Ocultando canas

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Florencia Servera

Lic. en Enseñanzas de las Ciencias, profesora de Química. Autora de libros de la colección  «Ciencia que ladra, Siglo XXI Editores».

Ilustración: Lucas Di Pascuale

 

Si hay algo de lo que nadie se salva, es de los efectos del paso del tiempo. Después de los 30, una mirada en el espejo basta para identificar las marcas de las arrugas de expresión, los cambios en la forma del cuerpo y alguna que otra cana. Amadas por unos, odiadas por otros, las canas son cabellos blancos que carecen de melanina, el pigmento que colorea el cabello.

El autor intelectual de la aparición de canas es una variante de un gen que regula la expresión de proteínas que participan en la producción y el almacenamiento de la melanina. Si bien hasta el momento no se sabe con detalle cómo interviene el gen, se pudo determinar que entre las proteínas afectadas, hay enzimas (moléculas que aceleran las reacciones químicas) y receptores de membrana (captadores de señales que hacen que se desencadenen diversos procesos en las células). Los avances en este ámbito podrían generar una auténtica revolución en la industria cosmética, ya que la coloración del cabello podría tratarse no solo desde afuera, con tinturas permanentes o semipermanentes, sino también desde adentro, con tratamientos personalizados que causen el retraso o el bloqueo del encanecimiento. Como seguramente pasarán unos cuantos años para que se ofrezcan dichos tratamientos y aún más para que sean amigables con el bolsillo, es mejor empezar por preocuparnos por lo que sucede cada vez que se tiñe el cabello.

Para tapar las canas, lo más efectivo es el uso de tinturas permanentes, que son una mezcla de sustancias alcalinas (generalmente amoníaco) y precursores del color, a los que se adiciona el agua oxigenada un momento antes de comenzar la coloración. El mecanismo por el cual actúan es así: primero, las sustancias alcalinas provocan la separación de las escamas de queratina y la hinchazón de las fibras proteicas que componen la cutícula del cabello. Eso permite que ingresen las bases del color y el peróxido de hidrógeno (componente principal del agua oxigenada). Una vez adentro, las bases continúan haciendo de las suyas y descomponen el peróxido de hidrógeno, que se transforma en oxígeno gaseoso (el mismo que incorporamos con el aire) y agua. El oxígeno recién formado desencadena dos cambios al mismo tiempo: el aclarado de la melanina y la activación de los precursores del color. Por lo tanto, a medida que el cabello se aclara, adquiere la nueva tonalidad y se van tapando las canas. Si ambas reacciones químicas ocurrieran a destiempo, veríamos inicialmente el cabello decolorado y luego coloreado.

En las tinturas suele haber dos o más tipos de precursores de color. Entre ellos se incluyen los responsables del color (las bases de oxidación) y otros que lo modifican y le dan el toque final (los acoplantes). De hecho, en las etiquetas se hace referencia a ellos con un número grande y dos pequeños que lo acompañan. El combo es el que define cuál será el color de la cabellera.

En fin, amigados o no con las canas, tenemos la solución al alcance de la mano. Hay que aceptarlas y dejarlas ahí quietitas, que no salen verdes ni de a siete cada vez que las arrancamos.