La Madre Tierra

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Conexión. Hugo Acevedo, representante de la comunidad comechingona, eleva una vasija con el saumo mientras saluda a los cuatro puntos cardinales en la ancestral vivienda de la calle León Pinelo.

“La vida depende de la naturaleza”, parece gritar, cada agosto, la ceremonia de la Pachamama. Fin y principio en los ojos de Sebastián Salguero.

Fotos Sebastián Salguero 

Texto Fabián García

La sencillez abrumadora y desolada de un hoyo en la tierra, cada primero de agosto, es el camino para encontrarse con la vitalidad de la naturaleza creadora y transformadora. También, frente a “la boca” de la Madre Tierra, las comunidades originarias exteriorizan su conciencia de que la sabiduría es un don que reside en el más viejo del grupo y que de su mano surgirá el encuentro con el futuro. La extraordinaria maravilla de que la llave del principio la tiene el que está más cerca del final.

Nada más simple, y nada más profundo. Nada más cercano, y nada más lejano: agradecer con alimentos, hojas de coca y bebidas lo que la naturaleza entregó y pedirle por la vida –en todas sus manifestaciones– para el año que empieza a recorrerse a partir de allí. Algo así como entender que la vida tiene su chispa inicial y su oscuro final, poco antes del inicio de cada primavera en ese mismo lugar. Siempre.

La Pachamama es una deidad venerada por los pueblos andinos de América por ser, justamente, generadora de la vida. Y como deidad, tiene capacidades sobrenaturales.

El término “Pacha”, en aimara y quechua, significa “tierra”, pero también “mundo” y “universo”. La Madre Tierra es, entonces, la tierra propiamente dicha, en su sentido físico, y, a la vez, un modo de entender el funcionamiento de la vida y el universo.

Su culto nació en el período preincaico e impregnó las creencias de los pueblos originarios que se sucedieron en la región. En las últimas décadas se ha propagado hacia las ciudades del centro y sur del país, más allá incluso de las comunidades andinas y sus descendientes. 

En Córdoba, cada agosto también comienza el rito con la preparación de los alimentos en la noche previa y la ceremonia de la ofrenda al día siguiente, en el territorio de la isla del originario pueblo comechingón, en el barrio de Alberdi. Allí, junto al río, rodeados de ciudad, se produce el preciado encuentro con la Madre Tierra para ofrendarle agradecimiento por lo recibido y pedirle por la ansiada chispa que enciende la vida. 

Agradecimiento. Invitados a la ceremonia colocan ofrendas en “la boca» de la Madre Tierra.
La palabra del tiempo. Los participantes escuchan atentos las enseñanzas del curaca.
Celebración. Tres mujeres preparan empanadas en la cocina del Instituto de Culturas Aborígenes para compartir luego de la ceremonia
Alimento para el viaje. Productos alimenticios dispuestos en mantas para hacer las ofrendas.
El final. El último integrante de la ronda comienza a tapar “la boca” de la Pachamama, donde se hicieron las ofrendas en la Isla del Pueblo Comechingón.

SEBASTIÁN SALGUERO

Fotoperiodista nacido en Río Tercero, Córdoba. Estudió fotografía en la Escuela de Artes Aplicadas Lino E. Spilimbergo. Ha recibido numerosos premios. En la actualidad, ejerce de manera freelance, colaborando para revista Convivimos, editoriales, medios gráficos y agencias nacionales e internacionales. Es docente en el CEF (Centro de Estudios Fotográficos) e integra el equipo de Fedimages.

Web: www.sebastiansalguero.com.ar