Tucumán: Jardín de la República

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Tucumán es un destino ideal para disfrutar en familia, sobre todo en invierno, cuando es seco y tibio. La naturaleza explota y el verde domina cada rincón.

Por: María Eugenia D’Alessio

Fotos: Dirección de Promoción del Ministerio de Turismo de Tucumán y Guillermo Aceñolaza

 

Pequeña y de distancias cortas, ofrece opciones para todos los gustos: historia, aire libre, arqueología, geología, cultura, divertimento y gastronomía. En 1816 la ciudad fue testigo de la Declaración de Independencia de la Argentina, que los representantes de cada provincia firmaron en lo que hoy se conoce como “Casa Histórica” y que puede visitarse todos los días. La casona conserva intacto el Salón de la Jura, con la mesa y los sillones que usaron los congresales aquel 9 de julio. Una vez adentro, es posible revivir el momento escuchando los pasos de los diputados, sus discusiones y fundamentos en un espectáculo de luces y sonidos. Al salir se puede inmortalizar la visita con una fotografía en la puerta vestido de dama antigua, fraile, soldado o vendedor de época.

Después hay que aprovechar para comprar artesanías: mates, carteras y bolsos de cuero o pulóveres de lana de llama son típicos y se consiguen en los alrededores de la Casa Histórica y de la Plaza Independencia.

La ciudad ofrece diversidad de opciones gastronómicas, desde el típico locro, humitas o empanadas hasta platos gourmet en peñas o restaurantes. Hacia el oeste de la ciudad, en el pedemonte de la sierra de San Javier, Yerba Buena es la alternativa para los que quieren alejarse del bullicio céntrico y estar cerca de los cerros. Tiene mucha vida nocturna, con restaurantes, pubs y bares, especialmente de jueves a domingo.

Camino a los cerros en Yerba Buena se puede visitar la Reserva de Flora y Fauna Horco Molle, en el área protegida de San Javier, creada en la década del 80 por la Universidad Nacional de Tucumán. Además de aprender sobre la conservación de las especies en su ambiente natural, se ven tapires, osos hormigueros, carpinchos, yacarés, suris y numerosos ejemplares de nuestra fauna autóctona. Las visitas son guiadas y el costo es bajo.

Siguiendo hacia el oeste, a través de un camino de curvas se accede a las sierras de San Javier, que es también área de reserva de la universidad. Helechos, nogales y lapachos inundan el camino, y se respira aire puro. Una opción es recorrerlo en bicicleta, que pueden alquilarse en Yerba Buena antes del ascenso.

La historia de Tucumán se remonta hasta los 600 millones de años, cuando la región estaba cubierta por un mar poco profundo, de aguas frías, donde se encontraron los fósiles más antiguos de la cadena andina sudamericana según surge de estudios realizados por investigadores del Instituto Superior de Correlación Geológica del Conicet. Las rocas de San Javier representan este ámbito prehistórico y de un mundo difícil de imaginar hoy.

Desde el cerro San Javier se puede observar una vista única de la ciudad. En la cima hay una escultura del Cristo Bendicente, de 28 metros; es la cuarta estatua de Cristo más alta del mundo, a 1257 msnm.

Allí también se encuentra la tirolesa más larga del país: 500 metros a pura adrenalina. Durante el recorrido se ven especies vegetales y animales, y se disfruta de un paisaje único.

Muy cerca, bajando por Valle de la Sala, se llega a la cascada del río Noque, en medio del bosque de yungas. Luego hay que transitar por las lomas y quebradas de Villa Nougués, los cerros y bosques verdes y tupidos de Raco y El Siambón. El paisaje y el aroma de la naturaleza llenan de energía.

El dique El Cadillal, hacia el noreste de la ciudad y a 35 kilómetros, es la mejor opción si la idea es hacer deportes acuáticos. Se practican remo y kayak, o se puede pasear en lancha y catamarán. Si se prefieren deportes extremos, es posible hacer tirolesa o escalar muros. Hay también una aerosilla, desde donde la vista del espejo de agua se disfruta a pleno.

La noche tucumana combina gastronomía, música y diversión con diferentes expresiones culturales: desde muestras de pintura, fotografía y diseño, hasta obras de teatro y espectáculos musicales.

Muy cerca está la reserva natural Aguas Chiquitas. El sendero conduce a un río de montaña que desemboca en tres cascadas, una de ellas de más de 40 metros. Se puede hacer rapel, nadar en piletones naturales de agua cristalina y pasar por debajo de imponentes cascadas.

A poca distancia se encuentra la Casa Ecológica, un proyecto educativo desarrollado por la Universidad Nacional de Tucumán y la Fundación BioGen que vale la pena conocer. No está conectada a servicios de electricidad, agua corriente ni cloacas; aprovecha la energía eólica y solar para generar electricidad, recupera el agua de lluvia para consumo y riego, y trata efluentes líquidos y desechos sólidos para no contaminar.

Los interesados en el pasado pueden visitar el Museo Arqueológico El Cadillal, que tiene cientos de piezas de las culturas Candelaria, San Francisco, Ciénaga y Santa María encontradas durante la construcción del dique.

Yendo hacia el sur de la ciudad, y en dirección oeste, se inicia el ascenso a Tafí del Valle y los Valles Calchaquíes, transitando un camino de cornisa muy recomendable desde lo paisajístico. Allí se conjugan vegetación, geología y cultura de manera sublime, en un viaje que se puede realizar en un día, y donde se pueden visitar Tafí del Valle, Amaicha y Quilmes.

Historia viva

A 20 kilómetros de Amaicha, al noreste de la provincia, entre cactus y suelo arenoso y con una geometría perfecta, emergen las pircas de la ciudad sagrada de Quilmes. Fue uno de los asentamientos prehispánicos más importantes y uno de los últimos en rendirse ante los españoles. Con un gran desarrollo económico y social, en el siglo XVII llegaron a tener 3000 habitantes en el área urbana y 10.000 en los alrededores. Se recorre en compañía de un guía. En la falda del cerro se advierten las reconstrucciones de la zona residencial, rematada por una fortaleza situada en la cumbre y dos fortines a ambos costados, sobre la cornisa. La cima ofrece una panorámica completa de la ciudad sagrada. Las ruinas, el sol radiante y la inmensidad del cielo limpio se complementan en una experiencia única. En la noche el silencio aturde. Hay en el sitio un Centro de Interpretación en donde se exhiben elementos encontrados y se explica, con tecnología moderna que permite interactuar con los sentidos, cómo era la vida y la cultura de ese pueblo ancestral.

Para volver a casa con algún recuerdo, nada mejor que la Ruta del Artesano. Amaicha del Valle es una de las localidades características en donde se consiguen platería, tejidos y manufacturas en cuero, madera, piedra y arcilla. Todos son productos únicos.

El vino es otro protagonista del área central del Valle Calchaquí. A lo largo de 100 kilómetros, sobre la RN 40, se desarrolla la Ruta del Vino, con productos de alta calidad. La temperatura de la zona, la sequedad del ambiente y la altura (3000 msnm) permiten el crecimiento de viñedos desde el siglo XVI. Se producen Torrontés, Malbec, Cabernet Sauvignon, Bonarda, Syrah y Tannat. Como curiosidad, existe allí la única bodega comunitaria de Sudamérica manejada por el pueblo originario amaicha. Está edificada con materiales de la zona y respetando el diseño de las construcciones prehispánicas.

Si de comidas se trata, hay que ir al sur de la capital, a la feria de Simoca. Todos los sábados hay una muestra de platos típicos que se venden en 50 ranchos alineados en 400 metros y bajo la modalidad del trueque: miel de caña, tabletas, pastel de novia, empanadillas, rosquetes y cigarrillos en chalas. Algunos productores llegan en sulky.

Famosas son también las empanadas tucumanas, cuyo relleno se cocina con el agua en la que se hirvió el matambre. El repulgue tiene exactamente trece vueltas, se hacen en horno de barro, son rojizas por el pimentón y se comen de parado porque chorrean. La fiesta nacional se hace en Famaillá y ahí se elige a la Campeona de la Empanada.

La humita es otro plato típico y tiene su festival en la villa de San Pedro de Colalao, hacia el norte de la provincia, donde sus habitantes presumen de tener “la mejor humita del mundo”. Y tienen razón.

DATOS ÚTILES

Cómo llegar

El aeropuerto de Tucumán se llama “Benjamín Matienzo” y es el punto de conexión de vuelos desde las provincias de Buenos Aires y Córdoba y hacia ellas.

En auto desde Buenos Aires, la principal vía de acceso es la Ruta Nacional 157, que llega por el sudeste desde Santiago del Estero y Córdoba. La otra opción es viajar desde la ciudad de Buenos Aires, pero vía Rosario, por la RN 9 (Panamericana ramal Escobar), acortar camino por RN 34 hasta Santiago del Estero y desde allí nuevamente por la RN 9 hasta San Miguel de Tucumán.

Desde el norte del país se llega por la RN 9, mientras que por el sur el acceso se realiza por RN 38.

Hay también diferentes empresas de ómnibus que llegan desde todo el país.

Qué llevar

En invierno un par de abrigos livianos y una campera. En verano se recomienda ropa holgada, de algodón, clara. No olvidar gorra, anteojos de sol, protector solar y repelente de insectos (estos últimos todo el año). Zapatillas cómodas y mucha agua. Una muda más arreglada para la noche.

Dónde alojarse

En toda la provincia hay campings, hosterías, hostels, estancias y hoteles; todos de diferentes categorías y precios. La página Tucumán Turismo tiene un link con buscador de hospedaje para cada localidad.

Qué probar

Las empanadas (ojo con el jugo); humitas, tamales, locro; miel de caña, alfeñiques (son unos caramelos típicos de esta miel). Y tanto en la ciudad como en Yerba Buena los sándwiches de milanesa son imperdibles.

Turismo geológico

El Instituto Superior de Correlación Geológica (INSUGEO), que depende del Conicet, diseñó cinco circuitos geoturísticos (algunos comentados en esta nota). Tienen mapas e información precisa sobre qué puede verse en cada localidad. Los folletos pueden bajarse en PDF desde insugeo.org.ar. Abajo a la izquierda está el link.