CON EL PIE DERECHO

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El año se despereza y se sacude la modorra postvacaciones, y eso llama a preguntarse sobre la importancia de un buen comienzo.

Un año termina y el comienzo del siguiente genera expectativas renovadas. ¿Qué cambia del 31 de diciembre al 1° de enero? Nada. Para marcar un punto de inflexión mayor, se podría sostener que el año realmente cambia cuando se vuelve de vacaciones, cuando hubo un período de separación que permitió descansar y planificar, reunir fuerzas y preparar lo que viene. Podría decirse, siguiendo esa línea, que para la mayoría de las personas el año realmente inicia en marzo.

No siempre está tan claro cuándo es el comienzo de algo, la vida en general no tiene límites así de marcados separando etapas, pero una vez que se embarca en un proyecto o situación, se rebobina para analizar cómo surgió, para encontrar ese momento en el que algo que no existía tomó forma, adquirió entidad. ¿Cuánto importa ese estado inicial, qué tan influyente es para lo que sigue?

Los ritos iniciáticos, las invocaciones, están presentes en todas las culturas y en la mayoría de los ámbitos. Son maneras de delimitar etapas y de llamar a la buena fortuna en lo que está por comenzar. 

En un partido de fútbol, por ejemplo, se observa cómo al entrar a la cancha varios jugadores modifican su paso, dan saltitos, para que el pie derecho sea el primero en entrar en contacto con el campo de juego; otros señalan el cielo, convocan a seres queridos o deidades a acompañarlos durante el encuentro; se besan tatuajes; se sacuden las malas energías con gestos específicos como saltos, sprints, aplausos, gritos. “Los rituales ayudan porque uno tiene que fabricarse esa explosión de energía, generar fuerza y dominio de la situación. Para todo esto, uno debe condicionar, que es repetir, repetir y repetir para transformar la mente en lo que uno necesita en ese momento. Es como una magia”, sostiene Patricia Wightman, quien trabaja con atletas de elite desde hace más de 28 años como jefa del departamento de Psicología del Deporte del Cenard, y también de manera particular.

Sobre la importancia de comenzar bien una competencia y la forma en la que ese inicio influye en la performance posterior, Wightman va un poco más atrás: “Una de las cosas más importantes es soñar. Los artistas y los grandes atletas tienen que soñar y visualizar dónde quieren llegar y cómo. Van pintando, haciendo los cuadros de lo que quieren producir con ellos mismos. Es lo que los hace grandes”.

Adelantarse a lo que viene y comenzar con esa información a favor es crucial en el mundo del emprendedurismo. El inicio es muy importante: solo dos de cada diez emprendimientos sobreviven a los primeros cinco años. Cecilia Ribecco, fundadora de la comunidad de mujeres emprendedoras CRIAR y presidenta de la ONG Women’s Entrepreneurship Day, opina: “Tiene que haber un amor a primera vista con eso que hacés. Hay que conectar con tu pasión para que no te pese trabajar. Es importante poder vivir este proceso desde un lugar optimista, sin dejar de ser realista. Si sos emprendedor, tenés una cuota de optimismo que es tu motor para ir hacia adelante”. También advierte: “Pasan muchas cosas en un período muy corto y hay que estar atento al balance entre vida personal y negocio. No se trata solo de facturar, es un proceso de transformación personal”. 

Planificación y espíritu son dos claves que también están presentes en un proyecto artístico. Loli Molina, cantautora argentina hoy radicada en México, habla sobre los primeros momentos de una producción (sea canción, disco o show): “La forma en la que empieza un proyecto es superimportante, porque es como su piedra filosofal. En cuanto a planificación, aunque después uno siempre sabe que en el camino podés virar o cambiar la dirección, creo que al momento de comenzar hay que tener un norte definido. A nivel energético, considero que es muy importante intencionarlo con buena energía, con buena onda, para que eso llegue al puerto que se desee. Creo mucho en eso”.

Acordes que se encadenan y nos envuelven para introducirnos en el clima de lo que vendrá. Los inicios –las intros para Loli– pueden adelantar mucha información, o soltarla de a poco, conservando el misterio: “Es un gran recurso, muy interesante. Cada caso es distinto, no hay una respuesta general a la pregunta sobre qué decisión tomar”, asegura.

Un inicio también puede rodear el tema principal sin parecer tocarlo, darle un contexto, crear un universo donde pueda existir lo que se va a contar luego. Es lo que sucede, con matices, en los dos libros publicados hasta ahora por Cecilia Fanti, La chica del milagro y A esta hora de la noche, ambos de la editorial independiente Rosa Iceberg. “En general, los comienzos son lo que tengo más claro, como si fuera mi grado cero de escritura, a partir de donde construyo la historia. A veces el libro te fuerza a hacer algo, pero en gran medida es uno el que tiende a torcerle sus brazos y tomar esas decisiones. Obviamente, siempre y cuando cumplan una función y tengan sentido dentro de la unidad. Muchas veces pasa que contás con una frase o una gran idea de comienzo, y después te das cuenta de que no tiene absolutamente nada que ver con nada, ni siquiera una razón estética, y que vos, como escritora, podés decidir dejarlo ahí, pero haciéndote cargo de que es un capricho”, explica.

“La forma en la que empieza un proyecto es superimportante, porque es como su piedra filosofal”. Loli Molina

Además de autora, Cecilia es dueña de Céspedes Libros. Como librera, observa de primera mano las conductas de los lectores y su respuesta ante lo que los libros ofrecen. En cuanto a la relevancia de los comienzos, sostiene: “En la primera línea muchas veces se condensa algo que te hace seguir con la lectura o dejarla. Quizás en una novela no pasa de la misma manera que en un cuento, porque la novela tiene la extensión a su favor. Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, posee uno de los mejores comienzos de la historia: ‘Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos’, que es memorable y citado por absolutamente todo el mundo. Lo que tienen las primeras frases o los comienzos de los libros es que, cuando son tan pregnantes, cobran independencia. Para mí, un buen comienzo es fundamental, sobre todo para los ansiosos, en el sentido de que no tenés siempre un público o un lector dispuesto a esperar dos o tres páginas o capítulos a ver qué pasa”.

Parece una obviedad, pero no siempre se tiene en cuenta, y Cecilia lo aclara: “El libro posee un comienzo anterior al comienzo de la historia propiamente dicha, que es la tapa y el título, con la potencial bajada con que pueda contar. Eso de ‘Nunca juzgues a un libro por la tapa’ es inevitable. Es una puerta de entrada”.

En la butaca del cine, en el sillón de casa frente a la tele e incluso en el transporte público mirando el celular, una película capta los sentidos (o debería hacerlo) desde la primera toma. En sus dos films más conocidos y comerciales (Gilda, no me arrepiento de este amor y El Potro, lo mejor del amor), ambos basados en historias reales, la directora y guionista Lorena Muñoz decidió algo similar: avanzar hacia un punto cúlmine del personaje principal para, a partir de la segunda escena, narrar el recorrido que lo llevó hacia allí. Comienzos impactantes que otorgan mucha información y, al mismo tiempo, dejan preguntas abiertas. “Tiene que ver con generar interés. Una película que no tiene conflicto es difícil de sostener”, dice Lorena.

Una película, como todo, comienza mucho antes de esa primera escena, mucho antes incluso del primer día de rodaje o de la primera línea escrita en el guion. Es un proceso arduo de trabajo, y, por eso mismo, para embarcarse en él, debe haber desde el inicio una motivación que empuje el carro. Lorena cuenta lo que tiene que ocurrir para sentirse convocada por un proyecto: “Sea una idea mía o algo para lo que me contratan, no quiero pasar tanto tiempo dedicándome a un proyecto que no tiene esa magia de entrada, esa conexión. Necesito enamorarme del proyecto para poder desarrollarlo y avanzar. Ese enamoramiento tiene que ver con obsesionarte con él, empezar a buscar, a googlear, a meterte, a conectar con los personajes y la historia, a pensar por qué la historia fue hacia ese lado y no hacia otro, a tratar de entender cómo fue ese recorrido. Tratar de ver la belleza desde ese lugar”.

En cine, literatura, música, emprendedurismo, deporte y la vida en general, comenzar es crear, aventurarse, arriesgarse, moverse hacia lo desconocido, lo que no existe, lo que tomará una u otra forma de acuerdo con la manera en que se avance, con las decisiones tomadas y con las reacciones ante el entorno. Comenzar es actuar, tomar las riendas, hacerse cargo, ser protagonista. Comenzar es, entonces, la prueba de que una persona está viva y en movimiento. 

DAR VUELTA EL RESULTADO

El comienzo, sin dudas, es importante y muchas veces marca la pauta de lo que vendrá. 

Hay también ejemplos de sobra de inicios fallidos, pasos en falso que implicaron aprendizajes y metamorfosis necesarias para alcanzar el éxito (dos ejemplos: Lionel Messi fue expulsado solo 43 segundos después de debutar con la camiseta de la selección argentina; y Harry Potter, de J. K. Rowling, fue rechazado 12 veces antes de que una pequeña editorial se decidiera a publicarlo).

Celebramos un buen inicio, lo deseamos y hacemos lo posible por atraerlo o propiciarlo. Parte de ello es procurar que el fuego alcance y sea superior a los percances del camino.

De hecho, desde hace un tiempo existen eventos, libros y conferencias que celebran al fracaso como ese margen de exploración que puede dar información y experiencias que permitan mejores resultados más adelante.