Un mundial que no para de crecer

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La máxima competencia del fútbol femenino llega a su novena edición oficial en una etapa de madurez y crecimiento sostenido de la disciplina. La Argentina busca su primera victoria.

Fotos: IStock

Cada 15 de agosto se celebra el Día de la Futbolista Argentina, que conmemora un triunfo mundialista en una época previa a la oficialización de los mundiales de fútbol femenino: en México, una tarde de agosto de 1971, un seleccionado autodenominado “Las Pioneras” representó al país en el Estadio Azteca y venció por 4 a 1 a Inglaterra.

El fútbol femenino era todavía un tabú. La FIFA, que ya llevaba 40 años organizando mundiales para hombres, no estaba todavía interesada en extender su influencia hacia el género femenino. Eso, lógicamente, no significaba que las mujeres no jugaran ni estuvieran interesadas en competir.

Aún hoy la brecha entre el fútbol femenino y el masculino es inmensa, y en diversas partes del mundo existen reclamos por mejores condiciones estructurales y económicas para el desarrollo de la actividad. Sin embargo, y teniendo en cuenta el largo trecho que habrá que recorrer para alcanzar la equidad, los avances son notorios: ya existe una industria alrededor de la disciplina, hay un ecosistema que se sostiene por sí mismo y proyecta un crecimiento hacia el futuro, y estamos a las puertas del noveno mundial oficial, organizado por FIFA.

Australia-Nueva Zelanda será el mundial de la consolidación de una disciplina que durante décadas fue de nicho, pero que en los últimos tiempos alcanzó escenarios y récords de público que lo posicionan de una forma diferente a las anteriores ediciones.

Hace cuatro años, en Francia, la selección argentina no solo sumó los primeros dos puntos de su historia en la competencia (había perdido todos sus partidos en las ediciones de 2003 y 2007, sus únicos antecedentes mundialistas), sino que dejó de ser invisible para el público masivo.

Las transmisiones de los partidos fueron seguidas como nunca, y ese interés popular combinado con reclamos de las propias jugadoras (del seleccionado y de los clubes) derivó en la semiprofesionalización que desde 2020 es norma. No habrá en el plantel nacional, esta vez, ninguna futbolista amateur (N. de la R.: Al cierre de esta edición no se había dado a conocer la lista de buena fe, pero de acuerdo a las últimas convocatorias, alrededor de la mitad de las futbolistas argentinas juega en el exterior).

TRES DÉCADAS

La aventura de Las Pioneras en México 1971 se dio en un contexto de búsqueda de instalar una competencia internacional femenina con cierta periodicidad. El año anterior, en Italia, se había llevado a cabo una experiencia similar: un combinado de Dinamarca, que usó camisetas prestadas del Milan, ganó aquel protomundial.

Todavía no había una estructura que sirviera de base a un sistema de competición sólido. Las asociaciones nacionales, en su mayoría, no estaban interesadas en conformar un seleccionado femenino y mucho menos en organizar pruebas clasificatorias para un mundial. Cada seleccionado reunía a sus jugadoras de acuerdo con la voluntad de un puñado de entusiastas, y la participación en competencias dependía de invitaciones y no del mérito deportivo.

Entre 1981 y 1988 se disputaron cinco ediciones de una competencia con aspiraciones de mundial, de alcance escaso, participación reducida y organización irregular. Cuatro de aquellas ediciones se realizaron en Italia y la restante en Japón. Italia ganó tres títulos e Inglaterra los otros dos.

Lentamente, comenzaban a caer algunas barreras, como la prohibición que regía en algunos países para que las mujeres jugaran al fútbol (en Brasil, por ejemplo, la medida tuvo vigencia hasta 1983). En 1988, China fue sede de un torneo que sirvió como banco de pruebas para verificar la factibilidad de un mundial femenino oficial. Doce selecciones participaron de la competencia y convencieron a la FIFA de hacerse cargo de la organización del campeonato cada cuatro años.

MUNDIALES, UNA REALIDAD

En 1991, año en que la AFA también se decidió a organizar el campeonato femenino de Primera División, se llevó a cabo el primer mundial de la historia. Con doce equipos, desde ese momento se instalaron algunas tendencias que se solidificaron con el tiempo: Estados Unidos, Suecia, Noruega y Alemania como potencias; y Brasil como el mejor sudamericano.

La selección argentina recién disputó su primer partido oficial en 1993 (con una victoria 3-2 ante Chile como visitante), comenzando un camino irregular, con resultados acordes al poco apoyo institucional.

Recién en el último lustro el seleccionado recibió atención y recursos, y jugará en Australia-Nueva Zelanda el cuarto mundial de su historia (el segundo consecutivo).

Más allá de la competencia deportiva, la historia de la disciplina y de este torneo está marcada por el sentido de lucha y reivindicación que le imprimen las futbolistas, conscientes de que el apoyo de cada una de las federaciones es inferior al que las mismas entidades les otorgan a sus seleccionados masculinos, independientemente de los resultados e ingresos que generen.

Un caso paradigmático es el de Estados Unidos: su combinado femenino es el más ganador de la historia (tiene cuatro mundiales y un subcampeonato) y cuenta con muchas de las figuras más importantes de este deporte a nivel mundial; mientras que el equipo masculino está lejos de ser potencia e integra un segundo o tercer pelotón de seleccionados en desarrollo. Así y todo, recién en febrero del año pasado, luego de iniciarle una demanda a la United States Soccer Federation, las jugadoras consiguieron cobrar lo mismo que sus colegas hombres.

LA ARGENTINA

En sus dos primeras participaciones mundialistas, en 2003 y 2007, la Argentina perdió los seis partidos que disputó, recibió 33 goles y solo convirtió dos (Yanina Gaitán a Alemania, en 2003; y Eva González a Inglaterra, en 2007).

Después de dos ausencias en 2011 y 2015, regresó a los mundiales en Francia 2019. En el ambiente ya había algo diferente: si los anteriores mundiales transcurrieron entre la absoluta indiferencia del pueblo futbolero, esta vez hubo muchas personas siguiendo los partidos e informándose sobre los recorridos de las futbolistas.

En lo deportivo también fue un mundial histórico. La Argentina sumó sus primeros puntos y dejó una imagen completamente diferente a la de las ediciones anteriores. En el debut, empató 0-0 con Japón, que venía de jugar las dos finales del mundo previas (campeonas en 2011 y subcampeonas de Estados Unidos en 2015). El segundo partido fue la derrota 1-0 contra Inglaterra, un seleccionado que luego llegaría hasta semifinales. El cierre comenzó decepcionante, con Escocia 3-0 arriba, pero sobre el final la Argentina sumó el segundo punto de la historia. A pesar de una nueva eliminación en fase de grupos, el saldo fue positivo.

El plantel no solo supo que había conseguido algo importante, sino que intuyó que ese no era el techo. Por eso, inmediatamente después de la competencia, un grupo de jugadoras reclamaron un cambio de director técnico con el argumento de que bajo el estilo de conducción vigente en ese momento no habría posibilidad de dar un salto de calidad y alimentar ambiciones de más. La postura conservadora del entrenador Carlos Borghello no convencía a parte del seleccionado, que entendía que se podía arriesgar más y ser un equipo protagonista.

Aquello les valió a las firmantes del reclamo público la ausencia en las convocatorias nacionales por años. El tiempo y el cambio de entrenador (ahora es Germán Portanova) propiciaron el regreso, entre otras, de Florencia Bonsegundo y Estefanía Banini, que estarán en el próximo mundial.

Otras presentes en Francia 2019 que repetirán en Australia-Nueva Zelanda son Miriam Mayorga, Mariana Larroquette, Eliana Stábile, Adriana Sachs, Aldana Cometti, Lorena Benítez y Vanina Correa (la arquera es la única que estuvo en todos los mundiales disputados por la Argentina).

A ellas se suman, entre otras, Yamila Rodríguez (ex-Boca, hoy en Palmeiras, nominada entre las mejores jugadoras del mundo el año pasado), Paulina Gramaglia (la primera jugadora vendida por un club argentino al exterior) y Sophia Braun (nacida en Estados Unidos, con madre argentina, decidió representar a la celeste y blanca).

El gran objetivo es ganar el primer partido mundialista y, con eso, se acercaría mucho el segundo objetivo, que es avanzar a octavos de final. El lunes 24, contra Italia, comenzará una nueva historia. 

FIGURAS Y CANDIDATAS

El que comienza este mes será el mundial con mayor cantidad de selecciones participantes en la historia de la competición, con 32. Las principales aspirantes a definir el título son:

• Noruega. Campeonas en 1995, cuentan en su plantel con Ada Hegerberg, ganadora del Balón de Oro.

• España. Sus aspiraciones crecerán aún más si la mejor jugadora del mundo, Alexia Putellas, enfrentada con la federación junto a un grupo de quince jugadoras, decide asistir a la competencia.

• Inglaterra. Cuarta en el mundial pasado y en el ranking FIFA, cuenta con figuras como Lucy Bronze y Georgia Stanway.

• Estados Unidos. Defensoras del título y máximas candidatas. Tienen a Megan Rapinoe (Balón de Oro y máxima figura de Francia 2019) y Alex Morgan, y son fuertes en todas sus líneas.

• Alemania. Bicampeona en 2003 y 2007, segunda en el ranking FIFA y animadora habitual del campeonato. Sus figuras son Alexandra Popp y Sara Dabritz.

• Suecia. Cuatro veces integrante del podio mundial, tercera en el ranking FIFA, basa sus aspiraciones, en parte, en lo que puedan hacer Caroline Seger, Kosovare Asllani y Magdalena Eriksson.