Dilemas de la oficina en casa

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Aunque nació a causa de la emergencia sanitaria, el trabajo remoto ya no tiene retorno. El interrogante es si va a ser excluyente o convivirá con el modo presencial.

Fotos: Istock 

La cuarentena motivada por la pandemia de COVID-19, que encerró a buena parte de la humanidad en sus casas entre 2020 y 2021, y un poco menos en 2022, tuvo entre sus muchas consecuencias la de instalar definitivamente la era del teletrabajo o home office. Es decir, el trabajo realizado a distancia gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación (videoconferencia, nubes y archivos compartidos), que se convirtió en única opción durante la fase más cruenta del aislamiento forzado. Sin embargo, a medida que el encierro se empezó a flexibilizar, esta modalidad empezó a combinarse con una vuelta al trabajo presencial algunos días por semana: es lo que se llama el formato “híbrido”, la tendencia que parece imponerse hoy. 

“Al principio trabajar desde casa era algo forzado e incómodo, pero hoy la gente ya se adaptó al teletrabajo –asegura la psicóloga laboral Florencia Drincovich, directora de la consultora en recursos humanos CDZ Guidance, y agrega–: Igual, la mayoría prefiere el modo híbrido, con un día o dos en forma presencial para no perder contacto humano. Y si bien durante la cuarentena más estricta hubo problemas por la falta de espacio en los hogares, una vez que los chicos volvieron a clases estos inconvenientes se fueron solucionando”. 

Como es obvio, esto es válido para las tareas de oficina y, en parte, para el comercio –donde el e-commerce gana terreno en forma irreversible–, pero no en el universo de profesiones y oficios que requieren sí o sí la presencialidad: industria, campo, construcción, educación, todas las tareas productivas y la atención de la salud. 

Ante el nuevo contexto, hay empresas que decidieron mudar la totalidad de sus áreas administrativas al trabajo remoto y en forma permanente, como LoJack, especializada en tecnología para el recupero de autos robados. “A partir de tener que quedarnos en nuestras casas por la pandemia, tomamos la decisión de ser una empresa ciento por ciento digital. Notamos que se aprovecha mejor el tiempo, porque a las reuniones por Zoom nadie llega tarde y se termina más temprano porque se habla solo de lo que hay que hablar –cuenta Carlos Mackinlay, su CEO, y agrega–: Por eso, se volvieron innecesarias nuestras oficinas corporativas y pasamos a necesitar solo una sala chica para algunas reuniones”. 

Para darle un marco legal a esta situación de hecho, en marzo de 2021 el Congreso de la Nación sancionó la Ley N° 27.555 que establece el régimen legal para el teletrabajo, al que se define de esta forma: “Cuando se realizan actos, obras o se prestan servicios propios del contrato de trabajo desde el domicilio o desde lugares distintos al establecimiento del empleador por medio de tecnologías de la información y comunicación”. Esta norma ya rige en los casos en que el home office se practica en relación de dependencia. Entre otros puntos, establece que las compañías deben proveer a sus empleados de los insumos necesarios y, detalle no menor, respetar su “derecho a la desconexión” fuera de la jornada laboral. 

 TELETRABAJO “SEGURO”

En opinión de la abogada laboralista Viviana Díaz, excoordinadora de Teletrabajo del Ministerio de Trabajo de la Nación y una de las impulsoras de la Ley 27.555, “el trabajo a distancia y el trabajo híbrido están presentes desde siempre en el ADN de las empresas tecnológicas, pero en los últimos años también lo empezaron a implementar los bancos, el sector financiero, de seguros, telecomunicaciones e incluso empresas netamente productivas como varias petroleras. De hecho, hoy es posible medir la cantidad de crudo que hay en un pozo en forma remota gracias a un software”, ejemplifica.

En cuanto a la opción entre teletrabajo a tiempo completo o híbrido, Díaz –que actualmente codirige la consultora GNT Mentoría Neurodigital– opina que lo ideal es “un esquema con no más de tres días en forma virtual y no menos de dos en modo presencial, o viceversa”. En cambio, no recomienda la virtualidad ciento por ciento “para que no se pierdan el contacto humano, la conversación y la ‘radio pasillo’, por la cual circula información en forma horizontal”. Además, asegura que este esquema mixto “no es ‘híbrido’, porque no es una solución a mitad de camino, sino una modalidad laboral planificada y coherente”. Por eso, ella prefiere definirlo como “teletrabajo seguro”.

También advierte que el trabajo desde el hogar “no debe ser considerado como un ‘premio’ al trabajador, sino como una modalidad laboral que requiere cada vez más ser transparentada”. Y agrega que si bien las empresas están obligadas por la ley a registrar a quienes lo practican, en la actualidad no existen cifras confiables sobre su cumplimiento. “Calculamos que en algunas grandes urbes debe rondar el 60 por ciento del trabajo formal, pero para poder contabilizarlo es necesario que las empresas lo blanqueen e informen, algo que vienen demorando en hacer a pesar de que la ley lo exige”. 

Quizás, esta falencia de estadísticas sobre el trabajo remoto pueda ser subsanada en parte por las cifras del mercado de alquiler de oficinas: “Hoy las compañías instaladas en oficinas premium necesitan entre el 25 y el 50 por ciento menos de superficie que antes de la cuarentena estricta –explica Rafael Valera, bróker sénior de Cushman & Wakefield, inmobiliaria especializada en el sector corporativo–. A partir del retorno progresivo al trabajo presencial, muchos empleados, y en especial los más jóvenes y tecnologizados, descubrieron que prefieren trabajar full time desde sus casas; entonces las empresas tienen que respetarlo para poder retenerlos”, agrega.

A su vez, La Caja de Ahorro y Seguro (“La Caja”) lanzó un seguro de teletrabajo destinado a quienes trabajan en modo home office, para asistirlos en caso de robo y daños de los equipos, además de cubrir lesiones por accidentes (hogareños o no) y lesiones durante las 24 horas, es decir, no solo mientras el teletrabajador está en su casa.

 FELICES Y NO TANTO 

Como es de esperarse, el hecho de que exista una ley que regula el home office no implica necesariamente que esta se cumpla. Hasta ahora, los únicos teletrabajadores reconocidos como tales por un convenio colectivo de trabajo son los ejecutivos de las empresas telefónicas y afines nucleados en la Unión Personal Jerárquico de Empresas de Telecomunicaciones (Upjet). Este gremio firmó su primer acuerdo macro con Telecom en 2009 –con Viviana Díaz como gestora desde el Ministerio de Trabajo–, cuando todavía no existían la pandemia ni la ley de trabajo remoto, y el segundo con Telefónica en 2022, ya en cuarentena y en vigencia de la normativa. También se firmaron algunos otros convenios con cooperativas pequeñas de telefonía en el interior del país.

“Recomendamos un máximo de tres días para trabajar en forma remota y un mínimo de dos días presencial, porque no queremos perder la sociabilidad en el trabajo”, explica Fabián Boccella, secretario general de Upjet, y admite que es más sencillo implementar el teletrabajo “entre el personal jerárquico, porque es el que toma decisiones y está más habituado a que no le indiquen qué hacer”. Destaca también que el convenio obliga a las empresas a cumplir con lo que dicta la ley en lo que hace a proveer elementos de trabajo a los empleados, aunque admite que, en los hechos, “la gente está tan cómoda trabajando en su casa que no hace demasiado escándalo si no le cumplen”. 

Lo que es indudable es que, en muchos casos, el teletrabajo generó efectos positivos e inesperados, incluso más allá de lo laboral. Lo grafica Daniel Groisman, gerente de Logística en una empresa agrícola con oficinas en el microcentro de Buenos Aires, que, hasta que la cuarentena le cambió la rutina, durante más de tres décadas viajó una hora de ida y otra de vuelta por día: “En mi caso, tuve beneficios en lo laboral y en lo familiar. Empecé a disfrutar de mi hogar de una forma que jamás había podido; supe lo que es almorzar con mis hijos, pasear al perro y hacer las compras, y hasta conocí por primera vez los nombres de las calles de mi barrio y los negocios de cercanía”, comenta. 

Sin embargo, en muchos otros casos, el home office también obliga a tomar ciertas precauciones, según advierte la psicóloga Drincovich, como por ejemplo prevenirse del llamado “tecnoestrés”: “Muchos trabajan más horas que antes, porque al no tener el límite que impone un horario fijo, sienten la compulsión de terminar lo que empezaron y se quedan hasta mucho más tarde”. Por eso, recomienda “no excederse en la jornada laboral para poder tener una mejor calidad de vida”. A fin de cuentas, es por eso que tanta gente elige trabajar en casa. 

TELETRABAJO SIN FRONTERAS

Una opción interesante y muy habitual para los teletrabajadores es hacerlo para empresas fuera del propio país, y los argentinos la aprovechan. De hecho, el nuestro fue el país de América Latina que aportó la mayor cantidad de home office en el mundo durante 2022, según indica un informe de alcance global publicado por la startup de recursos humanos Deel, que analizó unos 260.000 contratos en 160 países. Además, la ciudad de Buenos Aires es la tercera en el mundo en exportar trabajo remoto después de Londres y Toronto.

En cuanto a los rubros más demandados, encabezan el ranking la educación a distancia y los servicios financieros e inmobiliarios –estos últimos potenciados por plataformas globales de alquiler temporario, como Airbnb–. Otros perfiles requeridos son los desarrolladores web, programadores, ingenieros, traductores y profesionales de la salud mental. Las modalidades de contratación pueden ser por hora o por objetivos por cumplir, y más del 50 por ciento de los que trabajan con esta modalidad son menores de 35 años.