No es lo mismo proteger que sobreproteger

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Qué podemos hacer para fortalecer a nuestros hijos y darles las herramientas que les permitan afrontar los diferentes desafíos en el presente y en su vida futura.  

Foto ISTOCK

Cuál es la diferencia entre quien se sienta al lado de su hijo de primer grado mientras hace la tarea y quien agarra la tijera, empieza a recortar las “palabras con pe”, las pega en el cuaderno y subraya el título? En el primer caso, hay alguien acompañando, mientras que, en el segundo, el adulto se entromete y, aunque con la mejor intención, atenta contra el aprendizaje del niño. Y lo que está en juego no es solo que el chico identifique la letra pe, sino fundamentalmente que pueda desenvolverse por sí mismo. Eso incluye hacerlo con mayor o menor dificultad, desprolijidad o lentitud. Y, por supuesto, implica también equivocarse, porque el error es la posibilidad de aprender (en la escuela y en la vida). 

Poniéndolo en términos de botánica, las plantas se secan si no las regamos, pero se ahogan si lo hacemos en demasía. Entonces, qué importante es replantearse las propias actitudes. La psicóloga Elisa Pedersen, directora de Docencia e Investigación de Fundación ADOS – Atención Integral de la Salud del Adolescente, explica que protegemos a un niño previniendo y cuidándolo de situaciones que él mismo no podría resolver por sí solo, que podrían dejarle una marca dañina. En cambio, lo sobreprotegemos cuando no entendemos qué puede hacer nuestro hijo y tendemos a “cubrir” cualquier contingencia. “Sobreproteger equivale a invalidar, es anticiparse y suponer que el niño no podrá o tardará demasiado, también es una manera de evitarle la frustración de no poder y volver a intentar, una experiencia que es esencial en el aprendizaje”, afirma Dolores Galán, psicóloga especialista en niñez. ¿Cómo criar en el sano equilibrio?

IMPACTO

Las consecuencias de la sobreprotección en los niños son serias, ya que, según define Galán, la infancia es ese momento del ciclo vital diseñado para aprender a generar recursos, reconocer y comenzar a gestionar las emociones. Por lo tanto, si los privamos de esos aprendizajes, se vuelven dependientes, inseguros y temerosos. Pedersen es contundente: “Cuando sobreprotegemos a un niño, le estamos impidiendo que tenga una experiencia que le resulte enriquecedora, que pueda registrar que tiene sus ‘propios problemas’ y que active recursos para afrontar la situación que se presenta”, dice. No por nada se compara la sobreprotección con el minar la autoestima. “La crianza es un camino hacia la independencia, y es nuestra misión como padres generar hábitos y recursos que sirvan de sostén el día de mañana”, recuerda Galán. 

Hagamos un paréntesis para entender la riqueza que tiene el enfrentar un problema o desafío: cuando necesitamos resolver algo, ponemos en acción recursos que de otra manera no se activarían. Elisa Pedersen lo explica así: “La sensación que genera la experiencia de resolver una situación es muy poderosa: ahí se conforma un niño que logra protegerse, regularse, defenderse, procesar emociones. Hay muchas variables en juego que luego vamos a desear que tenga y active siendo adolescente. Así que necesitamos pensar que la niñez es un espacio protegido y confiado para que pueda ir ‘practicando’ lo que más adelante serán criterios propios de cuidado, regulación y protección”. 

PILARES

Ciertos factores pueden servirnos como bases sólidas en la crianza. La confianza y el respeto mutuo son condiciones indispensables para un crecimiento y una maduración seguros. Dolores Galán subraya que una autoestima sana se construye sobre el mensaje de “vos podés”, “sos capaz”, y que para poder, hay que hacer, probar, equivocarse, ensayar y volver a hacer hasta salir victorioso. “Tenemos que estar disponibles sin ser intrusivos. Una parte importante de proteger es dejar crecer y confiar en nuestros hijos para que ellos confíen en sí mismos. ¿Cómo nutrimos la confianza? Estimulando la independencia y la autonomía desde pequeños”, explica, y enumera opciones: darles distintas responsabilidades de acuerdo a su edad; animarlos a investigar el mundo de forma segura; fomentar la curiosidad; validar las emociones; tener rutinas sanas que impliquen cierto orden y organización para que luego puedan gestionar un correcto uso de su tiempo y de sus habilidades; ponerles límites, porque en la medida en que puedan aceptarlos en casa podrán ponerlos afuera. Pedersen señala que el gran desafío es acompañar el crecimiento entendiendo qué necesitan de nosotros en cada etapa y cada momento subjetivo. “Tenemos que repensar nuestro lugar a lo largo de sus vidas. Eso les da la oportunidad de crecer acompañados, pero también de manera propia”, concluye Pedersen. 

ALARMAS

¿Cómo darnos cuenta de que estamos teniendo actitudes sobreprotectoras? Elisa Pedersen dice que una señal es cuando registramos la sensación de no poder dejar “solo” al niño en ningún momento y estamos arriba de sus tareas, de saber todo lo que hizo en el colegio y de lo que sucede en su grupo de amigos. Dolores Galán agrega que también es un indicio cuando los chicos son temerosos, les cuesta hacer cosas nuevas, sienten que no pueden defenderse ante sus pares y requieren la presencia plena de sus adultos.