas subas de tarifas estamos recibiendo más consultas de gente que se quiere pasar a la energía solar cuenta Marcelo Lenzi, quien también comercializa estos equipos e instalaciones en Santa Fe. Lo que pasa es que al no haber una ley nacional ni fomentos económicos concretos, el usuario todavía no sabe bien lo que está comprando”.

REDES INTELIGENTES

Estos incentivos financieros o de costos de compra van a favor de la posibilidad de extender este mecanismo que en la Argentina nos puede parecer futurista. Sin embargo, no todo es tan lineal, y eso tiene que ver con la necesidad de equilibrio entre lo que se genera en el sistema y lo que demanda. “En esto no puede haber un desbalance por encima del ocho por ciento. Ya sea por defecto o por exceso, cuando el conjunto se sale de esa cifra, aparecen los problemas –puntualiza Bartolomeo–. No te puede sobrar ni faltar energía, porque si por ejemplo tenemos demasiados días de sol y se genera un exceso, el sistema se te vuelve ingobernable”

La solución obligaría al desarrollo de un concepto superior que es el de las “redes eléctricas inteligentes”, algo que ya cuenta con algunas experiencias en otros países. “Si vos tenés un exceso de generación domiciliaria, este sistema inteligente automáticamente regula las otras fuentes de generación, como son las centrales térmicas o nucleares”, explica el técnico. Con esto, no hará falta un operario bajando una palanca en el momento crítico. En su conjunto, el sistema “hace las veces de dique nivelador”.

La expectativa de Bartolomeo y de muchos otros especialistas es “lograr en un plazo de dos años tener un dos por ciento de energía inyectada extra proveniente de los ‘prosumidores’”. Si lo logran, “será momento de ir planificando instalar cierta inteligencia al sistema para aprovechar mejor la energía y mejorar nuestra matriz”

Aquella utopía de la ciudad dividida en microrredes barriales o de pequeños pueblos que producen y consumen energía, que compensan con sus redes vecinas, que le inyectan a la red interconectada cuando sobra y que se valen de ella cuando hay picos de demanda no parece tan lejana. Será cuestión de ir dando pasos. Y, sin dudas, los primeros escalones pasarán por sumarse a la iniciativa y convertir nuestros hogares consumidores en hogares “prosumidores”.

El planeta, agradecido. La economía hogareña también.

Medidor más simpático

Además de los paneles fotovoltaicos, el cableado, los fusibles y el inversor, parte fundamental de la instalación domiciliaria de generación de energía será el medidor bidireccional, el aparato encargado de medir tanto la energía que un hogar toma de la red como la que ese hogar inyecta en el sistema. Este podrá girar hacia adelante para monitorear lo que se toma de la red o bien hacia atrás para medir la energía excedente que se inyecta. Si al final del período de medición ese hogar o esa empresa utilizó más energía de la que produjo, deberá pagar solo por la diferencia. Pero si la ecuación es favorable, la empresa distribuidora será la que deberá pagarle al usuario. La pregunta es: ¿a qué valor reconocerá la empresa la energía que le compra al consumidor? ¿Será al precio mayorista al que la distribuidora paga el kW al sistema interconectado o al precio minorista al que se la vende al usuario domiciliario?

En principio, lo que se buscará es incentivar la implementación de este sistema, con lo cual no solo se reconocerá el precio minorista, sino que incluso algunas provincias proyectan pagar aún más.

De cualquier modo, habrá que encontrar un equilibrio para evitar lo que sucedió en España, donde un incentivo excesivo trajo como consecuencia el desfinanciamiento de las empresas distribuidoras, pieza clave para que el sistema funcione.

[/expand]