Cómo enfrentar la deserción escolar

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Mantener el vínculo con la escuela y con los aprendizajes a través de propuestas atractivas y flexibles, junto al trabajo comunitario y en red, parecen ser algunas de las claves. Estrategias de directivos y docentes para retener y acompañar a los chicos.

Fotos Sebastián Salguero

El abandono escolar aparece en el horizonte pospandemia como uno de los problemas educativos más graves por resolver. Se estima que miles de estudiantes argentinos podrían quedar afuera del sistema. 

Los expertos aseguran que la brecha educativa se ampliará no solo por la desigualdad en el acceso a la tecnología, sino por las condiciones en las que muchos de los 10 millones de alumnos argentinos aprenden en sus hogares. El informe titulado “Volver a las escuelas. Cómo continuamos después de la cuarentena”, realizado por la Fundación Voz con el apoyo de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y Horizonte 2050, plantea que probablemente el abandono escolar sea histórico en 2020. 

La desigualdad que se observa entre escuelas estatales y privadas, rurales y urbanas, entre las rurales entre sí, entre urbanas de una misma ciudad y entre instituciones de distintas provincias es una de las causas. 

“No es lo mismo una escuela urbana de un barrio residencial de la ciudad a otra en zona de extrema vulnerabilidad”, subraya Darío Benítez, director del IPEM Nº 8 Manuel Reyes Reyna, de la ciudad de Córdoba, quien detalla cuál será la realidad que encontrarán al retornar a clases presenciales. “Tendremos tres tipos de estudiantes: los que se han desvinculado del sistema por motivos personales, familiares, económicos o sociales; los que mantienen el vínculo con sus docentes, aunque sin ser pedagógico; y los jóvenes que regularmente lo sostienen”, enumera. 

La sensación es que habrá que comenzar de nuevo, resetear la maquinaria educativa que, desde hace años, muestra números “en rojo”.

EXISTENCIA Y PRESENCIA

¿De qué manera se recuperará a quienes se hayan alejado de la escuela durante la cuarentena? ¿Cómo paliar las consecuencias de la abrupta irrupción de la virtualidad, que ayudó a la inclusión de unos y agigantó la exclusión de otros? 

Para esbozar algunas respuestas, Convivimos consultó a directores de escuelas secundarias urbanas de la ciudad de Córdoba, cuyos testimonios son semejantes a los de sus pares del resto del país, según se observa en el informe “Volver a las escuelas”.

Darío Benítez opina que la falta de acceso a la tecnología, junto a situaciones personales a veces dramáticas, está conduciendo a un grupo de alumnos a “un lento y trágico proceso de exclusión educativa”. 

Por su parte, Adrián Narváez, director del IPEM Nº 2 República del Uruguay, cree que, en estos tiempos, la premisa es sostener la “existencia” de los estudiantes, no solo la “presencia”; mantener el vínculo con la escuela y con los aprendizajes. “La conectividad y el derecho a la información, que es un derecho humano, no están garantizados en los sectores vulnerables”, subraya Narváez. Hay que atender alumno por alumno, de manera situada, en contexto concreto y puntual. 

La diversidad de realidades hará que el regreso a clases sea distinto para todos: habrá que jerarquizar contenidos con una mirada personalizada que destierre la sensación de “todo lo que no se sabe” y la transforme en la percepción de “todo lo que se puede aprender”. 

“Los aprendizajes se construyen no solo con herramientas pedagógicas, sino con vínculos, afectividad y encuentro”.
José Falco

“Será cuestión de apoyar a los estudiantes en espacios de tutorías presenciales y virtuales, con videos, apoyaturas escritas como los cuadernillos que se entregan a los alumnos con dificultades tecnológicas, y cualquier otro formato que nos permita restablecer este proceso de enseñanza y aprendizaje”, remarca Benítez. 

Propuestas atractivas, actualizadas y flexibles, acotadas y significativas junto al refuerzo del trabajo comunitario y en red aparecen como las mejores respuestas. “Todos seremos corresponsables de evitar el abandono y el crecimiento de la deserción”, resume el directivo.

EL VERTIGO DEL CAMBIO

En el IPEM Nº 2 creen que el principal desafío es hacer frente a la siempre existente heterogeneidad de los estudiantes, hoy más elocuente. El otro reto es asumir el vértigo de un cambio de rumbo inesperado. 

“Desde el punto de vista del acceso a las TIC, estábamos con problemas en tiempos de presencia; sin presencia esto se evidenció y amplió. Pasamos de cero a cien en cinco segundos”, explica Adrián Narváez, cuya escuela se mantuvo abierta toda la cuarentena con el 95 por ciento de su personal trabajando en alianza con otras instituciones comunitarias.

Las actividades escolares implicaron, también, la atención de otras necesidades, como la alimentación y la vestimenta.

El 98 por ciento de los estudiantes de esta escuela secundaria mantuvo contacto, aunque no todos cumplieron con las tareas. “Ahora los chicos dependen también de la familia; eso, cuando hay hogar y cuando hay familia. Muchos no tienen Internet ni medios para acceder”, afirma Narváez.

“La conectividad, que antes no nos pesaba como escuela, ahora es fundamental. Es el punto clave para comprender la desigualdad social y educativa”, explica Valentina Arce Castelló, coordinadora de curso de la misma institución. Las clases por Zoom son una utopía. “Entregamos cuadernillos y sacamos dudas por WhatsApp, pero eso no permite el ida y vuelta”, agrega.

PRESENCIA EN LA AUSENCIA 

En el IPEM N° 338 Salvador Mazza, el 67 por ciento de los 315 estudiantes matriculados se mantuvo vinculado pedagógicamente a la escuela. El 13 por ciento (el equivalente a un curso de 33 alumnos) se conectó a la hora de retirar la comida y actividades escolares, aunque no cumplió con las tareas. El restante 20 por ciento (dos de cada diez) se desvinculó del IPEM, lo que significa otras tres aulas completas.

“El 90 por ciento de los chicos dependen de las fotocopias. Hemos sido el puente entre las familias y los ‘profes’”, cuenta José Falco, el vicedirector. 

Se estima que solo el 5 por ciento de los chicos de esa escuela tiene conectividad o un celular con capacidad y datos móviles para descargar videos. Y solo 1 o 2 por ciento (unos ocho adolescentes) estaría en condiciones de seguir una clase virtual.

“La mayoría de los que se han desvinculado son los más grandes, los del ciclo orientado, los que han tenido que salir a hacer changas”, opina Falco. 

“Desde el punto de vista del acceso a las TIC, estábamos con problemas en tiempos de presencia; sin presencia esto se evidenció y amplió”.
Adrián Narváez

“Cuando regresemos tendremos que ir a buscarlos uno por uno, pero debemos garantizarles que el año no lo perdieron. Hay que trabajar los contenidos básicos y hacer un 2×1 el año que viene. La educación nunca más volverá a ser como antes”, reflexiona.

Para Falco, hoy, más que nunca, hay que apoyarse en los pilares de la Ley de Educación: obligatoriedad, presencialidad e inclusión. “La obligatoriedad para la inclusión, y la presencialidad para la trayectoria”, explica. Y dice que los aprendizajes se construyen no solo con herramientas pedagógicas, sino con vínculos, afectividad y encuentro. 

“El ida y vuelta ha sido muy complicado y defectuoso, no podés garantizar aprendizajes. Al haberse perdido presencialidad, la construcción de los vínculos no se ha producido”, señala José Falco, quien fue galardonado como uno de los Cordobeses del Año en 2018.

“El año que viene se tendrá que planificar y evaluar esta etapa con horarios extendidos: un trayecto a la mañana presencial y una parte, a la tarde, asegurando la conectividad y la tecnología para recuperar los aprendizajes de este año”, señala.

Narváez y Arce Castelló coinciden en que el norte es el “derecho a la educación”. Por eso, instaron a alumnos y familias a defenderlo. El mensaje fue claro: “Tenemos que involucrarnos, hay que participar y trabajar para aprender aun bajo estas condiciones”. 

Los docentes, en general, saben que el objetivo en todas las escuelas del país será sostener las trayectorias. “Si [Marcelo] Gallardo, el técnico de fútbol, dice que necesita dos meses para poner un equipo de 22 personas en condiciones, imaginate lo que es poner a 65 docentes en condiciones físicas y mentales, más 315 estudiantes y sus familias”, concluye Falco.