Cómo evitar que se escapen

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Algunas mascotas tienen la costumbre de fugarse cuando los dueños abren la puerta o las llevan a pasear, con los peligros que eso conlleva. Las razones son variadas, pero esto se puede resolver con educación.

Tener un perro en casa implica cuidarlo y enseñarle a acatar algunas normas y a que obedezca nuestras órdenes, de manera de lograr una convivencia armoniosa.
Cuando ello no ocurre, suelen producirse situaciones desagradables con diferentes consecuencias que van desde generar tensiones en el hogar hasta poner en riesgo la vida del animal o la de sus propietarios. Y en ese sentido, el hábito de escaparse –y que hagan caso omiso al llamado de sus amos– que detentan algunos de nuestros hocicudos es bastante frecuente.

¿Por qué se escapan?
Son diversas las causas por las que los canes se dan a la fuga apenas se les presenta la oportunidad. Una de ellas es la sexual: salen a buscar pareja cuando están en celo y, en el caso de los machos, cuando huelen a una hembra que lo está. La solución aquí se reduce a la castración. Este método resulta eficaz para atemperarlos, además de que disminuye la agresividad y morigera su temperamento, particularmente cuando se realiza antes de que nuestra mascota cumpla su primer año de vida.
Otro de los motivos es genético. Efectivamente, ciertas razas como el setter inglés, el labrador retriever o el airedale terrier, por nombrar algunas, tienden a mantener vivo su instinto cazador y se marchan para intentar apresar lo que consideran posibles presas; mientras que otras, como el husky, son más vigorosas y demandan mayor actividad física; si no la tienen, se aburren, y ello se evidencia cuando huyen de la casa para liberar energía. Están además los perritos curiosos o los que se asustan y se alejan de aquello que los hace sentir amenazados.

CÓMO EDUCARLOS

Más allá de las razones antes esgrimidas, debemos entender que es nuestra responsabilidad enseñarle a nuestro perro a obedecer si queremos erradicar este tipo de prácticas.
• Como primera medida, es fundamental integrarlo al ámbito familiar. Si lo dejamos la mayor parte del día afuera, sin que comparta momentos con sus compañeros humanos, es muy probable que no se sienta parte de esa manada y se vaya, ya sea por aburrimiento o por frustración.
• Debemos dedicarle tiempo de juegos y para su entrenamiento físico. Una buena táctica para que esté pendiente de nosotros es escondernos detrás de un árbol y llamarlo para que nos busque. Si acude, lo premiamos con una caricia o una golosina para perros. Seguramente no lo hará al primer intento, pero de eso se trata entrenarlo, de persistir en la tarea hasta que asimile lo que le enseñamos.
• También es importante que asocie su nombre con hechos positivos, por lo que será bueno que lo llamemos (por su nombre) para acariciarlo y jugar con él, de forma que, cuando lo convoquemos para colocarle nuevamente la correa para emprender el regreso, obedezca. De igual modo, al regañarlo no digamos su nombre; un “no” resultará mucho más efectivo.
• Es aconsejable establecer una rutina para sacarlo a pasear, de este modo internalizará que a determinadas horas del día saldrá a caminar o a correr con su dueño, y no habrá motivos para que se torne ansioso. En este punto es importante saber que nuestro compañero de cuatro patas siempre debe llevar collar con chapa de identificación (si no tiene una, podemos escribir su nombre y nuestro teléfono con tinta indeleble en el collar) y salir con correa. Solo deberá estar suelto en un canil o en un lugar en el que pueda deambular sin peligro.
• Si a pesar de todo escapara, es recomendable no mostrarnos enojados; los animales lo perciben, por cuanto será preferible armarnos de paciencia y, agachados, llamarlo con suavidad.