Enchamigadas

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Retrato íntimo de las celebraciones correntinas que no necesitan de libretos ni de fechas especiales. Solo basta la amistad para reunirse alrededor del mate o de una comida típica, acompañados siempre por un buen chamamé.

Fotos y texto José Luis Suerte

Chamigo”, expresión correntina por excelencia, debe su origen a la contracción de “che amigo”. En su acepción guaraní, “che” también es el pronombre posesivo “mi”, así que cuando un litoraleño dice “che gente”, está diciendo “mi gente”, mezclando idiomas.
Siguiendo la misma costumbre de torcer los límites del idioma, una “enchamigada”, como acontecimiento, es el acto humano de hacerse amigo abriendo las puertas de su hogar. No es una fiesta en particular, es más bien una manera de celebrar.

 

Sabido es en el campo que bajo el gomero no crece el pasto, uno de los porqués de “levantar polvareda” al zapatear un chamamé bajo la sombra de esos árboles.
El fuego que una vez fue del asado siguió para calentar el agua para lavar los platos, el agua para el mate y la fritura de la merienda.

Puede ser un cumpleaños, un bautismo, la llegada de un nuevo integrante de la familia, una fiesta patronal, un culto al Gauchito Gil o cualquier fecha o día donde el correntino de tierra adentro se encuentre en la necesidad de preparar una jarana; la lista podría extenderse cuanto el imaginario colectivo quisiera.
El epicentro de la jornada casi siempre es el almuerzo, rondando el mediodía. Al invitado que llega se lo recibe con mate, que está tácito desde muy temprano a la mañana, como debe ser en el campo.
Entre la variedad gastronómica del menú se encuentran, obviamente, el asado de carne vacuna o porcina, que puede ser a la parrilla, a la estaca o, algunos cortes, al horno de barro (en casi todos los casos, con fuego a leña); si no, un infalible guiso a la olla (olla negra, en el suelo con fuego a leña) o el tradicional mbaipy (se pronuncia “mbaipú”), que es una polenta de harina de maíz, otro plato tradicional guaranítico.

Suelen decir que el “mecho” que posee el ala del sombrero tirada para atrás es para no tener problemas cuando el jarro de vino es grande; casi un proverbio criollo.
Agua tibia y harina, y algún huevo si es que ya pusieron las gallinas, para que la doña de la casa
amase el “chipa cuernito” de la tarde, que se frita en grasa de cerdo.

En estos grandes almuerzos entre familias amigas, la sobremesa es tan larga como el tablón, y entre charla y bailanta, llega el mate de la tarde, con los “chipa cuerito” amasados y fritos en grasa por la patrona de la casa.
El chamamé siempre está presente, más aún en un día festivo. Tampoco puede faltar una radio en cada rancho, aunque también puede haber un conjunto que se presente para dar pie a la bailanta. Si esto no sucede, habrá algún familiar chamamecero que sabe tocar la guitarra o que aún conserva el acordeón del abuelo guardado en el ropero.

BIOGRAFÍA AUTOR:
JOSÉ LUIS SUERTE
Fotoperiodista correntino. Trabajó en el diario La República de Corrientes. Ganador del certamen Experiencia Buenos Aires 2016. En búsqueda constante de concebir libros de fotos e historias gráficas.
Su trabajo se puede ver en Instagram, en @suertejoselio.