Música para chicos: El lenguaje universal

0
63

Público sincero y transparente, los niños tienen una amplia oferta de músicos que componen desde el respeto por las infancias, sin subestimar a sus destinatarios. 

Un velocirraptor corre por la avenida principal a toda velocidad, hay una nube y mucha lluvia, soplará el aire y qué baile encontrará. Hay una ronda esperando en algún lugar, es un encuentro de luces que bailan en paz. Ruedan los colores, bailan en la luz. Las calles mojadas, veredas inundadas: solo quiere ir a chapotear.

El universo de la música dedicada a los niños contiene desde escenas disparatadas hasta imágenes cotidianas, con poesía y mucho movimiento. Son canciones que sirven de puerta de ingreso a un mundo de ritmos, metáforas, juegos y disfrute. La Argentina es un país con una extensa y rica tradición en la música dedicada a este público en particular, que no se reduce a un solo género, sino que se diversifica y ofrece una amplia paleta de colores, con un nutrido grupo de proyectos referentes que crean desde el respeto y sin subestimar a sus pequeños oyentes.

“La diferencia entre la música para chicos y la que no es para chicos es la intención del que la hace. Si uno se pone a analizar desde lo estrictamente musical, muchas propuestas para chicos no se diferencian en nada de lo que podría ser música para adultos”, ensaya una teoría Juan Bernabé, músico, compositor y productor del álbum Risas del sol, de Magdalena Fleitas.

Fleitas, precisamente, aborda tanto la melodía como la letra sin subestimar a sus destinatarios: “Busco un lenguaje simple, pero que sea rico, para que los chicos y las chicas puedan cantar canciones que nombren lo que les pasa cuando están contentos y quieren bailar, pero también si están tristes porque les sucedió algo en el día y necesitan una canción más íntima”, explica.

Su trabajo se ubica lejos de la tradición de una música infantil disciplinaria o normativa (El elefante trompita, Arroz con leche, La paloma blanca). Recorre una línea más cercana, en el modo de abordaje, a María Elena Walsh y Hugo Midón, en donde hay lugar para lo surreal, lo lúdico, lo fantástico, las metáforas elaboradas y una búsqueda musical que no se ciñe a acordes básicos y explora más allá.

En Risas de la Tierra, la escuela dirigida por Fleitas, no solo se formaron niños, sino también docentes y músicos que actualmente llevan adelante proyectos con mucha repercusión, como Pim Pau, Vuelta Canela y Anda Calabaza, entre otros.

Hace más de diez años, Matías Pozo llegó a aquel espacio porque se enteró de que buscaban gente ligada al arte y le dio curiosidad. Trabajó en la sala Calabaza, que le dio nombre a la propuesta allí surgida: Anda Calabaza. No es su único proyecto musical, ya que también integra el dúo Martes de Lavanda, con canciones de autor para un público adulto. “Pienso que no hay diferencia en la forma de componer para un proyecto u otro. Es un artista enfrentándose a un público, y no es que con Anda Calabaza decimos ‘Vamos a hacer una canción que sea infantil’, sino que el hecho de trabajar desde hace muchos años con chicos nos acerca a ese universo de la infancia. Se va formando con el trabajo y la inspiración, una mezcla de las dos”, analiza.

Santiago Reyes, integrante de Vuelta Canela, coincide en que no hay diferencias: “La música es música, toda. No es que tiene que ser sencilla para chicos y compleja para adultos. Lo único que cambia es quién está escuchándola”.

Los Raviolis presentan una propuesta que sirve de transición entre la primera infancia y la futura adolescencia. Gabriel Wisznia, uno de sus fundadores, destaca algunas particularidades del público al que se dirigen: “Uno de los permisos cuando uno trabaja con chicos es lo lúdico, convertir esa propuesta en algo más que formalmente musical. Por otro lado, aunque no somos mojigatos, hay temas que no son para chicos, de los que uno no va a hablar en una canción: no vamos a tocar un tema violento o explícito, ni insultos, por ejemplo”.

Además de las temáticas, en el plano musical predomina un clima más luminoso, que Bernabé asocia directamente con la mirada que se tiene de lo que las infancias representan: “Supongo que la oscuridad suele evitarse, porque si uno le está cantando a niños, es porque alguna cosa optimista sobre el futuro ve”.

A grandes rasgos, se podría decir que la música orientada a las infancias tiene tres grandes ejes: lo artístico, lo lúdico y lo educativo (sin que esto último signifique una bajada de línea explícita). 

Sobre ese equilibrio profundiza Eva Harvez, del trío Pim Pau: “A mí me hace ruido pensar el arte disociado de la educación, porque a través de los diferentes lenguajes artísticos aprendemos cosas, crecemos y tenemos la posibilidad de intervenir el mundo y poder expresarnos. Nosotros no apelamos mucho a la palabra ëentretenimiento’, porque la asociamos a algo un poco vacío. Tratamos de que el contenido que generamos esté desaturado de estímulos que adormezcan y entretengan de una manera pasiva. Queremos generar momentos lúdicos, de interacción, que ayuden a despertar el cuerpo e interactuar”.

“La música es música, toda. No es que tiene que ser sencilla para chicos y compleja para adultos”. Santiago Reyes.

Elisa López Oroño, directora de Valor Vereda, agrega: “No separaría tanto los tres planos, porque están presentes en todo. La parte artística se encuentra en el compromiso inicial de formarnos, en convocar a músicos muy profesionales y en la creación de cada propuesta. La mirada lúdica está en el germen de Valor Vereda. En lo educativo, no hay intención de bajar un contenido curricular, sino que la idea es inspirar y permitir abordajes de contenidos en el cole, como la educación emocional, algo por lo que nos convocan muchos jardines”.

Muchos de los filtros que operan sobre las conductas humanas en la vida adulta aún no se activaron en la infancia. Es lo que señalan los diferentes entrevistados sobre su público: su reacción es absolutamente franca, sin escatimar en demostraciones, para bien o para mal. Si les gusta lo que escuchan y ven, acompañan fervientemente; si no logran captar su atención o conectar con sus emociones, el abandono es inmediato. 

A la hora de pensar en qué estímulos acercar a sus hijos, madres y padres disponen de una oferta enorme de posibilidades. ¿Por qué es importante que los niños tomen contacto con ella desde temprana edad? “La música es un lenguaje natural para los chicos y las chicas, ya están vinculados a ella y hay que fortalecer este canal de comunicación para que se enriquezca y crezca. Desde que nacemos estamos inmersos en un universo sonoro y jugamos con nuestro cuerpo como productor de sonidos. La voz es un juguete. La música es un lenguaje maravilloso que construye belleza y bondad, que nos ayuda a expresarnos y a reconocer la propia voz en resonancia con la voz colectiva”, explica Magdalena Fleitas.

Eva Harvez se detiene en el aspecto educativo: “No todos aprendemos ni nos apropiamos de los contenidos de la misma forma, y los canales expresivos dan la posibilidad de que cada uno vaya a su tiempo y a su modo, incorporando y construyendo conocimiento e interacción”.

Santiago Reyes destaca a la música como una opción slow, ajena al vértigo de los consumos actuales: “Creo que es una manera de conectarse con un sentido. Hay mucha invasión de lo visual y lo rápido: la tele, el celular, todo tiene una impronta muy puesta en la vista y me parece que la música tiene un acercamiento al mundo y una manera de abordarlo que abre la posibilidad de manejarse con otros tiempos”.

“Lo importante de la música radica en lo que nos ayuda en la comunicación. Y es algo que está a mano de cualquier persona. Así como nos enseñan matemáticas o geografía, creo que la música termina aportando a nivel humano, porque muchas veces la gente quiere mandar a su hijo a clases de música y lo importante no es tanto que sea un músico el día de mañana, sino la comunicación del lenguaje, aprenderlo. La música está llena de historias, cuenta cosas y, además, es un desarrollo importante del habla, de los movimientos, de la percusión. Creo que fundamentalmente favorece el desarrollo de la persona”, piensa Matías Pozo.

Para Elisa López Oroño, la música “es un lenguaje que permite convocar y expresar emociones. Cada persona elige desde qué medios resonar, si es con la literatura, el arte visual, la música, la danza o una mezcla de todo. Los artistas que la generamos podemos ser resonadores de un mundo que de otra forma tal vez no se traduce. Es un medio de expresión por excelencia, y por eso hay tanto compromiso y respeto a la hora de convidar”.

El cuerpo en movimiento, la voz propia que resuena y se integra en una voz colectiva, el lenguaje que se adquiere, las emociones que se canalizan, los momentos compartidos, los recuerdos que se activan, una puerta que se abre. Eso, y muchísimo más, es la música. También la destinada a chicos y chicas. 

RECOMENDACIONES

La lista de artistas de esta nota no pretende ser exhaustiva. Sin embargo, para ampliar un poco más el horizonte, los entrevistados recomiendan a algunos de sus colegas, basados en lo que escuchan sus hijos y en sus propios gustos:

Juan Bernabé: “Mi hijo al principio escuchaba mucho a Pim Pau, el disco Semillita, Los Raviolis y también algo que no es para chicos, como el disco Los planetas, de Carl Orff”.

Eva Harvez: “En casa siempre sonó María Elena Walsh. También Gilberto Gil, Caetano Veloso, Dúo Karma, Palmito y Tierra Verde, entre otros”.

Elisa López Oroño: “Marta Gómez, Lila Downs, Vuelta Canela, Bigolates de Chocote, Cielo Arriba, Naranja Dulce, Los Tinguiritas, Canticuénticos”.

Gabriel Wisznia: “En casa son un poco más grandes y ya están con Wos, Ca7riel, Louta”.

Santiago Reyes: “Mariana Baggio, Vuelta Canela, Rita del Prado, Palavra Cantada, Me lo Contó un Pajarito”.

Magdalena Fleitas: “Ana Iniesta y La Banda de la Luna, Miriam Makeba, mucho folklore de Argentina y otros países”.

Matías Pozo: “Koufequin, Hugo Midón”.