Oxímoron

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ILUSTRACIÓN: PINI ARPINO.

Hace tiempo ya, cuando empecé mis estudios universitarios, me topé con un texto del subcomandante Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). El nombre del artículo era “¡Oxímoron!”, y hablaba de la globalización fragmentada y de la tarea de los intelectuales en este contexto.

La cita que tomaba el autor como puntapié para su escrito era un pasaje de Jorge Luis Borges, del libro El aleph, específicamente del cuento “El Zahir”: “En la figura que se llama oxímoron, se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaron de luz oscura; los alquimistas, de un sol negro”. De este modo, se ofrecía una primera definición de este vocablo para iniciar el camino de la lectura.

Las palabras son aquellas valiosas herramientas que nos permiten conectar una cosa con un nombre. Esta asociación es arbitraria: “Toda nominación es un acto creador y consciente de origen individual, y al mismo tiempo discontinuo; un individuo crea una palabra que asume al instante su función en virtud de una convención explícita de la colectividad”, sostiene el lingüista francés Pierre Guiraud.

Es decir, a una persona se le ocurre nombrar algo de alguna manera y, una vez que un grupo toma este término como válido y su uso se difunde, se convierte en parte del diccionario de una lengua. Con esto, se puede apreciar que no hay un nexo necesario y natural entre el nombre y el sentido; sin embargo, en los estudios etimológicos se descubre, por lo general, una motivación, en otras palabras, un porqué. Con el uso, esta motivación se olvida, pero para comprender ciertos significados, es muy útil volver a la fuente.

“Las palabras son aquellas valiosas herramientas que nos permiten conectar una cosa con un nombre”.

Ahora bien, volvamos a la palabra que nos convoca. Si analizamos el término “oxímoron”, vemos que tiene raíz griega y que se compone con dos vocablos: oxys (brillante) y moros (necio). Posee en su estructura dos expresiones con significados opuestos que dan origen a un nuevo sentido. Es una aparente contradicción que genera otro concepto diferente a los dos anteriores. Precisamente, así se define esta palabra.

Este recurso lingüístico es muy usado. Por ejemplo, en El aleph, una vez más, Borges describe: “Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada: había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza”.

Los oxímoron pueden ser frases compuestas por dos palabras: silencio ensordecedor, hielo abrasador, dulce amargura, globalización fragmentada (de allí se desprendía el nombre del texto del subcomandante Marcos). Del mismo modo, un solo término puede representar en sí mismo este recurso: agridulce, claroscuro, vaivén.

Encontrar oxímoron en textos o imaginarlos es interesante, porque hallar el nuevo significado que surge del uso de palabras opuestas genera una imagen que no podría alcanzarse de otra manera. Asimismo, puede emplearse, como define la Enciclopedia Espasa, como “una figura que consiste en ocultar un agudo sarcasmo bajo un aparente absurdo”. Así, son múltiples los aportes de este recurso que actúa como un caos controlado.