Ciudades lentas, en busca del buen vivir

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En Puerto Madryn la Comunidad Agroecológica El Doradillo lleva un ritmo de vida lento.

Para quienes no aceptan el ritmo de las grandes ciudades y prefieren un estilo de vida acorde a los ritmos de la naturaleza, llegaron las slow cities.

Por Denise Destéfano
Foto Carolina Manfredi

El compás acelerado de las ciudades atenta no solamente contra la salud de sus habitantes, sino, indirectamente, contra el medioambiente. Poco tiempo para comer, para llegar a la oficina, volver a casa e, inclusive, para trabajar, trae como resultado el consumo de comida rápida –fast food-, el mayor uso de medios de transporte contaminantes, el trajín sin parar y, en definitiva, el estrés. Pero algo cambió en los últimos años. Frente a la aceleración insana, surgió una corriente contraria: el movimiento slow.
Con la slow food -comida lenta- como primer paso, que propone desarrollar un alimento bueno, limpio y justo para todos priorizando los productos naturales y locales, se empezó a difundir este concepto, asociando la idea de comer bien a la protección del ambiente y a una buena calidad de vida en general. Surgieron así las denominadas slow cities, “ciudades lentas”, que intentan crecer conservando su singularidad, sacándoles provecho a su historia y sus tradiciones.
 
CERTIFICACIÓN
La organización Cittaslow International, creada en 1999, asumió la bandera de las urbes que se resisten a la “homogeneización y americanización” y ya tiene 252 ciudades miembro en 30 países. Se define como una red internacional de “ciudades donde se vive bien”.
El certificado para ser una ciudad lenta se logra cumpliendo con los 72 requerimientos que establece la organización. Los mismos versan alrededor de: principios de energía y políticas ambientales (transporte, reciclado, espacios verdes), políticas de infraestructura (ciclovías), calidad de vida urbana (reutilización de áreas marginales, fibra óptica), agricultura, turística y producción artesanal (no al uso de transgénicos, aplicación de técnicas tradicionales), hospitalidad, entrenamiento y conciencia (prácticas y tarifas transparentes), cohesión social (integración de minorías) y asociaciones (colaboración entre organizaciones).
Todavía no existen miembros registrados de Cittaslow en la Argentina. Sin embargo, hubo y hay algunos acercamientos a la filosofía slow. Hace algunos años se hablaba de Mar de las Pampas, en la costa atlántica, como un ejemplo de esta iniciativa. Villa Laguna Brava, en Balcarce, provincia de Buenos Aires, fue otra de las localidades que había sido propuesta. Pero la realidad es que en nuestro país todavía llevan adelante estos principios comunidades de vecinos que se asocian con este fin, y no llegan a ser aún proyectos de gobiernos locales.

“Hay municipalidades que están más abiertas y comienzan a colaborar, como la de Los Cocos”.
Mónica Vázquez

“Todavía falta poner un poco más de acento en las políticas públicas. Hay municipalidades que están más abiertas y comienzan a colaborar, como la Municipalidad de Los Cocos”, relata a Convivimos Mónica Vázquez, vocera de la Comunidad del Alimento Agroecológico Slow Food Punilla, en Córdoba. La comunidad surgió el año pasado por la necesidad de ir creando redes para mejorar las producciones del monte. La conforman unos 20 productores desde San Marcos Sierra hasta Villa Giardino.
“Lo que sí se ven son grupos de personas que organizan una feria, intercambios, movimientos de vecinos que están haciendo este trabajo”, agrega, y subraya como uno de los objetivos centrales de la slow food la protección de la biodiversidad y del ambiente.
“La slow food reúne al productor, al consumidor y al cocinero en pos de que la alimentación sea saludable y disfrutable. Nosotros ya habíamos formado el Camino de Productores de El Doradillo, hacíamos ferias y un circuito agroturístico, y ahora nos hemos fortalecido con este concepto, adhiriendo a esta filosofía”, explica Carolina Manfredi, representante de la Comunidad Agroecológica El Doradillo de Puerto Madryn (Chubut).
El Doradillo es una zona de chacras en la que algunos vecinos producen aceite de oliva, frutos finos, frutos secos y árboles frutales. Manfredi cultiva lavanda y tiene una fábrica de té en hebras: Il Monde Del Cha. “Mi producto nació porque en Puerto Madryn hay muchos descendientes de colonos galeses y está la tradición fuerte del té. La slow food trata de rescatar todo ese patrimonio cultural del alimento”, destaca.

PONIENDO EL FRENO
Para llevar una “vida lenta” no hace falta renunciar al trabajo de oficina y mudarse a una cittaslow. De hecho, la organización ya está trabajando este concepto en barrios de Barcelona, Bruselas, Busan (Corea) y Viena. Para quienes eligen quedarse en las grandes ciudades, algunas maneras simples de volver al ritmo natural son:
1. Transporte. La bicicleta es una excelente primera opción, y aún mejor sería ir a pie. Es una solución sana para evitar los problemas de tránsito propios de las ciudades y el estrés matutino.
2. Comida saludable. Elegir frutas y verduras de estación, en lo posible cultivadas en casa, es una buena manera de armonizar con la naturaleza. Conviene preferir la comida casera y tomarse el tiempo para pensar qué cocinar; planificar.
3. Paseos cortos. Tomarse recreos de quince minutos para ir hasta la plaza más cercana y simplemente respirar. Observar la naturaleza y mirar los árboles, o descalzarse y caminar por el pasto, automáticamente hará que se baje la velocidad.
4. Desconectar y hacer una cosa a la vez. No es necesario estar permanentemente pendiente del celular. Concentrarse en la actividad que uno se encuentra realizando, ya fuera cocinar, estar con la familia, correr o mirar una película, es vital a la hora de bajar la velocidad.
5. Volver a lo propio. Conocer la historia de la ciudad, del país y sus costumbres, recorrer las provincias, conectarse con el relato de los antepasados y comprar productos locales ayudará a conectar con las raíces.

TIEMPO PARA DESCANSAR

Si la idea de llevar una vida slow resulta excesiva, siempre está la posibilidad de tomarse un recreo y experimentarla por unos días. Hay destinos en todo el mundo que se promocionan con este concepto en países tan inesperados como Australia, China, Dinamarca y Finlandia, pero también se puede viajar en la modalidad slow en ciudades más tradicionales, como Barcelona, Madrid y Lisboa. Estos circuitos proponen tomarse el tiempo para conocer realmente el destino y empaparse de su sabor local.