Un equipo inquieto

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Los profes Maximiliano Gec, Ariel Ponce y Alejandro Dal Bon junto a Tadeo Domínguez, Tomás Colla, Alejo Ferreira, Catalina Villegas y Tobías Gómez.

Alumnos del Instituto Renault de Córdoba ultiman detalles del auto eléctrico que construyeron en el marco de Desafío ECO YPF. En pocos días, junto a otras escuelas técnicas del país, estarán compitiendo en un circuito callejero en Bariloche.

Fotos: Sebastián Salguero

Aprendemos mejor si aprendemos juntos”, afirma Eduardo Cazenave, director general del Instituto Técnico Renault de la ciudad de Córdoba. La pandemia les enseñó que además de haber aprendido menos contenidos, en ese tiempo también perdieron la oportunidad de aprender con los otros. Por eso están entusiasmados con la reedición del Desafío ECO YPF luego de dos años de pausa, porque es uno de los proyectos en los que la escuela venía trabajando desde ediciones anteriores y porque está centrado en el trabajo en equipo. “En el ‘Desafío’ se anotan varios chicos, después quedan seis y cada uno acepta su lugar en el equipo. A nosotros nos desafía, nos divierte, nos entusiasma… ¡nos encantaría tener catorce años y participar!”, dice entre risas este filósofo que hace poco más de un año fue designado al frente del colegio.  

Desafío ECO YPF es una iniciativa impulsada por el Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) y la Fundación YPF, que busca concientizar sobre la importancia de trabajar con energías renovables y, a su vez, poner en agenda la adopción de vehículos eléctricos. Está dirigida a alumnos y docentes de escuelas secundarias técnicas especializadas en automotores, energías renovables, electrónica, electromecánica y mecánica de todo el país, y este año, en su décima edición, se desarrollará en un escenario completamente distinto. La carrera, que habitualmente se hacía en el Autódromo de Buenos Aires, esta vez se realizará en un circuito callejero de la costanera del lago Nahuel Huapi, en Bariloche, entre el 2 y el 4 de diciembre.

MULTIDISCIPLINARIO

Durante buena parte del año, los chicos de quinto y sexto año del Instituto trabajaron sobre la construcción del prototipo. En realidad, se concentraron en mejorar el desarrollo del mecanismo del vehículo con el que habían competido en 2019, que fue la última edición de la carrera antes de la pandemia. Esa vez no subieron al podio, pero pudieron completar la competencia y sumar experiencia. “Hicimos muchas mejoras, como los instrumentales que usamos, de mejor lectura para los chicos, la aerodinámica, la transmisión y también la manera de cargar las baterías y la lubricación”, explica Maximiliano Gec, profesor de Máquinas Herramientas y Diseño Mecánico II. Para el docente, que participa por tercera vez en la iniciativa, la fortaleza del equipo está en lo técnico y en lo humano. “Además de estar entusiasmados y de poner mucha voluntad en la construcción del autito, se llevan muy bien entre ellos, hacen nuevas amistades y disfrutan mucho del proceso”, afirma.

«Nos encantaría ganar, pero siempre que sea consecuencia del aprendizaje y de valores”.
Eduardo Cazenave

“Es genial que en esta etapa ellos puedan participar de un trabajo multidisciplinario, porque al poco tiempo de andar, se dan cuenta de que ninguno tiene la solución solo”, opina el director. El proyecto, precisamente, promueve el trabajo multidisciplinario. “Cada uno en su especialidad hace su aporte. Tenemos profesores más electrónicos, más eléctricos, otros más mecánicos, más de automóviles, pero también tenemos artistas, matemáticos, y todos van aportando a la causa”, puntualiza Cazenave.

“Apenas volvían de la competencia, ya comentaban las cosas que tenían que corregir o modificar para poder ganar en la próxima carrera”, cuenta Alejandro Dal Bon, profesor de Representación Gráfica II y Motores. El docente cuenta que en la última competencia tuvieron un inconveniente técnico que los perjudicó en la clasificación, pero que igualmente remontaron muchas posiciones. “Haciendo una extrapolación y sacando cuentas, si no hubieran tenido ese inconveniente, probablemente hubieran arrimado al podio”, asegura. “Revisaron todo, fueron aprendizajes de las frustraciones”, agrega. 

El equipo docente está seguro de que la frustración y el error son parte fundamental de cualquier aprendizaje. “Somos un colegio, y lo que queremos es aprender, no ganar. Nos encantaría ganar, pero siempre que sea una consecuencia del aprendizaje y de valores”, afirma Cazenave.  

El equipo frente al Taller. El colegio cuenta con 2.500 m2 de laboratorios y talleres para prácticas.

UN MUNDO NUEVO

Catalina Villegas acaba de cumplir 16 años y cursa quinto año. Es una de las cuatro mujeres de un curso al que asisten 40 varones. Y es, además, la piloto del equipo. Su interés por los autos le corre por las venas. “Mi abuelo trabajó en Fiat muchos años y mi papá también, fue muy compañero de él y aprendió un montón de cosas. Y yo, siempre pegada a mi papá, mirando todo”, cuenta esta joven que pensaba postularse el año próximo, pero que ante la propuesta de sus compañeros, no dudó en aceptar. Dice que aún no tiene decidida la carrera en la que seguirá estudiando cuando egrese, aunque Ingeniería Industrial se lleva las preferencias. De lo que sí está segura es de que los autos eléctricos son el futuro y que lo que están aprendiendo los introduce en un mundo nuevo. 

Tadeo Domínguez cursa sexto año y tiene muchas expectativas en la competencia. “Siempre me gustó el tema de los autos –dice–. Y en este caso, mucho más. Me interesó aprender cómo funcionan las baterías, el motor, todas las cuestiones del auto, y más, en un sistema aplicado, en un circuito realmente”.

“Venimos trabajando desde mayo, y este año al tener el auto medianamente construido y desarrollado de la edición anterior, nos centramos en hacer mejoras. Tuvimos que trabajar mucho el tema de los pesos, que es un factor que está en constante modificación, y también los frenos delanteros”, detalla Ariel Ponce, egresado del Instituto y profesor de Mecatrónica, quien cuenta que el equipo tiene la posibilidad de cerrar al tránsito las calles internas de la empresa para poder practicar, ya que las instalaciones de la escuela se encuentran dentro del predio de la fábrica.

El Instituto, que en mayo pasado festejó su aniversario 60, logró superar ampliamente la “media país” en la última prueba Aprender, impulsada por el Ministerio de Educación de la Nación. “En todas las materias hemos obtenido más del 90 por ciento de buenos resultados, y en matemática, el 97 por ciento”, destaca Miryam Ruiz, directora del Nivel Secundario. “Un porcentaje altísimo, por lo cual nos han invitado a participar en unas jornadas en el ministerio para compartir con otras escuelas estrategias y modos que hacen posible este compromiso por parte de los estudiantes, las familias y la escuela”, agrega.

Para Cazenave hay dos cualidades que explican el nivel alcanzado: un gran deseo de aprender por parte de los chicos y el nivel que poseen sus docentes. A lo que Ruiz agrega el hecho de ser un equipo en el que los logros los alcanzan entre todos, con el compromiso de los estudiantes y el apoyo de las familias.

En el taller, las conversaciones de los chicos se mezclan con el ruido de las herramientas y el sonido de las máquinas. Afuera, el cielo azul es solo interrumpido por la tradicional cúpula de aluminio, que se transformó en símbolo de la institución. 

Tadeo Domínguez, Alejo Ferreira, Lautaro Loviakos, Tomás Colla y Tobías Gómez echan a rodar su obra maestra hasta el hall de entrada del taller con Catalina Villegas al volante. Están listos y felices, los espera un nuevo desafío. El primero ya lo alcanzaron, y fue con ellos mismos. 

“JUGAR MÁS”

“Nos encantan los desafíos, queremos ser generadores de desafíos para otros, queremos esto todos los días, que el ritmo del colegio tenga desafíos”, afirma Eduardo Cazenave, el filósofo que dirige esta escuela técnica. “¿Qué puedo aportar desde el humanismo? Seguir ensamblando equipo, dar espacios, permisos para jugar más, experimentar y también frustrarse, equivocarse. Porque el aprendizaje más perfecto es el que surge de la reflexión sobre la experiencia”, asegura.