Escuela y Naturaleza

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En los talleres de Escuela y Naturaleza del “Lengüitas”, en la ciudad de Buenos Aires, los chicos aprenden huerta, cocina, construcciones, arte y cultura. Una experiencia educativa que empezó en un terreno baldío.

Todo empezó en un terreno baldío que había al lado del patio. Hablamos del patio de la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía Broquen de Spangenbert, más conocida como “el Lengüitas”, que funciona en el corazón del barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires. En ese espacio y a instancias de una de sus maestras, que creó la materia “Desenvolvimiento Humano”, generaron una huerta con gallinas y conejos que con los años evolucionó y dio origen en 2001 a los talleres de Escuela y Naturaleza.

Hoy cuenta con 14 docentes nucleados en una cooperativa de trabajo, que son los encargados de llevar adelante los talleres a unos 360 niños, entre jardín y primaria. “La propuesta está basada en la educación ambiental, y las actividades se van adaptando a las edades de los participantes”, explica a Convivimos Ana Tsitso, coordinadora del proyecto desde hace 17 años.

En construcciones, “la idea es martillar, sacar clavos, atar nudos y después empiezan a utilizar maderas, y hasta aprenden a hacer ladrillos; y en cocina, depende la época del año, vamos tomando lo que sale de la naturaleza”, describe Tsitso. Por lo pronto, en el patio hay nísperos, pomelos, naranjos, limoneros y quinotos que se transforman en materia prima de budines y conservas. Además siembran trigo y pueden realizar el proceso completo de producción del pan, ya que también hay cocina dentro de la huerta. 

La particularidad de los talleres es que a partir de la sala de cuatro años y hasta séptimo grado, todos los estudiantes pasan por todas las instancias, a contraturno. Además, los chicos que tienen clases por la tarde almuerzan en el taller antes de ingresar al aula, momento que aprovechan para conversar sobre la alimentación saludable. 

En la huerta están organizados en espacios asignados para cada grupo. “Aprenden a mantenerlos, a cosechar y a compostar. Hacemos rotación de cultivo, llevamos un registro de la siembra, y así los chicos van aprendiendo”, afirma la coordinadora, quien cuenta con satisfacción que, durante la pandemia, algunas de las experiencias se replicaron en los hogares.

“Vemos lo que aprenden en los talleres en la forma de comunicarse: la paciencia, el respeto que hay hacia el otro. A veces vamos a observarlos al recreo y se nota que los que vienen a la huerta son chicos no tan agresivos. Hemos visto a nenes caerse y a otros ayudarlos a levantarse. O que se caiga una mochila y todos le pasen por arriba, menos los chicos que vienen a huerta. Creo que tiene que ver con tener contacto con una mirada más cooperativa, de trabajar con el otro”, resume la docente. 

CÓMO COMUNICARSE:

Taller de Escuela y Naturaleza 

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