Por la conectividad en el Pantanal-Chaco

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Fundación Vida Silvestre y WWF trabajan para restaurar la conectividad ecológica en este paisaje, hogar del yaguareté y otras especies en peligro.

Nos situamos en el Pantanal-Chaco, uno de los paisajes más biodiversos del planeta, que además de parte de Argentina ocupa zonas de Bolivia, Brasil y Paraguay, y aloja a especies emblemáticas para la conservación, como el yaguareté. Tiene, también, una de las tasas más altas de deforestación.

En esta región abundan las áreas protegidas, pero no así las conexiones entre ellas. Frente a esa problemática, que se repite en otras zonas del mundo, la red internacional World Wildlife Fund (WWF), junto con el Centro para la Conservación de los Grandes Paisajes y el Grupo de Especialistas en Conservación de Conectividad de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), creó la iniciativa Vida Silvestre Conectada. 

Este proyecto global busca vincular las áreas protegidas de manera que los animales puedan desplazarse de una a otra. Se concentra en los paisajes de cuatro continentes: Pantanal y Chaco (Pacha); los Cárpatos, en Europa, que abarca siete países con foco en Rumania; el sur de Kenia y el norte de Tanzania, en África; y el centro de la India. 

“Cuando trabajas en la conectividad, puedes hablar de conectividad estructural, en la que conservas corredores de bosque o corredores de pampa naturales, por ejemplo, o puedes buscar corredores específicos para especies concretas”, explica a Convivimos desde España Rafael Antelo, líder de la iniciativa para WWF.

En la India el foco está puesto en el tigre asiático; en los Cárpatos, en el oso, el lobo y el lince europeo; y en África en el elefante, el león y el perro salvaje. En Latinoamérica se toma al yaguareté como una especie paraguas. Esto significa que funciona como indicador de la salud de ese ambiente: si está bien, es señal de que su entorno también lo está, y su protección favorecerá también a otras especies. 

En la parte argentina, la organización trabaja en un área que llega hasta el sur del Parque Nacional Copo en el extremo noreste de la provincia de Santiago del Estero, abarca parte del Chaco Húmedo hasta el río Paraguay, linda con las yungas en el oeste y en el norte sigue hasta encontrarse con Bolivia y Paraguay. 

PANTANAL-CHACO

Los corredores ecológicos son zonas diseñadas para vincular áreas naturales que comparten características ambientales similares con el objetivo de preservar la biodiversidad y permitir que la vida silvestre pueda moverse para satisfacer sus necesidades más importantes, como la búsqueda de alimentos y agua, dispersarse y reproducirse, manteniendo poblaciones saludables. Y si hablamos de fragmentación de paisajes y pérdida de conectividad, la principal amenaza es, sin duda, la deforestación.

“Chaco es uno de los mayores frentes de deforestación que hay en el planeta ahora mismo junto con Indonesia y el Congo. La presión, en parte de las ONG, que hicimos en la Amazonía y El Cerrado (Brasil) contra la soja ha causado que las empresas se desplazaran al Chaco y estén tanto en la parte argentina como en la paraguaya y no tanto en la boliviana, pero también ya están entrando. Hay mucha deforestación cuyo destino final es sembrar pasto y criar ganado”, detalla Antelo.

“La conectividad en el planeta está cada vez más amenazada”, coincide FVS, que implementa la iniciativa en nuestro país y trabaja para ello junto a otras organizaciones como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).  

“La conversión de bosques para el uso agropecuario comercial y de subsistencia, la minería y otras industrias extractivas, el alambrado en tierras privadas y la construcción de rutas y otra infraestructura lineal ponen en riesgo el movimiento de las especies. Las áreas protegidas están cada vez más aisladas unas de otras y muchas veces no son lo suficientemente grandes para el sustento de la vida silvestre a largo plazo”, resume la organización.

CÓMO SE LOGRA

Una vez reconocida la ubicación de los corredores ecológicos, se verifica si todavía tienen bosque en pie, en cuyo caso se dispone su protección. Si el bosque aloja además actividades productivas, se debe asegurar que aquellas sean compatibles con la vida silvestre. 

“En la Argentina casi todas menos una de las áreas núcleo son áreas protegidas. Los colegas de Fundación Vida Silvestre van a fortalecer a las comunidades que viven en las zonas amarillas y rojas de los bosques (aquellas que se pueden usar sin deforestar y las que no se pueden usar, respetivamente) para que puedan tener acceso a los incentivos que la Ley de Bosques prevé y no se aplican por falta de conocimiento de las comunidades, en un lado, y falta de capacitación en los organismos de Medio Ambiente provinciales, en el otro”, señala Antelo. 

“Concretamente, se van a enfocar en la parte entre el Parque Nacional Copo y El Impenetrable. Esto es muy grande y los recursos no alcanzan para todo, lamentablemente”, aclara.

En paralelo, el plan es seguir fortaleciendo al Proyecto Yaguareté, un grupo interinstitucional que cuenta entre sus colaboradores al FVS y a WWF, es coordinado por el Conicet y busca asegurar la conservación de este animal y otros con los que convive en el norte del país.

Este proyecto incluye la colocación de cámaras trampas para generar información sobre la situación de la especie, el estado de su hábitat, lo que permite entender sus amenazas e implementar medidas de conservación. También cuenta con la colaboración de estancias de la zona que ayudan con el seguimiento de los individuos.

“Aquí en España decimos que es mejor prevenir que curar. Es mucho más económico no acabar con los bosques que luego restaurarlos. Es mucho más fácil no perder los jaguares que luego recuperarlos. Antes de que tengamos que hacer crías en cautividad y capturar jaguares y alimentarlos y enseñarles a cazar, todo un proceso increíble que están haciendo otros colegas, procuremos no perder el bosque y no perder los jaguares que hay y que todavía sobreviven en vida silvestre”, concluye Antelo. 

CUIDAR AL YAGUARETÉ 

En nuestro país, el número de yaguaretés –o Pantheras onca, según su nombre científico– fue declinando sostenidamente en los últimos veinte años y hoy se mantiene estable en pocos sitios. Las poblaciones remanentes están fragmentadas en tres subpoblaciones: una en la provincia de Misiones, otra en la región chaqueña y otra en las yungas de Salta y Jujuy. En total, subsisten menos de 300 individuos. Por esto, esta especie esté categorizada como “en peligro crítico de extinción” según la UICN.