El chamamé es de todos

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Más que una música y una danza, el chamamé es el modo de ser, de mirar el mundo y de celebrar de toda la región del Litoral. Por eso, desde 2020 es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Foto: José Luis Suerte.

Miles de sapucay se escucharon al unísono el 16 de diciembre de 2020. Ese día, la UNESCO declaró al chamamé como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un reconocimiento fundamental para hacer visible en todo el mundo a este particular género musical.

La iniciativa de presentar esta expresión cultural artística para el reconocimiento internacional fue del gobierno correntino, provincia donde nació. En 2016 ya se había hecho un primer intento, pero fue recién el año pasado, en plena pandemia de coronavirus, que la votación resultó positiva. 

“El chamamé no es solo música y danza, es mucho más amplio, hablamos de la cultura chamamecera. Una cultura que no tiene límites y se extiende a Paraguay, parte de Uruguay y el sur de Brasil”, le dice a Convivimos Gabriel Romero, presidente del Instituto Provincial de Cultura, la dependencia que lideró la postulación. “El chamamé tiene un vínculo con el paisaje desde la letra, hay un amor al lugar de pertenencia. También hay un respeto hacia la naturaleza y una exaltación del hombre y la mujer, de fraternidad y vínculo con el otro. Además, expresa una profunda religiosidad popular. Eso también coincide con el ser correntino, humilde, solidario, amigo, enamorado, hermanado con su paisaje y religioso”, agrega el funcionario. 

Por su parte, Pedro “Topo” Zubieta, el presidente de Fundación Memoria Chamamé, resume con contundencia: “El correntino no concibe su esencia sin el chamamé”. 

Para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), “el patrimonio inmaterial proporciona a las comunidades un sentimiento de identidad y de continuidad: favorece la creatividad y el bienestar social, contribuye a la gestión del entorno natural y social, y genera ingresos económicos”. Con esta distinción, el organismo internacional se propone la conservación del “patrimonio vivo”. La Argentina tiene, ahora, tres bienes culturales reconocidos: los otros son el tango y el fileteado porteño.

A partir de este nombramiento, aumentan las posibilidades de difusión a nivel mundial, además de incluir fondos para su desarrollo. Tanto Romero como Zubieta coinciden en que los esfuerzos deben direccionarse a la investigación y al ingreso de esta expresión cultural al mundo académico. “Además de aportar para que los artistas chamameceros puedan circular, nos obliga a pensar políticas públicas a largo plazo, que no se queden solamente con la difusión de la música y el baile, sino que atiendan a otros aspectos del chamamé y que nos den un gran sostén conceptual”, comentó el titular del Instituto Provincial de Cultura de Corrientes. 

El chamamé está presente en la vida cotidiana. Se lo vive en cada una de las celebraciones, desde un festejo o un bautismo hasta un velorio. Se escucha en el campo y también en la ciudad. 

“Se enseña por transmisión. Toda la historia del género fue así, los chamameceros de la vieja guardia eran todos ‘orejeros’, aprendían mirando. En mi casa, soy la tercera generación de chamameceros, y porque había instrumentos, antes de que me diera cuenta ya estaba tocando. En cualquier lugar del Litoral te encontrás con una persona que pertenece a familias de músicos de varias generaciones. Ese patrimonio, esa riqueza es lo que distingue al chamamecero. Todos lo respetan y cultivan”, explica Zubieta, quien ejecuta la guitarra y el acordeón, pero no se considera artista. 

DESDE SIEMPRE

“El chamamé es mi infancia, es la radio arriba de la heladera de mi casa, es el sapucay que pegaba mi papá en la carpintería, es el acordeón de Raúl Barboza y todos queriendo tocar como él cuando éramos adolescentes. El chamamé son mis hermanos, mi mamá secando el guardapolvo de la escuela arriba de la cocina a leña. Mi primer acordeón, y los otros acordeones. Es la música con la que camino en la vida. Como dicen los hermanos Chávez: ‘Fue mi canción de cuna y será el sol de mi vejez’”, expresó el Chango Spasiuk, uno de los referentes más importantes de la música litoraleña, en un video que compartió para celebrar el reconocimiento. 

Dijo también que “es un llamado de atención para repensarnos y resignificarnos, y unir un montón de piezas de las que estamos hechos [los argentinos]”. A partir de ello, pidió que nombres como Tránsito Cocomarola, Antonio Tarragó Ros o Ernesto Montiel “ocupen un lugar más preponderante” como el de otras figuras nacionales de la cultura nacional, por ejemplo, Jorge Luis Borges, Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui, Carlos Gardel o Mercedes Sosa. 

ORIGEN GUARANÍ

La música y la danza del chamamé son de origen guaraní. Luego recibiría influencias de los jesuitas que habitaron la región durante la colonia española y de los inmigrantes europeos que llegaron en los siglos XIX y XX. Más tarde, con las grabaciones discográficas, el folklorista Tránsito Cocomarola abriría caminos para el género que transitarían grandes autores, intérpretes y músicos. Justamente, el 19 de septiembre, fecha en la que murió Cocomarola en 1974, se conmemora el Día Nacional del Chamamé. Hoy es de toda la humanidad.