Yesica Bopp:
“No hay crecimiento sin dolor”

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Campeona mundial de boxeo desde hace más de una década, se abrió camino en un ambiente hostil sin perder la frescura.

Por Juan Martínez
Foto Patricio Pérez

No quiero que me rompan la nariz, prometeme que no va a pasar”, le dijo una Yesica Bopp de 17 años a Delfino Pérez, quien desde ese momento se convertiría en su entrenador. Hoy, con 35 años, la boxeadora conserva la nariz intacta: en todo este tiempo perdió una sola vez, por puntos, y lleva más de una década como campeona del mundo en la categoría minimosca (AMB, Asociación Mundial de Boxeo). Las peleas, en rigor, comenzaron para ella antes de calzarse los guantes, en su casa y en la calle. “Cuando sos adolescente, tenés bravura y no sabés qué hacer. Yo discutía con mis padres por todo, me decían ‘blanco’ y yo respondía ‘negro’. Y cuando salía a los boliches de Avellaneda con mi hermano y sus amigos, siempre se armaba la hecatombe… Después, comencé a entrenar, y llegaba tan cansada a mi casa que no tenía ganas de discutir con nadie. Y dejé de ir al boliche porque quería descansar para poder entrenar bien. Si no estás bien preparada, en este deporte te pueden lastimar”, cuenta.
 
  • Es un deporte muy asociado al mundo masculino, ¿te fue más difícil hacerte un lugar por ser mujer?

Sí, y sigue siendo difícil. Hoy, como campeona del mundo desde hace más de diez años, no cobro lo mismo que los hombres. Un hombre, si sale campeón del mundo, “se para” para toda la vida, y yo no gano ni el uno por ciento. Yo encontré una pasión y me enfoqué en eso, en amar lo que hacía; si venía la plata, genial. Al principio, nosotras teníamos que crear todo, porque casi no existía el boxeo femenino aquí. Éramos conscientes de que debíamos hacer bien las cosas: si queríamos pelear por algo, teníamos que ganarnos la posibilidad. Mis compañeros nunca me discriminaron, jamás sentí nada de eso, y creo que es porque notaban que yo era diferente, que lo hacía en serio. Siempre supe ganarme mi lugar.

  • ¿Se disfruta arriba del ring?

A esta altura, sí, disfruto, porque ya me queda poco. Pero no se disfruta al ciento por ciento. La pelea, en realidad, se sufre desde que empieza y hasta el final: hay nervios porque tenés que pegar y tratar de que no te peguen. Es muy arriesgado. Se disfruta el entrar, que la gente apueste por vos y te dé cariño, representar a tu país.

  • Hay una famosa frase de Ringo Bonavena: “Cuando suena la campana, te sacan hasta el banquito y te quedás solo”…

Sí, es tal cual. El que sube ahí arriba, al ring, debe tener una maduración total, porque te quitan el banquito y depende todo de vos. Muchos le echan la culpa al rincón o al representante, pero en realidad todo pasa por uno. Te van a sacar el banquito y tenés que resolver. No hay otra opción, es el deporte que elegimos.

“Una vez que la mujer pasa a ser consciente y a valorarse, a aumentar su autoestima, entiende la vida desde otro lado”.

  • ¿Qué características debe tener un boxeador?

Ganas y actitud. Estarás en un mundo desconocido y todo te va a doler. Todo. Hablo de dolor físico y también mental. Hay cosas que no te gustan y las tenés que hacer igual. Cuando estás cansado, debés seguir; cuando subís a un ring, no podés darte vuelta y bajarte. Tenés que empezar y terminar.

  • Si todo te va a doler, ¿por qué te gusta?

Porque no hay crecimiento sin dolor. Si estás en tu zona de confort, nada te duele y es todo monótono, no estás creciendo. No te estás superando. Si querés cumplir un sueño, hay que pasar metas, dolor, sufrimiento, porque un día no te vas a querer levantar y lo vas a tener que hacer igual. Es así, o no podrás llegar al objetivo.
Después de hacer terapia, a Yesica le dieron ganas de estudiar Psicología Social. Repasando su propia historia en la carrera, le surgió el deseo de ser madre, algo que finalmente concretó en 2014, cuando nació Ariadna. Allí, decidió alejarse por un tiempo del boxeo, donde ya era campeona mundial indiscutida y no encontraba tantos desafíos como los que le planteaban el estudio y la familia.
Una vez que se sintió lista, cuando Ariadna ganó autonomía, regresó al boxeo, con un enfoque diferente. “Después del embarazo, mi carrera fue totalmente más relajada. Antes de eso tenía mucha presión, era muy exigente conmigo y con mi entorno. Luego aflojé. En el parto sentí un dolor que jamás había sentido y que no creo que vaya a sentir. No me veo perdiendo por nocaut, pero, en el peor de los casos, es un golpe y te levantás del piso, no sufrís tanto. Cuando salí del parto, pensé ‘Ahora que se agarren, porque mato a cualquiera’. Qué maravillosa que es la mujer, los hombres no tienen idea de lo que es ese dolor. Esta segunda etapa es mucho más relajada, subo al ring contenta”, confiesa.

  • ¿Qué es el boxeo para vos?

Es mi vida. Me construí boxeando. Me moldeó, me ayudó a crecer, a ser la mujer que soy. Me hizo confiar en mí, y cuando logré eso, no me paró nadie. Es un sueño que se me metió, y no paré hasta concretarlo. Y contagio eso: ¿tenés un sueño? Dale, podés. Si yo pude, ¿por qué vos no?

LUCHA

“No me considero feminista, para nada. No sé a qué se refiere el feminismo. Pero sé que el mundo está manejado por hombres y siempre van a decidir ellos… Trato de ser consciente de dónde estamos y de que, si queremos algo, va a costar un poco más. Pero lo vamos a tener. Es cuestión de despertarse, de preguntarse, de razonar. Cuando la mujer se deja manipular o entra en un vínculo vicioso, de maltrato, es porque es inconsciente. Una vez que la mujer pasa a ser consciente y a valorarse, a aumentar su autoestima, entiende la vida desde otro lado. Sabe que puede decir ‘Quiero esto y no lo otro’. Sabe ganarse su lugar y no deja que nadie se lo quite”, señala Yesica.